Publicidad
Categorías
Categorías
Columnista - 3 febrero, 2015

Ciudades de papel maché

Hace menos de dos años, la mustia tranquilidad nocturna de Medellín se vio interrumpida por un estruendo que confundió a quienes les alcanzaron a percibir entre el sueño y sus obligaciones. Al día siguiente todo el país se enteró de que la Torre 6 del edificio Space se había precipitado a tierra como un castillo […]

Boton Wpp

Hace menos de dos años, la mustia tranquilidad nocturna de Medellín se vio interrumpida por un estruendo que confundió a quienes les alcanzaron a percibir entre el sueño y sus obligaciones. Al día siguiente todo el país se enteró de que la Torre 6 del edificio Space se había precipitado a tierra como un castillo de naipes con fallas estructurales en algún 5 de picas o J de diamantes. Con la indignación llegaron los medios, con los medios el espectáculo, con el espectáculo las respuestas titubeantes y con ellas las demandas que aún hoy no se han terminado de resolver sin saber si verán un fallo en un futuro cercano.

Creímos que el país había aprendido la lección sobre lo que no hay que hacer en materia de construcciones, pero nos equivocamos. Ayer un puente peatonal en plena ejecución y ad portas de ser entregado al Ejército Nacional colapsó en medio de una de las arterias de Bogotá durante las pruebas de resistencia que le practicaban. La buena noticia es que las pruebas de resistencia fueron exitosas evitando una tragedia mayor, tanto así que demostraron con creces la inestabilidad de la estructura. La mala noticia es que queda en el aire la pregunta de qué rara enfermedad está azotando a la ingeniería colombiana.
Dos episodios singulares desde 2013, ambos sin las repercusiones mortales que pudieron llegar a tener gracias a las situaciones particulares que atravesaba cada uno en su momento. Un edificio en avanzado estado de evacuación y un puente peatonal sin inauguración son dos afortunadas contingencias de la Divina Providencia que nos deben enviar un mensaje claro, algo anda mal. Seguramente el problema no está en la preparación académica de nuestros ingenieros, la cual no me queda duda que es de altísima calidad en su nada modesta mayoría, si no en las decisiones de negocios que rodean el levantamiento de una mole de cemento y ladrillo.

Adicionalmente, la reglamentación de licitaciones y responsabilidad del constructor tiene que tapar los agujeros por los cuales se le filtra el agua. Exigir experiencia suficiente en calidad aunque no sea tanta en cantidad, poseer incorruptibles órganos severos de control e interventoría que prendan las alarmas ante el primer granito que vean fuera de su lugar y sanciones ejemplares para quienes quieran pasarse de listos con movidas astutas que puedan llegar a comprometer la obra, son elementos que hacen falta reforzar como cualquier proyecto arquitectónico lo requiere cuando llega la hora de corregir errores.

Dos situaciones lamentables y vergonzosas en las dos principales urbes de Colombia nos hacen respirar la zozobra de estar viviendo en ciudades de papel maché. Claro que siempre existen las pólizas y alguna aseguradora eventualmente saldrá a pagar los daños, pero también es una buena idea hacer las cosas bien para dejar de aplastar vidas, literalmente, por la irresponsabilidad de unos cuantos.

Obiter Dictum: Y el ICBF sorprendió al país dando su beneplácito a la Corte Constitucional para la adopción de parejas homosexuales y pues una o dos cosas sobre niños sabrán ellos, no? Adelante, magistrados.

Columnista
3 febrero, 2015

Ciudades de papel maché

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
Fuad Gonzalo Chacon

Hace menos de dos años, la mustia tranquilidad nocturna de Medellín se vio interrumpida por un estruendo que confundió a quienes les alcanzaron a percibir entre el sueño y sus obligaciones. Al día siguiente todo el país se enteró de que la Torre 6 del edificio Space se había precipitado a tierra como un castillo […]


Hace menos de dos años, la mustia tranquilidad nocturna de Medellín se vio interrumpida por un estruendo que confundió a quienes les alcanzaron a percibir entre el sueño y sus obligaciones. Al día siguiente todo el país se enteró de que la Torre 6 del edificio Space se había precipitado a tierra como un castillo de naipes con fallas estructurales en algún 5 de picas o J de diamantes. Con la indignación llegaron los medios, con los medios el espectáculo, con el espectáculo las respuestas titubeantes y con ellas las demandas que aún hoy no se han terminado de resolver sin saber si verán un fallo en un futuro cercano.

Creímos que el país había aprendido la lección sobre lo que no hay que hacer en materia de construcciones, pero nos equivocamos. Ayer un puente peatonal en plena ejecución y ad portas de ser entregado al Ejército Nacional colapsó en medio de una de las arterias de Bogotá durante las pruebas de resistencia que le practicaban. La buena noticia es que las pruebas de resistencia fueron exitosas evitando una tragedia mayor, tanto así que demostraron con creces la inestabilidad de la estructura. La mala noticia es que queda en el aire la pregunta de qué rara enfermedad está azotando a la ingeniería colombiana.
Dos episodios singulares desde 2013, ambos sin las repercusiones mortales que pudieron llegar a tener gracias a las situaciones particulares que atravesaba cada uno en su momento. Un edificio en avanzado estado de evacuación y un puente peatonal sin inauguración son dos afortunadas contingencias de la Divina Providencia que nos deben enviar un mensaje claro, algo anda mal. Seguramente el problema no está en la preparación académica de nuestros ingenieros, la cual no me queda duda que es de altísima calidad en su nada modesta mayoría, si no en las decisiones de negocios que rodean el levantamiento de una mole de cemento y ladrillo.

Adicionalmente, la reglamentación de licitaciones y responsabilidad del constructor tiene que tapar los agujeros por los cuales se le filtra el agua. Exigir experiencia suficiente en calidad aunque no sea tanta en cantidad, poseer incorruptibles órganos severos de control e interventoría que prendan las alarmas ante el primer granito que vean fuera de su lugar y sanciones ejemplares para quienes quieran pasarse de listos con movidas astutas que puedan llegar a comprometer la obra, son elementos que hacen falta reforzar como cualquier proyecto arquitectónico lo requiere cuando llega la hora de corregir errores.

Dos situaciones lamentables y vergonzosas en las dos principales urbes de Colombia nos hacen respirar la zozobra de estar viviendo en ciudades de papel maché. Claro que siempre existen las pólizas y alguna aseguradora eventualmente saldrá a pagar los daños, pero también es una buena idea hacer las cosas bien para dejar de aplastar vidas, literalmente, por la irresponsabilidad de unos cuantos.

Obiter Dictum: Y el ICBF sorprendió al país dando su beneplácito a la Corte Constitucional para la adopción de parejas homosexuales y pues una o dos cosas sobre niños sabrán ellos, no? Adelante, magistrados.