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General - 19 junio, 2013

Clínicas de Valledupar en urgencias

La urgencia de la Clínica del Cesar es nuestro tema de hoy que abordará las dificultades que enfrenta en la atención de los pacientes. Nos habló el doctor Juan Esteban Sánchez.

Por Mary Daza Orozco

El coordinador médico de las urgencias de la Clínica del Cesar, doctor Juan Esteban Sánchez, nos habla de las debilidades más protuberantes que se enfrentan en la prestación del servicio.

El Pilón. ¿Qué dificulta una eficiente atención en urgencias?

Juan Esteban Sánchez. La falta de educación continua y adecuada de lo que es P y P a nivel de las EPS hacia lo que son las IPS es uno delos factores que hacen que urgencias se vean colapsadas, porque llegan muchos pacientes que no son para urgencias sino para consulta externa. Esto sucede porque  las secretarias o enfermeras de las Empresas Prestadoras de Salud, sin que los médicos vean a los pacientes, los derivan a llenar las urgencias, a solicitar citas prioritarias o de consulta externa.

EP. Entonces, ¿no son eficientes las EPS?

JES: No, porque de nada sirve que el médico general o el especialista atienda, maneje, dé orientación, le mande laboratorio, medique al paciente, si su EPS no le presta atención, no le proporciona los medicamentos de control, no le dan las citas para los seguimientos con los diferentes especialistas, hasta el punto de que muchas veces los coordinadores de la mayoría de las EPS anulan las órdenes, las borran, dicen que no son pertinentes, solo para ahorrarse el rubro, y como tienen ‘capitados’ algunos servicios, se ahorran el rubro, entonces los damnificados son los usuarios y la clínicas porque ellos asumen que las clínicas deben aportarles los medicamentos entonces se habla mal de ellas.

EP. ¿Falta educación en la relación médico paciente?

JES. Sí, falta sutileza, cortesía tanto de parte del médico como del paciente. El médico debe presentarse ante el paciente, saludar con amabilidad, el saludo le da seguridad al paciente, así sea un niño, adulto mayor, paciente psiquiátrico; el saludo les transmite confianza, porque ellos llegan con una serie de patologías que los mantienen prevenidos, los vuelven agresivos o toscos, si no se tratan con afecto y se les escucha, el proceso se vuelve difícil.

EP. Los pacientes se quejan de que se llenan muchos papeles antes de atenderlos.

JES. Todo tiene un proceso, un protocolo que es necesario seguir, hay que hacerle el triage al paciente, indagarle sobre sus antecedentes, patologías, preguntarle  y eso queda asentado en un documento legal que es la Historia Clínica. Ahora, que si el paciente llega con una urgencia vital se le atiende enseguida y se le va haciendo la historia al tiempo.

EP. ¿Son suficientes los médicos para urgencias?

JES. De las clínicas que mayor volumen de médicos maneja es esta, son 8, dos en el área de observación, 6 en consultorios y reanimación; pero eso no quiere decir que en algunas ocasiones, como ahora cuando hay tantas virosis, se registren incapacidades y es difícil encontrar médicos idóneos. También otros se van en busca de mejor calidad de vida a otras instituciones o para hacer alguna especialización.

Habla la gerente

La odontóloga Odalis González Sánchez, es la gerente de la Clínica del Cesar, nos contó de planes para la clínica y es una defensora elogiosa del cuerpo médico que allí labora.

El Pilón. Se quejan los usuarios de lo pequeña que es la sala de espera.

Odalis González Sánchez. Tienen razón, esa es una de nuestras debilidades, pero ya tenemos planes para ampliarla y para la construcción de dos pisos más. El problema se agrava con la poca efectividad del primer nivel de las EPS, que descuidan a los usuarios, no le prestan la atención debida, ejemplo a un hipertenso no le dan medicamentos o el tratamiento adecuado y él se viene para acá donde lo atienden más rápido y en el peor de los casos llega complicado.

EP. ¿Los atienden a todos?

OGS. Sí, es un compromiso social, si alguien viene muy enfermo se le atiende aunque no tenga el carné.

EP. ¿Qué tienen de especial sus médicos?

OGS. Lo normal, que los médicos, para atender en urgencias deben tener por lo menos un diplomado en ese campo. Los que tenemos están altamente calificados, aunque a veces necesitamos médicos y no se consiguen con la idoneidad que exigimos. 

EP. ¿Dificultad que afronta?

