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Columnista - 20 octubre, 2021

Colombia, despensa del mundo

Colombia es uno de los siete países que tienen vocación de ser despensa del mundo. Razones: la ubicación privilegiada en la cabeza de Suramérica; poder sembrar y cosechar en cualquier época del año; contar con agua en abundancia porque es el país donde más llueve del mundo y es el sexto con mayor capacidad hídrica […]

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Colombia es uno de los siete países que tienen vocación de ser despensa del mundo. Razones: la ubicación privilegiada en la cabeza de Suramérica; poder sembrar y cosechar en cualquier época del año; contar con agua en abundancia porque es el país donde más llueve del mundo y es el sexto con mayor capacidad hídrica total, y una variedad enorme de tipos de suelo y de pisos térmicos que van desde el nivel del mar hasta los 4.000 metros. Hay abundancia de tierras aptas para la agricultura, 39,2 millones de hectáreas, y mano de obra disponible, el 23 % de la población. Lo tenemos todo para ser una gran potencia agropecuaria. 

Pero solo se cultivan 6.8 millones de hectáreas; importamos 14,1 millones de toneladas de alimentos (el 18,5 % de lo que consumimos) y además 6,1 millones más para concentrado para animales; el 46,8 % de las zonas rurales es pobre y el 18 % vive en pobreza extrema.

Al campo hay que sacarlo del olvido, hacerlo rentable y convertirlo en el motor de desarrollo y de creación de empleo. Es el único que puede reemplazar, a mediano plazo, los ingresos del petróleo y el carbón. Para eso se requiere: agua y alcantarillado y sistemas de drenaje y distritos de riego.

Capacitación con doble titulación en las escuelas rurales, de manera que los campesinos puedan ser bachilleres y al mismo tiempo técnicos agrícolas o veterinarios, mejorar sustantivamente la productividad y evitar su desplazamiento a las grandes ciudades.

Competividad. Desarrollar estrategias para mejorar los precios como las denominaciones de origen, el desarrollo de productos con valor agregado, sellos de sostenibilidad ambiental y producción orgánica, y focalización en la exportación.

Cooperativismo. El campesino difícilmente sale adelante solo. Crédito. El 90 % de los campesinos está fuera del sistema financiero. Subsidiar los insumos, dar crédito a mediano y largo plazo, fomentar y extender los seguros agropecuarios.

Infraestructura y logística de transporte y almacenamiento para acercar el producto al consumidor final, en particular vías terciarias (hoy hay apenas 142 mil km y solo el 8 % está en buen estado) y una red de trenes que conecten todo el país.

Seguridad. El deterioro no es un asunto de percepción sino de realidad.

Sostenibilidad. Responsabilidad con las generaciones futuras y desarrollo de estándares de protección medioambiental que, además, mejoran los precios. Aprovechar la potencialidad agrícola de ser uno de los tres países más biodiversos del mundo. Investigación y biotecnología.

Tierra. La informalidad en el campo, 86 %, es mucho mayor que el 46,9 % nacional. Indispensable acelerar la titulación de tierras. Ojo, sin embargo, con la ley de restitución. Hay que devolverlas a  los despojados pero proteger a los legítimos propietarios. La inseguridad jurídica frena cualquier inversión. Y de ninguna manera aprobar el tratado de Escazú.

Columnista
20 octubre, 2021

Colombia, despensa del mundo

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
Rafael Nieto Loaiza

Colombia es uno de los siete países que tienen vocación de ser despensa del mundo. Razones: la ubicación privilegiada en la cabeza de Suramérica; poder sembrar y cosechar en cualquier época del año; contar con agua en abundancia porque es el país donde más llueve del mundo y es el sexto con mayor capacidad hídrica […]


Colombia es uno de los siete países que tienen vocación de ser despensa del mundo. Razones: la ubicación privilegiada en la cabeza de Suramérica; poder sembrar y cosechar en cualquier época del año; contar con agua en abundancia porque es el país donde más llueve del mundo y es el sexto con mayor capacidad hídrica total, y una variedad enorme de tipos de suelo y de pisos térmicos que van desde el nivel del mar hasta los 4.000 metros. Hay abundancia de tierras aptas para la agricultura, 39,2 millones de hectáreas, y mano de obra disponible, el 23 % de la población. Lo tenemos todo para ser una gran potencia agropecuaria. 

Pero solo se cultivan 6.8 millones de hectáreas; importamos 14,1 millones de toneladas de alimentos (el 18,5 % de lo que consumimos) y además 6,1 millones más para concentrado para animales; el 46,8 % de las zonas rurales es pobre y el 18 % vive en pobreza extrema.

Al campo hay que sacarlo del olvido, hacerlo rentable y convertirlo en el motor de desarrollo y de creación de empleo. Es el único que puede reemplazar, a mediano plazo, los ingresos del petróleo y el carbón. Para eso se requiere: agua y alcantarillado y sistemas de drenaje y distritos de riego.

Capacitación con doble titulación en las escuelas rurales, de manera que los campesinos puedan ser bachilleres y al mismo tiempo técnicos agrícolas o veterinarios, mejorar sustantivamente la productividad y evitar su desplazamiento a las grandes ciudades.

Competividad. Desarrollar estrategias para mejorar los precios como las denominaciones de origen, el desarrollo de productos con valor agregado, sellos de sostenibilidad ambiental y producción orgánica, y focalización en la exportación.

Cooperativismo. El campesino difícilmente sale adelante solo. Crédito. El 90 % de los campesinos está fuera del sistema financiero. Subsidiar los insumos, dar crédito a mediano y largo plazo, fomentar y extender los seguros agropecuarios.

Infraestructura y logística de transporte y almacenamiento para acercar el producto al consumidor final, en particular vías terciarias (hoy hay apenas 142 mil km y solo el 8 % está en buen estado) y una red de trenes que conecten todo el país.

Seguridad. El deterioro no es un asunto de percepción sino de realidad.

Sostenibilidad. Responsabilidad con las generaciones futuras y desarrollo de estándares de protección medioambiental que, además, mejoran los precios. Aprovechar la potencialidad agrícola de ser uno de los tres países más biodiversos del mundo. Investigación y biotecnología.

Tierra. La informalidad en el campo, 86 %, es mucho mayor que el 46,9 % nacional. Indispensable acelerar la titulación de tierras. Ojo, sin embargo, con la ley de restitución. Hay que devolverlas a  los despojados pero proteger a los legítimos propietarios. La inseguridad jurídica frena cualquier inversión. Y de ninguna manera aprobar el tratado de Escazú.