A Petro no se le gana únicamente blandiendo la bandera de libertad y democracia porque la sed de cambio puede ser mayor al riesgo que puede representar Petro para los valores democráticos. Los electores pueden asumir ese riesgo sí los otros candidatos solo le ofrecen una cosa (respeto a la institucionalidad) pero no la otra (cambio).
El voto, tal y como lo he escrito en otras columnas, se va a definir en un punto, hasta ahora desconocido, entre la angustia que genera a una gran parte de la población las propuestas y el talante de Petro y la necesidad de cambio que a grito herido reclama la ciudadanía colombiana. Dependiendo de cómo se resuelva esa tensión entre angustia-cambio y del sitio en que se ubique el péndulo entre esos dos asuntos, los votantes elegirán presidente.
A Petro no se le gana únicamente blandiendo la bandera de libertad y democracia porque la sed de cambio puede ser mayor al riesgo que puede representar Petro para los valores democráticos. Los electores pueden asumir ese riesgo sí los otros candidatos solo le ofrecen una cosa (respeto a la institucionalidad) pero no la otra (cambio).
Lo paradójico es que Fajardo proporciona lo uno y lo otro pero todavía no puntea en las encuestas. Si la remontada le funciona, es el presidente. Y si ‘Fico’ comienza a ofrecer, también, un timonazo al país y la gente le cree, será el presidente. Petro será presidente si logra despojarse de la desconfianza que genera -y en ello ha avanzado mucho pero no lo suficiente- y si deja de ser el candidato del todo vale.
Si Fajardo quiere pasar a segunda vuelta debe, entre otras cosas, exponer el peligro de la polarización para el país y si ‘Fico’ quiere ganarle a Petro debe encarnar no solo la salvaguarda de la institucionalidad democrática sino también proclamar el cambio y apersonarse de dar un giro de timón a la Nación para así, igualmente, saciar el reclamo de la ciudadanía de no darle continuidad a un gobierno impopular. Si lo siguen tildando de continuista no moverá la aguja hacía los votos que necesita y no tiene.
Además de ello, necesitan, por supuesto, organización nacional y regional, estructuras políticas, relatos y propuestas porque algunos millones de electores no llegan a las urnas por generación espontánea. Hay que movilizarlos.
Pero el escenario es complejo, manipulador, populista, polarizado y lleno de posverdades pero habrá una sola verdad que ya es, por cierto, tema de conversación nacional: Pueden venir 4 años indeseables, con incesantes protestas y movilizaciones sociales, paros y bloqueos, asesinatos selectivos e ingobernabilidad. Todo lo malo puede empeorar y va a empeorar si no se vota bien.
El país necesita despolarizarse y leer señales de los candidatos en ese sentido. Hay un candidato que optó -al escoger su fórmula presidencial- por radicalizarse aún más: Francia es más fundamentalista que Petro, pero Petro es el que mejor encarna el desespero por el cambio y por eso encabeza las encuestas.
En Colombia puede estar jugándose, guardando las proporciones, lo mismo que dijo Anders Aslund sobre Ucrania: la batalla entre los dos sistemas políticos más dominantes del mundo: “la democracia de Estado de derecho y libre mercado en contra de la cleptocracia autoritaria” o del capitalismo autoritario y del estatismo omnipresente.
A Petro no se le gana únicamente blandiendo la bandera de libertad y democracia porque la sed de cambio puede ser mayor al riesgo que puede representar Petro para los valores democráticos. Los electores pueden asumir ese riesgo sí los otros candidatos solo le ofrecen una cosa (respeto a la institucionalidad) pero no la otra (cambio).
El voto, tal y como lo he escrito en otras columnas, se va a definir en un punto, hasta ahora desconocido, entre la angustia que genera a una gran parte de la población las propuestas y el talante de Petro y la necesidad de cambio que a grito herido reclama la ciudadanía colombiana. Dependiendo de cómo se resuelva esa tensión entre angustia-cambio y del sitio en que se ubique el péndulo entre esos dos asuntos, los votantes elegirán presidente.
A Petro no se le gana únicamente blandiendo la bandera de libertad y democracia porque la sed de cambio puede ser mayor al riesgo que puede representar Petro para los valores democráticos. Los electores pueden asumir ese riesgo sí los otros candidatos solo le ofrecen una cosa (respeto a la institucionalidad) pero no la otra (cambio).
Lo paradójico es que Fajardo proporciona lo uno y lo otro pero todavía no puntea en las encuestas. Si la remontada le funciona, es el presidente. Y si ‘Fico’ comienza a ofrecer, también, un timonazo al país y la gente le cree, será el presidente. Petro será presidente si logra despojarse de la desconfianza que genera -y en ello ha avanzado mucho pero no lo suficiente- y si deja de ser el candidato del todo vale.
Si Fajardo quiere pasar a segunda vuelta debe, entre otras cosas, exponer el peligro de la polarización para el país y si ‘Fico’ quiere ganarle a Petro debe encarnar no solo la salvaguarda de la institucionalidad democrática sino también proclamar el cambio y apersonarse de dar un giro de timón a la Nación para así, igualmente, saciar el reclamo de la ciudadanía de no darle continuidad a un gobierno impopular. Si lo siguen tildando de continuista no moverá la aguja hacía los votos que necesita y no tiene.
Además de ello, necesitan, por supuesto, organización nacional y regional, estructuras políticas, relatos y propuestas porque algunos millones de electores no llegan a las urnas por generación espontánea. Hay que movilizarlos.
Pero el escenario es complejo, manipulador, populista, polarizado y lleno de posverdades pero habrá una sola verdad que ya es, por cierto, tema de conversación nacional: Pueden venir 4 años indeseables, con incesantes protestas y movilizaciones sociales, paros y bloqueos, asesinatos selectivos e ingobernabilidad. Todo lo malo puede empeorar y va a empeorar si no se vota bien.
El país necesita despolarizarse y leer señales de los candidatos en ese sentido. Hay un candidato que optó -al escoger su fórmula presidencial- por radicalizarse aún más: Francia es más fundamentalista que Petro, pero Petro es el que mejor encarna el desespero por el cambio y por eso encabeza las encuestas.
En Colombia puede estar jugándose, guardando las proporciones, lo mismo que dijo Anders Aslund sobre Ucrania: la batalla entre los dos sistemas políticos más dominantes del mundo: “la democracia de Estado de derecho y libre mercado en contra de la cleptocracia autoritaria” o del capitalismo autoritario y del estatismo omnipresente.