La innovación parece ser el remedio a todos los males, la administración pública no escapa de ello, hay que innovar para tener mejores ciudades, hay que innovar para prestar mejores servicios, etc. Las formas de innovación en lo público se vienen dando mediante nuevas metodologías que permiten estructurar procesos de mejora, incorporando al ciudadano en […]
La innovación parece ser el remedio a todos los males, la administración pública no escapa de ello, hay que innovar para tener mejores ciudades, hay que innovar para prestar mejores servicios, etc. Las formas de innovación en lo público se vienen dando mediante nuevas metodologías que permiten estructurar procesos de mejora, incorporando al ciudadano en el centro de dicho proceso. A esta práctica se le ha denominado “co-creación”.
La co-creación no parte de la idea de prestar servicios para los ciudadanos, como quizá se hacía bajo el paradigma de la nueva gestión pública, sino de la de prestar servicios con los ciudadanos. Es decir, la co-creación no se trata de un proceso en el que se le pregunta al ciudadano sobre sus necesidades, bajo la premisa que ellos saben muy bien lo que necesita; se trata, en cambio, de identificarlas con él, de diseñar, y hacerlo participe en la ejecución de la solución.
Mientras eso ocurre en el mundo, en nuestro país, esta semana me tope con un alto funcionario del Gobierno, a quién esta tendencia no parece agradar o no entender. El funcionario cuestionó la idoneidad de incorporar a los ciudadanos en tal grado, por que por ejemplo en su experiencia, cada vez que se acercaban a los agricultores de las regiones para preguntarles qué necesitaban, ellos pedían más créditos blandos o financiación. Naturalmente, el funcionario estaba confundiendo la co-creación con la carta a los reyes magos. En este caso, la co-creación implica integrar a los campesinos en la toma de decisiones, porque son ellos los que conocen sus necesidades, tal y como lo plantea el informe de la misión de desarrollo rural.
Como escenarios de co-creación se ha generado los llamados laboratorios de políticas. Estos laboratorios, que surgieron en el sector privado y poco a poco han migrado al sector público, constituyen un espacio del cual se desprenden nuevas estrategias o políticas mediante una metodología basada en el humano, y diseñadas tanto por funcionarios como por ciudadanos.
La co-creación es un campo poco explorado en lo local y puede ser un instrumento interesante para focalizar la atención de las demandas ciudadanas. No confunda las mesas de participación de los planes de desarrollo como espacio de co-creación, por cuanto en estas solo se identifica la necesidad con el ciudadano, y no se le vincula al diseño y a la implementación de la solución.
Estimados lectores, temas como este no son una sofisticación, son cotidianos y de sentido común, así que invito a nuestras organizaciones públicas a que se atrevan a explorar y a subirse a estas tendencias, no demanda ni más recursos ni más personal, requieren de visión y ganas de aumentar los resultados.
La innovación parece ser el remedio a todos los males, la administración pública no escapa de ello, hay que innovar para tener mejores ciudades, hay que innovar para prestar mejores servicios, etc. Las formas de innovación en lo público se vienen dando mediante nuevas metodologías que permiten estructurar procesos de mejora, incorporando al ciudadano en […]
La innovación parece ser el remedio a todos los males, la administración pública no escapa de ello, hay que innovar para tener mejores ciudades, hay que innovar para prestar mejores servicios, etc. Las formas de innovación en lo público se vienen dando mediante nuevas metodologías que permiten estructurar procesos de mejora, incorporando al ciudadano en el centro de dicho proceso. A esta práctica se le ha denominado “co-creación”.
La co-creación no parte de la idea de prestar servicios para los ciudadanos, como quizá se hacía bajo el paradigma de la nueva gestión pública, sino de la de prestar servicios con los ciudadanos. Es decir, la co-creación no se trata de un proceso en el que se le pregunta al ciudadano sobre sus necesidades, bajo la premisa que ellos saben muy bien lo que necesita; se trata, en cambio, de identificarlas con él, de diseñar, y hacerlo participe en la ejecución de la solución.
Mientras eso ocurre en el mundo, en nuestro país, esta semana me tope con un alto funcionario del Gobierno, a quién esta tendencia no parece agradar o no entender. El funcionario cuestionó la idoneidad de incorporar a los ciudadanos en tal grado, por que por ejemplo en su experiencia, cada vez que se acercaban a los agricultores de las regiones para preguntarles qué necesitaban, ellos pedían más créditos blandos o financiación. Naturalmente, el funcionario estaba confundiendo la co-creación con la carta a los reyes magos. En este caso, la co-creación implica integrar a los campesinos en la toma de decisiones, porque son ellos los que conocen sus necesidades, tal y como lo plantea el informe de la misión de desarrollo rural.
Como escenarios de co-creación se ha generado los llamados laboratorios de políticas. Estos laboratorios, que surgieron en el sector privado y poco a poco han migrado al sector público, constituyen un espacio del cual se desprenden nuevas estrategias o políticas mediante una metodología basada en el humano, y diseñadas tanto por funcionarios como por ciudadanos.
La co-creación es un campo poco explorado en lo local y puede ser un instrumento interesante para focalizar la atención de las demandas ciudadanas. No confunda las mesas de participación de los planes de desarrollo como espacio de co-creación, por cuanto en estas solo se identifica la necesidad con el ciudadano, y no se le vincula al diseño y a la implementación de la solución.
Estimados lectores, temas como este no son una sofisticación, son cotidianos y de sentido común, así que invito a nuestras organizaciones públicas a que se atrevan a explorar y a subirse a estas tendencias, no demanda ni más recursos ni más personal, requieren de visión y ganas de aumentar los resultados.