OGS. La sangre. No hay un banco de sangre y aquí, en la región, no hay una cultura de donación de sangre.

EPS. ¿Qué le diría a los usuarios de urgencias?

OGS. Qué no vengan con tantos acompañantes, porque se congestiona el recinto; especialmente las que van a dar a luz traen mucha gente.

La culpa no es de los médicos.

Somos seres humanos con una tendencia a extraviarnos en los laberintos de la cultura que imponen los pueblos, vamos por una ruta trazada por un dedo sabio, en la que encontramos alegrías y tristezas, orden y desafueros, somos autores de lo que padecemos. Es así que en este trabajo, metiéndome por los entresijos de las urgencias he visto la condición humana pisoteada por sistemas impuestos por nosotros mismos; aniquilada por la enfermedad, que la lleva al grado de desamparo, ese deterioro de un ser lo vi en Urgencias de la Clínica del Cesar, estaba allí en una camilla, en una salita de observación, parecía un guiñapo, le faltaba una pierna y sus gritos adoloridos erizaban la piel. Diabético y con un nuevo pronóstico: pancreatitis.

Se acercaba la medianoche y el dolor de cabeza, de todo el día, arreció de manera alarmante, fui a buscar ayuda; llegué a urgencias, a pesar del malestar, me animó el deseo de estar allí para ver qué pasaba, lo bueno y lo malo. Me senté a esperar mi turno, me encontré a Nelly, una amiga, atacada por una feroz virosis: ‘Tengo como dos horas de estar aquí, pero mira hay muchos, la mayoría están afectados por el abrazo de Juan Gabriel’, se sonrió y me aclaró que así le llaman desde cuando vino el divo al festival. Nos interrumpió una señora, regordeta que estaba detrás de nosotras, ‘será el abrazo de los médicos que no sirven para nada’, la miramos con reproche ¿entonces qué hacía allí?

Un voz suplicante le decía a un señor bastante mayor: ‘Abuelo, venga ya lo van a atender’, pero el señor estaba empecinado en que mejor se iba a morir en su casa, no pude ver el desenlace del episodio, porque me llamaron, alguien me conoció y me hizo el favor de pasarme rápido, se armó la tremolina, la señora regordeta y otras más dijeron en voz alta: aquí todos somos iguales, ella llegó de último, me dio pena, tenían razón, pero ni modo.

Me atendió una doctora, jovencísima, con un celular en la mano, ¿por qué las mujeres doctoras siempre andan con el celular en la mano?, sonriente me saludó, irradiaba cierta simpatía, me tomó la presión y dijo: “Está muy alta, si señora”. ¿Desde cuándo está así? Desde esta mañana cuando me hicieron una infiltración para aliviarme el brazo. ¿Qué toma para la presión?, le dije el nombre del medicamento y me preguntó ¿Y eso qué es?, quedé pasmada, le dije los componentes y buscó en su celular y dijo triunfante: si, es lo que usted dice. Me llevó a la sala de observación, ordenó de todo y dijo que se iba, que me dejaba en manos de un médico que ni me miró. 

Me senté a esperar, la cabeza ya hacía tum, tum, las enfermeras siempre sonrientes, ¡Qué bueno que sonrían, lo peor es una enfermera ceñuda!, llenaban hojas y más hojas. ¿Cuándo me van a atender? pregunté, ‘ya ahorita voy por los medicamentos’, dijo una. El señor deteriorado seguía con sus lamentos, cada uno era como una punzada en mi cabeza, de pronto llegó una enfermera con una canastilla con los análisis, una gran cantidad, el médico que ni me miró, comenzó a llamar a lista y le iba diciendo a cada paciente qué le había resultado en las pruebas de laboratorios; a uno de cuarenta años le salió todo mal, el médico dijo: ¿cuarenta años y ya nada qué hacer, no vuelvo a tomar coca cola’, las enfermeras rieron. No llegaban mis pastillas. Entró un hombre moreno como un jayán con una niñita en brazos y la compañera menudita a su lado, el doctor,cual juez leyendo sentencias, dio el veredicto: ‘Su niña tiene una infección urinaria, tiene que quedarse aquí y mañana temprano la ve la pediatra’ El gigante protestó: ‘No, la llevo a casa y la traigo temprano’. ‘Usted no puede decidir por ella’, ‘soy su padre’, intervino la jefe de enfermeras: ‘no importa, y si se la lleva hay que llamar a la policía’, salieron para pediatría. 

