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Columnista - 26 enero, 2021

Compromiso social de la poesía

El poeta, la poesía y la naturaleza  juegan un papel muy importante en la edificación de los principios sociales de amor y confraternidad, en donde se permiten, los tres, desarrollarse de tal manera  que son imprescindibles en  la humanidad.  Ustedes se imaginan, por ejemplo,  ‘Noche sin luceros’, fíjense tamaña responsabilidad del poeta para tomar de la naturaleza […]

El poeta, la poesía y la naturaleza  juegan un papel muy importante en la edificación de los principios sociales de amor y confraternidad, en donde se permiten, los tres, desarrollarse de tal manera  que son imprescindibles en  la humanidad.  Ustedes se imaginan, por ejemplo,  ‘Noche sin luceros’, fíjense tamaña responsabilidad del poeta para tomar de la naturaleza elementos que solo le brinda la poesía y manifestarle al mundo: “Quiero robarle los minutos a las horas pa’ que mis padres nunca se me pongan viejos/ quiero espantar la mirla por la media noche y remplazar su nido por un gajo de luceros/ quiero lo dulce de cañaverales, la fruta madura y un río musical”.

 Estas son las ‘cadenas’ que le impone la poesía al poeta y lo llenan de ‘fantasías’  únicamente para regalarle al mundo ‘mi poema’. ¿Quién disfruta de todo esto? Sin duda alguna es la humanidad,  que urgida  de cariño, de amor,  reclama que en el mundo haya poesía, que no se pierda esa amalgama de elementos  que brindan lo mejor de sí para decir lo que se  siente de manera especial y única.

¿Qué decir por ejemplo de un hombre invidente que venció los temores y se abrió al mundo expresando de la mejor forma su sentir?  “Es que la naturaleza a todos nos da poder, al cardón le dio la fuerza pa’ no dejarse vencer; yo me comparo con él, tengo la misma firmeza. Yo pelee con mi destino cuando empezaba a cantar, él me quiso derrotar y al final perdió conmigo, resolvió dejarme vivo, por mi bien o por mi mal”. Inmenso el poeta Leandro Díaz, siguen los tres elementos unidos, y no se los imaginen separados, pues nada de esto tendría hoy la humanidad, nos hubiésemos privado de algo maravilloso en la literatura universal.

Este  pasado domingo, 24 de enero de 2021,  tuve la fortuna de ser invitado a un encuentro internacional de poetas, primera feria virtual del libro en España,  para brindarle un merecido homenaje a una filosofa y poeta española, la célebre María Zambrano Alarcón. Al recorrer su biografía entendimos que este recurso de poeta, poesía y naturaleza es maravilloso. No pueden ser, bajo ninguna premisa, procesos aislados. Ella nunca dejó de luchar por la sociedad, por su carácter de poeta y le dio pinceladas de hermosura a la naturaleza de donde nació y desde luego a donde llegó después de recorrer la vida con sus letras.

Sin embargo, hace poco  leía con interés a Eduardo Milán, un poeta uruguayo, que vive en México; una nota que me compartió el excelso poeta y escritor de crónicas, el tamalamequero Diógenes  Pino, en donde hace una crítica mordaz: “Lo que se está viviendo en la poesía desde lo setenta para acá es una especie ‘hiperproducción’, todo el mundo escribe poesía y nadie sabe el valor que tiene porque se perdieron los parámetros críticos”. El que lo entendió lo entendió. Como dijera Bécquer: “Mientras haya en el mundo primavera, habrá poesía”, falta que no se pierda el poeta. Solo Eso.   

Columnista
26 enero, 2021

Compromiso social de la poesía

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
Eduardo S. Ortega Vergara

El poeta, la poesía y la naturaleza  juegan un papel muy importante en la edificación de los principios sociales de amor y confraternidad, en donde se permiten, los tres, desarrollarse de tal manera  que son imprescindibles en  la humanidad.  Ustedes se imaginan, por ejemplo,  ‘Noche sin luceros’, fíjense tamaña responsabilidad del poeta para tomar de la naturaleza […]


El poeta, la poesía y la naturaleza  juegan un papel muy importante en la edificación de los principios sociales de amor y confraternidad, en donde se permiten, los tres, desarrollarse de tal manera  que son imprescindibles en  la humanidad.  Ustedes se imaginan, por ejemplo,  ‘Noche sin luceros’, fíjense tamaña responsabilidad del poeta para tomar de la naturaleza elementos que solo le brinda la poesía y manifestarle al mundo: “Quiero robarle los minutos a las horas pa’ que mis padres nunca se me pongan viejos/ quiero espantar la mirla por la media noche y remplazar su nido por un gajo de luceros/ quiero lo dulce de cañaverales, la fruta madura y un río musical”.

 Estas son las ‘cadenas’ que le impone la poesía al poeta y lo llenan de ‘fantasías’  únicamente para regalarle al mundo ‘mi poema’. ¿Quién disfruta de todo esto? Sin duda alguna es la humanidad,  que urgida  de cariño, de amor,  reclama que en el mundo haya poesía, que no se pierda esa amalgama de elementos  que brindan lo mejor de sí para decir lo que se  siente de manera especial y única.

¿Qué decir por ejemplo de un hombre invidente que venció los temores y se abrió al mundo expresando de la mejor forma su sentir?  “Es que la naturaleza a todos nos da poder, al cardón le dio la fuerza pa’ no dejarse vencer; yo me comparo con él, tengo la misma firmeza. Yo pelee con mi destino cuando empezaba a cantar, él me quiso derrotar y al final perdió conmigo, resolvió dejarme vivo, por mi bien o por mi mal”. Inmenso el poeta Leandro Díaz, siguen los tres elementos unidos, y no se los imaginen separados, pues nada de esto tendría hoy la humanidad, nos hubiésemos privado de algo maravilloso en la literatura universal.

Este  pasado domingo, 24 de enero de 2021,  tuve la fortuna de ser invitado a un encuentro internacional de poetas, primera feria virtual del libro en España,  para brindarle un merecido homenaje a una filosofa y poeta española, la célebre María Zambrano Alarcón. Al recorrer su biografía entendimos que este recurso de poeta, poesía y naturaleza es maravilloso. No pueden ser, bajo ninguna premisa, procesos aislados. Ella nunca dejó de luchar por la sociedad, por su carácter de poeta y le dio pinceladas de hermosura a la naturaleza de donde nació y desde luego a donde llegó después de recorrer la vida con sus letras.

Sin embargo, hace poco  leía con interés a Eduardo Milán, un poeta uruguayo, que vive en México; una nota que me compartió el excelso poeta y escritor de crónicas, el tamalamequero Diógenes  Pino, en donde hace una crítica mordaz: “Lo que se está viviendo en la poesía desde lo setenta para acá es una especie ‘hiperproducción’, todo el mundo escribe poesía y nadie sabe el valor que tiene porque se perdieron los parámetros críticos”. El que lo entendió lo entendió. Como dijera Bécquer: “Mientras haya en el mundo primavera, habrá poesía”, falta que no se pierda el poeta. Solo Eso.