Aunque se intente desdibujarla, es preocupante la insólita solicitud del presidente a los empresarios, de intervenir en los contenidos de los medios para falsear a favor del gobierno la realidad del país ante la opinión pública. No es la primera vez que Santos emula la antidemocrática y peligrosa actitud de su vecino frente a los […]
Aunque se intente desdibujarla, es preocupante la insólita solicitud del presidente a los empresarios, de intervenir en los contenidos de los medios para falsear a favor del gobierno la realidad del país ante la opinión pública. No es la primera vez que Santos emula la antidemocrática y peligrosa actitud de su vecino frente a los medios, que hoy, a su juicio, son responsables del pesimismo nacional y “perdieron el norte”, solo porque no tienen su misma brújula.
Si el país cae en el pesimismo colectivo no es porque los medios le estén pintando una realidad negativa inexistente; es porque la sociedad siente esa realidad adversa.
Lincoln pensaba que “Se puede engañar a todo el mundo algún tiempo y a algunos todo el tiempo, pero no se puede engañar a todo el mundo todo el tiempo”. Ni la costosa e invasiva publicidad oficial de la prosperidad para todos y del país que queremos, ni las recurrentes alocuciones presidenciales convencen hoy a todos los colombianos todo el tiempo. De hecho, la billonaria campaña que equiparó “la paz” con un documento de 297 páginas, para que los colombianos dijeran SÍ en el plebiscito, no logró engañar a más de seis millones de ellos.
El engaño es todavía más difícil cuando esa realidad negativa está respaldada por las cifras oficiales. Colombia recibió el 2017 con una tasa de desempleo del 11.72 y con ello se desinfló la bandera gubernamental de un dígito, que difícilmente se podrá recuperar en el corto plazo. El Gobierno saca pecho con la disminución de la “pobreza multidimensional”, pero la monetaria no disminuyó y, por lo tanto, esos cinco millones de nuevos “no pobres” siguen recibiendo menos de $241.000 pesos al mes.
El gasto de los hogares cayó 3,5 %, el más bajo desde 2003, lo que quiere decir que los no tan pobres también tienen menos dinero para comprar y que el sector productivo y el comercio están vendiendo menos; un camino abierto a la recesión económica.
Entre 2010 y 2016 el país casi dobla su endeudamiento externo, no solo en valor, de 64.792 a 120.010 millones de dólares, sino como porcentaje del PIB, del 22,6 % al 42,5 %. El déficit de la balanza comercial, aunque disminuyó a 754 millones de dólares en enero de 2017, se multiplicó por nueve, desde 81,4 millones de dólares en diciembre de 2010.
El crecimiento de 2016 –2 %– fue el menor en 7 años. El gobierno Santos recibió el país con un crecimiento del PIB del 4,3 % en 2010, y con una tendencia ascendente que lo llevó en 2011 a un histórico 6,6 %. Desde entonces ha caído y el “pesimismo” de muchos expertos augura una cifra inferior para 2017, porque el pesimismo surge de la dureza del hoy pero se refleja en la incertidumbre del mañana.
El empresariado siente que la Reforma Tributaria quedó convertida en una adición para los gastos dispersos del posconflicto, sin mayor efecto sobre el crecimiento. A la promesa de las 4G se le atravesó el temor del sector financiero, sin garantías suficientes frente a la caducidad de contratos por corrupción. Y como telón de fondo, la inseguridad jurídica derivada de la implementación de los acuerdos con las Farc, atemoriza no solo al agro sino a toda la economía, generando escepticismo e incertidumbre.
Por ello es vergonzoso que el presidente inste a los empresarios a seguir su mal ejemplo: que con la chequera de la pauta en la mano o con el poder de la propiedad, influyan sobre los contenidos de los medios para pintarle florecitas a la realidad del país. Para comprar optimismo.
