“Nunca más violencia sobre los niños, que nunca más un niño tenga que vivir este sufrimiento”. Este es un fragmento del discurso del Papa Francisco a la mafia Ndrangheta, luego de que la excomulgara por asesinar a un niño de tres años. Este episodio lo tomarán muchos como un acto simple al que una organización […]
“Nunca más violencia sobre los niños, que nunca más un niño tenga que vivir este sufrimiento”. Este es un fragmento del discurso del Papa Francisco a la mafia Ndrangheta, luego de que la excomulgara por asesinar a un niño de tres años.
Este episodio lo tomarán muchos como un acto simple al que una organización tenebrosa como la de Calabria, en Sicilia, quizás ni le moleste; pero no, la excomunión o expulsión de la iglesia, en este caso, presenta dos connotaciones importantes: una, la mafia siempre ha estado, a pesar de sus atrocidades, muy arraigada al cristianismo, a una fe a su acomodo, como aquí, hace apenas unos años, cuando rezaban a la Virgen y bañaban el arma en agua bendita para no fallar en su cometido criminal.
Otra, el enfrentamiento que hace el Papa a un poderoso grupo criminal: la Iglesia católica no se ha distinguido históricamente por levantar su voz contra la mafia. Comenzó a fustigarla, Juan Pablo II, en Agrigento (Sicilia) en 1993 —“mafiosos, conviértanse, un día llegará el juicio de Dios”— fue una pedrada en un lago quieto, e instó a los sacerdotes para que rompieran la ley del silencio y denunciaran los crímenes de la mafia, los pocos que se atrevieron, pagaron son sus vidas.
El tema da para muchos comentarios e historias sobre la mafia nacida e incrustada en Italia, que ha servido de calco a organizaciones del terror en nuestro país y a otros más. Centrémonos en Nicola Campolongo, ‘Cocó’, un niñito de tres años que fue asesinado, quemado, junto con su abuelo, en un ajuste de cuentas. El mundo se estremeció. Aquí ya no nos estremecemos, algunos lloran por dentro.
El Papa debería venir a nuestro país y encontraría historias dolorosas y horripilantes. Muchos Cocó muertos por balas perdidas, jovencitos enganchados a una lucha armada que no entienden; hace unos pocos años muchos hogares campesinos fueron quemados con niñitos y jovencitos adentro; niñas violentadas, abusadas, descuartizadas, en fin, aquí las mafias han hecho desastres durante muchos años, y hay miedo por parte de las instituciones como lo hay en Italia, ‘si denuncias, te mueres’, y unos, los que denunciaron, se murieron o se fueron del país, otros.
La historia es bien sabida, algunos dirán: ¿mafia en Colombia?, si no lo sabían es porque seguramente estaban dormidos; los niños han llevado la peor parte en este conflicto, si no han muerto torturados, baleados, quemados, han quedado con una fijación tremenda que los atormentará de por vida.
Arremetió el Papa Francisco: “El poder, el dinero que tenéis ahora, las ganancias de tantos negocios sucios, de tantos crímenes mafiosos, el dinero ensangrentado no podréis llevarlo a la otra vida. Os lo pido de rodillas, convertíos”. Agrego: Lástima que aquí se le rinda culto al dinero, venga de donde venga.
“Nunca más violencia sobre los niños, que nunca más un niño tenga que vivir este sufrimiento”. Este es un fragmento del discurso del Papa Francisco a la mafia Ndrangheta, luego de que la excomulgara por asesinar a un niño de tres años. Este episodio lo tomarán muchos como un acto simple al que una organización […]
“Nunca más violencia sobre los niños, que nunca más un niño tenga que vivir este sufrimiento”. Este es un fragmento del discurso del Papa Francisco a la mafia Ndrangheta, luego de que la excomulgara por asesinar a un niño de tres años.
Este episodio lo tomarán muchos como un acto simple al que una organización tenebrosa como la de Calabria, en Sicilia, quizás ni le moleste; pero no, la excomunión o expulsión de la iglesia, en este caso, presenta dos connotaciones importantes: una, la mafia siempre ha estado, a pesar de sus atrocidades, muy arraigada al cristianismo, a una fe a su acomodo, como aquí, hace apenas unos años, cuando rezaban a la Virgen y bañaban el arma en agua bendita para no fallar en su cometido criminal.
Otra, el enfrentamiento que hace el Papa a un poderoso grupo criminal: la Iglesia católica no se ha distinguido históricamente por levantar su voz contra la mafia. Comenzó a fustigarla, Juan Pablo II, en Agrigento (Sicilia) en 1993 —“mafiosos, conviértanse, un día llegará el juicio de Dios”— fue una pedrada en un lago quieto, e instó a los sacerdotes para que rompieran la ley del silencio y denunciaran los crímenes de la mafia, los pocos que se atrevieron, pagaron son sus vidas.
El tema da para muchos comentarios e historias sobre la mafia nacida e incrustada en Italia, que ha servido de calco a organizaciones del terror en nuestro país y a otros más. Centrémonos en Nicola Campolongo, ‘Cocó’, un niñito de tres años que fue asesinado, quemado, junto con su abuelo, en un ajuste de cuentas. El mundo se estremeció. Aquí ya no nos estremecemos, algunos lloran por dentro.
El Papa debería venir a nuestro país y encontraría historias dolorosas y horripilantes. Muchos Cocó muertos por balas perdidas, jovencitos enganchados a una lucha armada que no entienden; hace unos pocos años muchos hogares campesinos fueron quemados con niñitos y jovencitos adentro; niñas violentadas, abusadas, descuartizadas, en fin, aquí las mafias han hecho desastres durante muchos años, y hay miedo por parte de las instituciones como lo hay en Italia, ‘si denuncias, te mueres’, y unos, los que denunciaron, se murieron o se fueron del país, otros.
La historia es bien sabida, algunos dirán: ¿mafia en Colombia?, si no lo sabían es porque seguramente estaban dormidos; los niños han llevado la peor parte en este conflicto, si no han muerto torturados, baleados, quemados, han quedado con una fijación tremenda que los atormentará de por vida.
Arremetió el Papa Francisco: “El poder, el dinero que tenéis ahora, las ganancias de tantos negocios sucios, de tantos crímenes mafiosos, el dinero ensangrentado no podréis llevarlo a la otra vida. Os lo pido de rodillas, convertíos”. Agrego: Lástima que aquí se le rinda culto al dinero, venga de donde venga.