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Columnista - 2 agosto, 2014

Clientes ariscos o comprensivos

Si por alguna razón (entre tantas que existen y que ni siquiera barruntamos), el vehículo de nuestros sueños llega incompleto o alguna de sus funciones no se encuentra por ninguna parte (por ejemplo: en esa versión no viene cierta función que debía traer el sistema de comunicaciones y entretenimiento, o la silla del conductor no […]

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Si por alguna razón (entre tantas que existen y que ni siquiera barruntamos), el vehículo de nuestros sueños llega incompleto o alguna de sus funciones no se encuentra por ninguna parte (por ejemplo: en esa versión no viene cierta función que debía traer el sistema de comunicaciones y entretenimiento, o la silla del conductor no se calienta porque hay unos cables pero faltan otros, o el carro no nos avisa que nos estamos arrimamos peligrosamente al andén y se pueden dañar los rines), en ese momento la tierra se abre bajo nuestros pies, y sentimos que nos engañaron, y que tendremos que visitar al concesionario para que en el taller de servicio arreglen el problema por garantía de fábrica, o acaben de fabricar el vehículo insitu.
Unas veces pueden agregar el componente que falta, o ajustar el sistema que no está funcionando bien, pero casi siempre el jefe del taller nos dirá con cara larga y mustia que desafortunadamente no es posible hacer el injerto porque habría que cambiar un buen pedazo del carro.
Es ahí donde se pone a prueba la habilidad del experimentado baquiano que conduce el taller de servicio, que para quitándonos la angustia y el desenfreno nos ofrece accesorios de última tecnología o unas revisiones gratis cada cierto kilometraje, logrando que las aceptemos porque estas cosas suceden hasta en las mejores familias.
Estamos en ambiente de fraternidad después de que la Selección Colombia hizo tan buen papel en el mundial de futbol, y aun escuchamos los canticos en las tribunas, y si algo de ese espíritu monachon y comprensivo se aplicara en el taller de servicio del concesionario, estaríamos dando un gran paso hacia adelante.
El cliente que no es arisco, el que entiende que perder es ganar un poco (como dijo Francisco Maturana en su momento y nadie lo entendió), vive más contento, tiene la satisfacción de haber obrado con jerarquía, y ante sus parientes y amigos crece en estatura.
Si uno pretende que sus derechos no pueden sufrir ninguna merma, posiblemente obtendrá que a ultranza se lo respeten, pero cuando le suceda algo parecido en una obligación a su cargo agradecerá el buen trato que le den para alcanzar una solución sin tanta alharaca.

Por Rodrigo Bueno Vásquez

 

Columnista
2 agosto, 2014

Clientes ariscos o comprensivos

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
Rodrigo Bueno Vásquez

Si por alguna razón (entre tantas que existen y que ni siquiera barruntamos), el vehículo de nuestros sueños llega incompleto o alguna de sus funciones no se encuentra por ninguna parte (por ejemplo: en esa versión no viene cierta función que debía traer el sistema de comunicaciones y entretenimiento, o la silla del conductor no […]


Si por alguna razón (entre tantas que existen y que ni siquiera barruntamos), el vehículo de nuestros sueños llega incompleto o alguna de sus funciones no se encuentra por ninguna parte (por ejemplo: en esa versión no viene cierta función que debía traer el sistema de comunicaciones y entretenimiento, o la silla del conductor no se calienta porque hay unos cables pero faltan otros, o el carro no nos avisa que nos estamos arrimamos peligrosamente al andén y se pueden dañar los rines), en ese momento la tierra se abre bajo nuestros pies, y sentimos que nos engañaron, y que tendremos que visitar al concesionario para que en el taller de servicio arreglen el problema por garantía de fábrica, o acaben de fabricar el vehículo insitu.
Unas veces pueden agregar el componente que falta, o ajustar el sistema que no está funcionando bien, pero casi siempre el jefe del taller nos dirá con cara larga y mustia que desafortunadamente no es posible hacer el injerto porque habría que cambiar un buen pedazo del carro.
Es ahí donde se pone a prueba la habilidad del experimentado baquiano que conduce el taller de servicio, que para quitándonos la angustia y el desenfreno nos ofrece accesorios de última tecnología o unas revisiones gratis cada cierto kilometraje, logrando que las aceptemos porque estas cosas suceden hasta en las mejores familias.
Estamos en ambiente de fraternidad después de que la Selección Colombia hizo tan buen papel en el mundial de futbol, y aun escuchamos los canticos en las tribunas, y si algo de ese espíritu monachon y comprensivo se aplicara en el taller de servicio del concesionario, estaríamos dando un gran paso hacia adelante.
El cliente que no es arisco, el que entiende que perder es ganar un poco (como dijo Francisco Maturana en su momento y nadie lo entendió), vive más contento, tiene la satisfacción de haber obrado con jerarquía, y ante sus parientes y amigos crece en estatura.
Si uno pretende que sus derechos no pueden sufrir ninguna merma, posiblemente obtendrá que a ultranza se lo respeten, pero cuando le suceda algo parecido en una obligación a su cargo agradecerá el buen trato que le den para alcanzar una solución sin tanta alharaca.

Por Rodrigo Bueno Vásquez