Llegó mi pastilla, una hora después, me hicieron los procedimientos ordenados, pero no me daban salida. En el pasillo, los que esperaban atención tenían un concierto de toses cual más ronca y extraña, los médicos iban de una salita a la otra, me parecieron muy jóvenes, no les tenía confianza, después de que la doctora que no sabía de un medicamento tan común, ¿Será que por la noche dejan a los que están empezando? y si llega un paciente grave, bueno llamarán al especialista. Lo malo es que no estaba el doctor Fredy Molina, él es garantía de que todo va bien. Empezó a ceder el dolor pero no me daban salida.

Un médico y dos enfermeras seguían llenando papeles, les pregunté ¿por qué escriben tanto? Contestó el médico: ‘la ley 100 y las demandas’. ‘¿Los demandan mucho?’‘Hay que dejar constancia de todo, porque ahora todo es tutela y demanda’. Bueno había toses, los lamentos del señor, niños que lloraban allá en pediatría, pero con todo y eso era una noche tranquila, eso creí, pero comenzó el trajín: el primero en llegar fue un accidentado, esos son los preferidos en algunas clínicas por el Soat, lo exprimen hasta más no poder. 
Me dieron salida. Cedió el dolor de cabeza, pero al salir cuando ví al paciente guiñaposo, con sus lamentos que ya eran como gorjeos de pajaritos, que lo llevaban a una ambulancia, quizás a  otra ciudad, me comenzó otra vez el tum tum. 

¡Qué profesión tan dura la del médico! Toda la noche soportando el dolor de los demás, tratando de aminorarlo. No sé cómo aguantan ese deterioro del ser humano, esos lastimeros quejidos sin eco posible, ¿Cuándo dejaremos de echarles la culpa de todo? Si bien hay unos pocos que se preocupan más por sus fincas y por su plata que por sus enfermos, la mayoría son también víctimas de las políticas gubernamentales sobre la salud, y se desesperan como los pacientes; es el país que no acaba de encontrar el norte y sigue dando tumbos, son los gobiernos, es la corrupción, es mucho más.

¿Cuándo podremos decir ¡salud! como un deseo, no como un grito desesperado?

 

 

 

 

General
19 junio, 2013

Clínicas de Valledupar en urgencias

La urgencia de la Clínica del Cesar es nuestro tema de hoy que abordará las dificultades que enfrenta en la atención de los pacientes. Nos habló el doctor Juan Esteban Sánchez.


Por Mary Daza Orozco

El coordinador médico de las urgencias de la Clínica del Cesar, doctor Juan Esteban Sánchez, nos habla de las debilidades más protuberantes que se enfrentan en la prestación del servicio.

El Pilón. ¿Qué dificulta una eficiente atención en urgencias?

Juan Esteban Sánchez. La falta de educación continua y adecuada de lo que es P y P a nivel de las EPS hacia lo que son las IPS es uno delos factores que hacen que urgencias se vean colapsadas, porque llegan muchos pacientes que no son para urgencias sino para consulta externa. Esto sucede porque  las secretarias o enfermeras de las Empresas Prestadoras de Salud, sin que los médicos vean a los pacientes, los derivan a llenar las urgencias, a solicitar citas prioritarias o de consulta externa.

EP. Entonces, ¿no son eficientes las EPS?

JES: No, porque de nada sirve que el médico general o el especialista atienda, maneje, dé orientación, le mande laboratorio, medique al paciente, si su EPS no le presta atención, no le proporciona los medicamentos de control, no le dan las citas para los seguimientos con los diferentes especialistas, hasta el punto de que muchas veces los coordinadores de la mayoría de las EPS anulan las órdenes, las borran, dicen que no son pertinentes, solo para ahorrarse el rubro, y como tienen ‘capitados’ algunos servicios, se ahorran el rubro, entonces los damnificados son los usuarios y la clínicas porque ellos asumen que las clínicas deben aportarles los medicamentos entonces se habla mal de ellas.

EP. ¿Falta educación en la relación médico paciente?

JES. Sí, falta sutileza, cortesía tanto de parte del médico como del paciente. El médico debe presentarse ante el paciente, saludar con amabilidad, el saludo le da seguridad al paciente, así sea un niño, adulto mayor, paciente psiquiátrico; el saludo les transmite confianza, porque ellos llegan con una serie de patologías que los mantienen prevenidos, los vuelven agresivos o toscos, si no se tratan con afecto y se les escucha, el proceso se vuelve difícil.