Por José Félix Lafaurie Rivera
@jflafaurie
Aunque se intente desdibujarla, es preocupante la insólita solicitud del presidente a los empresarios, de intervenir en los contenidos de los medios para falsear a favor del gobierno la realidad del país ante la opinión pública. No es la primera vez que Santos emula la antidemocrática y peligrosa actitud de su vecino frente a los […]
Aunque se intente desdibujarla, es preocupante la insólita solicitud del presidente a los empresarios, de intervenir en los contenidos de los medios para falsear a favor del gobierno la realidad del país ante la opinión pública. No es la primera vez que Santos emula la antidemocrática y peligrosa actitud de su vecino frente a los medios, que hoy, a su juicio, son responsables del pesimismo nacional y “perdieron el norte”, solo porque no tienen su misma brújula.
Si el país cae en el pesimismo colectivo no es porque los medios le estén pintando una realidad negativa inexistente; es porque la sociedad siente esa realidad adversa.
Lincoln pensaba que “Se puede engañar a todo el mundo algún tiempo y a algunos todo el tiempo, pero no se puede engañar a todo el mundo todo el tiempo”. Ni la costosa e invasiva publicidad oficial de la prosperidad para todos y del país que queremos, ni las recurrentes alocuciones presidenciales convencen hoy a todos los colombianos todo el tiempo. De hecho, la billonaria campaña que equiparó “la paz” con un documento de 297 páginas, para que los colombianos dijeran SÍ en el plebiscito, no logró engañar a más de seis millones de ellos.
El engaño es todavía más difícil cuando esa realidad negativa está respaldada por las cifras oficiales. Colombia recibió el 2017 con una tasa de desempleo del 11.72 y con ello se desinfló la bandera gubernamental de un dígito, que difícilmente se podrá recuperar en el corto plazo. El Gobierno saca pecho con la disminución de la “pobreza multidimensional”, pero la monetaria no disminuyó y, por lo tanto, esos cinco millones de nuevos “no pobres” siguen recibiendo menos de $241.000 pesos al mes.
El gasto de los hogares cayó 3,5 %, el más bajo desde 2003, lo que quiere decir que los no tan pobres también tienen menos dinero para comprar y que el sector productivo y el comercio están vendiendo menos; un camino abierto a la recesión económica.
Entre 2010 y 2016 el país casi dobla su endeudamiento externo, no solo en valor, de 64.792 a 120.010 millones de dólares, sino como porcentaje del PIB, del 22,6 % al 42,5 %. El déficit de la balanza comercial, aunque disminuyó a 754 millones de dólares en enero de 2017, se multiplicó por nueve, desde 81,4 millones de dólares en diciembre de 2010.
El crecimiento de 2016 –2 %– fue el menor en 7 años. El gobierno Santos recibió el país con un crecimiento del PIB del 4,3 % en 2010, y con una tendencia ascendente que lo llevó en 2011 a un histórico 6,6 %. Desde entonces ha caído y el “pesimismo” de muchos expertos augura una cifra inferior para 2017, porque el pesimismo surge de la dureza del hoy pero se refleja en la incertidumbre del mañana.
El empresariado siente que la Reforma Tributaria quedó convertida en una adición para los gastos dispersos del posconflicto, sin mayor efecto sobre el crecimiento. A la promesa de las 4G se le atravesó el temor del sector financiero, sin garantías suficientes frente a la caducidad de contratos por corrupción. Y como telón de fondo, la inseguridad jurídica derivada de la implementación de los acuerdos con las Farc, atemoriza no solo al agro sino a toda la economía, generando escepticismo e incertidumbre.
Por ello es vergonzoso que el presidente inste a los empresarios a seguir su mal ejemplo: que con la chequera de la pauta en la mano o con el poder de la propiedad, influyan sobre los contenidos de los medios para pintarle florecitas a la realidad del país. Para comprar optimismo.
Por José Félix Lafaurie Rivera
@jflafaurie