A propósito de los gajes de exigüidad por los que atraviesa un valor tan importante para la vida humana como lo es la coherencia, resulta oportuno recordar cómo se encuentra definido este concepto en el diccionario de la Real Academia Española: “actitud lógica y consecuente con los principios que se profesan”. Pueden existir muchos tipos […]
A propósito de los gajes de exigüidad por los que atraviesa un valor tan importante para la vida humana como lo es la coherencia, resulta oportuno recordar cómo se encuentra definido este concepto en el diccionario de la Real Academia Española:
“actitud lógica y consecuente con los principios que se profesan”.
Pueden existir muchos tipos de incoherencia, pero para efectos de esta columna nos interesa la de carácter político Colombiano, esa que abunda por estos días de efervescencia política en nuestro país y que deja al desnudo a muchas personas que en un momento de su vida decían ser, pensar y hacer una cosa pero que hoy, en virtud del famoso dinamismo político, le muestran a la sociedad una cara totalmente diferente a lo que un día pregonaron y defendieron, lo cual no es más que una muestra fehaciente de la crisis social, moral y ética por la que transita la humanidad de manera inflexible.
El sentido de pertenencia se ha perdido. Hoy veo con mucha decepción a políticos Colombianos, líderes, amigos, partidos, movimientos, etc., cambiarse la camiseta de su “filosofía política” como producto de un fervor electoral momentáneo sin pudor alguno. Es inconcebible que escenarios como estos nos lleven a ser poco consecuentes, o mejor dicho, inconsecuentes en nuestro actuar respecto a una serie de principios que un día nos marcaron un norte como actores sociales y que de eso nada quede.
No se trata de optar por individualizar uno a uno los casos incoherencias que afloran diariamente, se trata de propiciar reflexiones en torno a esta práctica indecente y anti-ética. El panorama político Colombiano actual, sobre todo el de las democracias modernas y proyectos que le apuntan a ello, demandan políticos y actores sociales con principios nítidos, no unos que se vendan por sillones de la burocracia o cualquier cinco pesos.
Necesitamos gente que encarne la verticalidad de los líderes que ya no están, esos que representaban una bandera con firmeza, con todos los honores.
Vivir en la incoherencia es vivir en la desvergüenza, en el descaro y, sobre todo, en el pisoteo del interés general, porque ese vicio nos puede llevar a pasar por encima de los demás sin resquemores que valgan. No interesa si se es de izquierda, centro o derecha, si se es liberal, conservador o progresista, lo importante es tener siempre presente cuales son las idearios, derechos, libertades y garantías que defendemos, causa esta que no se relega ni se distorsiona por intereses vagos y circunstanciales.
Valor fundamental para cualquier escenario de la vida, preponderando en materia de humanidades, política, sociedad, civismo y gobernabilidad, eso es la coherencia.
@camilopintom
A propósito de los gajes de exigüidad por los que atraviesa un valor tan importante para la vida humana como lo es la coherencia, resulta oportuno recordar cómo se encuentra definido este concepto en el diccionario de la Real Academia Española: “actitud lógica y consecuente con los principios que se profesan”. Pueden existir muchos tipos […]
A propósito de los gajes de exigüidad por los que atraviesa un valor tan importante para la vida humana como lo es la coherencia, resulta oportuno recordar cómo se encuentra definido este concepto en el diccionario de la Real Academia Española:
“actitud lógica y consecuente con los principios que se profesan”.
Pueden existir muchos tipos de incoherencia, pero para efectos de esta columna nos interesa la de carácter político Colombiano, esa que abunda por estos días de efervescencia política en nuestro país y que deja al desnudo a muchas personas que en un momento de su vida decían ser, pensar y hacer una cosa pero que hoy, en virtud del famoso dinamismo político, le muestran a la sociedad una cara totalmente diferente a lo que un día pregonaron y defendieron, lo cual no es más que una muestra fehaciente de la crisis social, moral y ética por la que transita la humanidad de manera inflexible.
El sentido de pertenencia se ha perdido. Hoy veo con mucha decepción a políticos Colombianos, líderes, amigos, partidos, movimientos, etc., cambiarse la camiseta de su “filosofía política” como producto de un fervor electoral momentáneo sin pudor alguno. Es inconcebible que escenarios como estos nos lleven a ser poco consecuentes, o mejor dicho, inconsecuentes en nuestro actuar respecto a una serie de principios que un día nos marcaron un norte como actores sociales y que de eso nada quede.
No se trata de optar por individualizar uno a uno los casos incoherencias que afloran diariamente, se trata de propiciar reflexiones en torno a esta práctica indecente y anti-ética. El panorama político Colombiano actual, sobre todo el de las democracias modernas y proyectos que le apuntan a ello, demandan políticos y actores sociales con principios nítidos, no unos que se vendan por sillones de la burocracia o cualquier cinco pesos.
Necesitamos gente que encarne la verticalidad de los líderes que ya no están, esos que representaban una bandera con firmeza, con todos los honores.
Vivir en la incoherencia es vivir en la desvergüenza, en el descaro y, sobre todo, en el pisoteo del interés general, porque ese vicio nos puede llevar a pasar por encima de los demás sin resquemores que valgan. No interesa si se es de izquierda, centro o derecha, si se es liberal, conservador o progresista, lo importante es tener siempre presente cuales son las idearios, derechos, libertades y garantías que defendemos, causa esta que no se relega ni se distorsiona por intereses vagos y circunstanciales.
Valor fundamental para cualquier escenario de la vida, preponderando en materia de humanidades, política, sociedad, civismo y gobernabilidad, eso es la coherencia.
@camilopintom