EP. Los pacientes se quejan de que se llenan muchos papeles antes de atenderlos.

JES. Todo tiene un proceso, un protocolo que es necesario seguir, hay que hacerle el triage al paciente, indagarle sobre sus antecedentes, patologías, preguntarle  y eso queda asentado en un documento legal que es la Historia Clínica. Ahora, que si el paciente llega con una urgencia vital se le atiende enseguida y se le va haciendo la historia al tiempo.

EP. ¿Son suficientes los médicos para urgencias?

JES. De las clínicas que mayor volumen de médicos maneja es esta, son 8, dos en el área de observación, 6 en consultorios y reanimación; pero eso no quiere decir que en algunas ocasiones, como ahora cuando hay tantas virosis, se registren incapacidades y es difícil encontrar médicos idóneos. También otros se van en busca de mejor calidad de vida a otras instituciones o para hacer alguna especialización.

Habla la gerente

La odontóloga Odalis González Sánchez, es la gerente de la Clínica del Cesar, nos contó de planes para la clínica y es una defensora elogiosa del cuerpo médico que allí labora.

El Pilón. Se quejan los usuarios de lo pequeña que es la sala de espera.

Odalis González Sánchez. Tienen razón, esa es una de nuestras debilidades, pero ya tenemos planes para ampliarla y para la construcción de dos pisos más. El problema se agrava con la poca efectividad del primer nivel de las EPS, que descuidan a los usuarios, no le prestan la atención debida, ejemplo a un hipertenso no le dan medicamentos o el tratamiento adecuado y él se viene para acá donde lo atienden más rápido y en el peor de los casos llega complicado.

EP. ¿Los atienden a todos?

OGS. Sí, es un compromiso social, si alguien viene muy enfermo se le atiende aunque no tenga el carné.

EP. ¿Qué tienen de especial sus médicos?

OGS. Lo normal, que los médicos, para atender en urgencias deben tener por lo menos un diplomado en ese campo. Los que tenemos están altamente calificados, aunque a veces necesitamos médicos y no se consiguen con la idoneidad que exigimos. 

EP. ¿Dificultad que afronta?

OGS. La sangre. No hay un banco de sangre y aquí, en la región, no hay una cultura de donación de sangre.

EPS. ¿Qué le diría a los usuarios de urgencias?

OGS. Qué no vengan con tantos acompañantes, porque se congestiona el recinto; especialmente las que van a dar a luz traen mucha gente.

La culpa no es de los médicos.

Somos seres humanos con una tendencia a extraviarnos en los laberintos de la cultura que imponen los pueblos, vamos por una ruta trazada por un dedo sabio, en la que encontramos alegrías y tristezas, orden y desafueros, somos autores de lo que padecemos. Es así que en este trabajo, metiéndome por los entresijos de las urgencias he visto la condición humana pisoteada por sistemas impuestos por nosotros mismos; aniquilada por la enfermedad, que la lleva al grado de desamparo, ese deterioro de un ser lo vi en Urgencias de la Clínica del Cesar, estaba allí en una camilla, en una salita de observación, parecía un guiñapo, le faltaba una pierna y sus gritos adoloridos erizaban la piel. Diabético y con un nuevo pronóstico: pancreatitis.

Se acercaba la medianoche y el dolor de cabeza, de todo el día, arreció de manera alarmante, fui a buscar ayuda; llegué a urgencias, a pesar del malestar, me animó el deseo de estar allí para ver qué pasaba, lo bueno y lo malo. Me senté a esperar mi turno, me encontré a Nelly, una amiga, atacada por una feroz virosis: ‘Tengo como dos horas de estar aquí, pero mira hay muchos, la mayoría están afectados por el abrazo de Juan Gabriel’, se sonrió y me aclaró que así le llaman desde cuando vino el divo al festival. Nos interrumpió una señora, regordeta que estaba detrás de nosotras, ‘será el abrazo de los médicos que no sirven para nada’, la miramos con reproche ¿entonces qué hacía allí?

Un voz suplicante le decía a un señor bastante mayor: ‘Abuelo, venga ya lo van a atender’, pero el señor estaba empecinado en que mejor se iba a morir en su casa, no pude ver el desenlace del episodio, porque me llamaron, alguien me conoció y me hizo el favor de pasarme rápido, se armó la tremolina, la señora regordeta y otras más dijeron en voz alta: aquí todos somos iguales, ella llegó de último, me dio pena, tenían razón, pero ni modo.

Me atendió una doctora, jovencísima, con un celular en la mano, ¿por qué las mujeres doctoras siempre andan con el celular en la mano?, sonriente me saludó, irradiaba cierta simpatía, me tomó la presión y dijo: “Está muy alta, si señora”. ¿Desde cuándo está así? Desde esta mañana cuando me hicieron una infiltración para aliviarme el brazo. ¿Qué toma para la presión?, le dije el nombre del medicamento y me preguntó ¿Y eso qué es?, quedé pasmada, le dije los componentes y buscó en su celular y dijo triunfante: si, es lo que usted dice. Me llevó a la sala de observación, ordenó de todo y dijo que se iba, que me dejaba en manos de un médico que ni me miró. 

Me senté a esperar, la cabeza ya hacía tum, tum, las enfermeras siempre sonrientes, ¡Qué bueno que sonrían, lo peor es una enfermera ceñuda!, llenaban hojas y más hojas. ¿Cuándo me van a atender? pregunté, ‘ya ahorita voy por los medicamentos’, dijo una. El señor deteriorado seguía con sus lamentos, cada uno era como una punzada en mi cabeza, de pronto llegó una enfermera con una canastilla con los análisis, una gran cantidad, el médico que ni me miró, comenzó a llamar a lista y le iba diciendo a cada paciente qué le había resultado en las pruebas de laboratorios; a uno de cuarenta años le salió todo mal, el médico dijo: ¿cuarenta años y ya nada qué hacer, no vuelvo a tomar coca cola’, las enfermeras rieron. No llegaban mis pastillas. Entró un hombre moreno como un jayán con una niñita en brazos y la compañera menudita a su lado, el doctor,cual juez leyendo sentencias, dio el veredicto: ‘Su niña tiene una infección urinaria, tiene que quedarse aquí y mañana temprano la ve la pediatra’ El gigante protestó: ‘No, la llevo a casa y la traigo temprano’. ‘Usted no puede decidir por ella’, ‘soy su padre’, intervino la jefe de enfermeras: ‘no importa, y si se la lleva hay que llamar a la policía’, salieron para pediatría. 

Llegó mi pastilla, una hora después, me hicieron los procedimientos ordenados, pero no me daban salida. En el pasillo, los que esperaban atención tenían un concierto de toses cual más ronca y extraña, los médicos iban de una salita a la otra, me parecieron muy jóvenes, no les tenía confianza, después de que la doctora que no sabía de un medicamento tan común, ¿Será que por la noche dejan a los que están empezando? y si llega un paciente grave, bueno llamarán al especialista. Lo malo es que no estaba el doctor Fredy Molina, él es garantía de que todo va bien. Empezó a ceder el dolor pero no me daban salida.

Un médico y dos enfermeras seguían llenando papeles, les pregunté ¿por qué escriben tanto? Contestó el médico: ‘la ley 100 y las demandas’. ‘¿Los demandan mucho?’‘Hay que dejar constancia de todo, porque ahora todo es tutela y demanda’. Bueno había toses, los lamentos del señor, niños que lloraban allá en pediatría, pero con todo y eso era una noche tranquila, eso creí, pero comenzó el trajín: el primero en llegar fue un accidentado, esos son los preferidos en algunas clínicas por el Soat, lo exprimen hasta más no poder. 
Me dieron salida. Cedió el dolor de cabeza, pero al salir cuando ví al paciente guiñaposo, con sus lamentos que ya eran como gorjeos de pajaritos, que lo llevaban a una ambulancia, quizás a  otra ciudad, me comenzó otra vez el tum tum. 

¡Qué profesión tan dura la del médico! Toda la noche soportando el dolor de los demás, tratando de aminorarlo. No sé cómo aguantan ese deterioro del ser humano, esos lastimeros quejidos sin eco posible, ¿Cuándo dejaremos de echarles la culpa de todo? Si bien hay unos pocos que se preocupan más por sus fincas y por su plata que por sus enfermos, la mayoría son también víctimas de las políticas gubernamentales sobre la salud, y se desesperan como los pacientes; es el país que no acaba de encontrar el norte y sigue dando tumbos, son los gobiernos, es la corrupción, es mucho más.

¿Cuándo podremos decir ¡salud! como un deseo, no como un grito desesperado?