No puede haber seguridad y defensa “exclusivamente en manos del Estado”, sin la ciudadanía. Y los ‘antecedentes’ sirven para no repetir los errores.
Se hizo en Valledupar el lanzamiento de los frentes de seguridad solidarios. Es de entenderse que un evento de ese tipo no podía hacerse sin la autorización o aceptación de la Fuerza Pública. La dirección de la Policía Nacional lo vio favorable, ha manifestado José Félix Lafaurie, dirigente de los ganaderos, pues no es diferente de lo que se viene haciendo hace mucho tiempo en las ciudades e incluso en ciertas áreas rurales, sin tanta estridencia ni publicidad. Es normal la colaboración de la gente con la fuerza del Estado, sin el uso de armas, pero sí con algún grado de organización y logística. Escuchamos a la senadora Imelda Daza decir públicamente que no se oponía a esos frentes, aunque, con razón, advertía que no podía derivar en un grupo de autodefensa armado contrariando el deseable y constitucional monopolio estatal de la fuerza.
No puede haber seguridad y defensa “exclusivamente en manos del Estado”, sin la ciudadanía. Y los ‘antecedentes’ sirven para no repetir los errores.
Sectores progresistas y de izquierda asocian erradamente la seguridad como propio de los adversarios políticos (idea de derecha, lo tildan), y no lo asumen como el primer derecho humano: el derecho a la vida y a la tranquilidad; hay evidencias de qué está pasando con esos derechos en ciudades y campos. El Estado sin el ciudadano y su deber de colaboración no es eficaz en la protección de los derechos.
Mientras tanto… los nuevos ‘paras’ se apoderan de nuestro territorio; así como la minería ilegal ha desplazado a la minería legal, como el cultivo ilícito desplaza al cultivo legal, y como la informalidad desplaza al empleo formal y legal. Ahí vamos.
Recientemente Radio Guatapurí se manifestó editorialmente recordando la cantidad de hechos contra la gente del campo, en posición benevolente frente a la iniciativa.
Rechazamos la estigmatización, en especial del gremio ganadero, cuya actividad no se puede asociar peyorativamente como de ricos.
Son cientos de miles de familias en el país que tienen pequeñas ganaderías. Aunque puede haber algunos hacendados pudientes, como en toda clase de negocios, los más sobresalientes sólo lo son en el ámbito local de ciudades pequeñas e intermedias de Colombia. Lejos está un gran ganadero de la riqueza de las grandes sociedades, financieras, bursátiles, industriales, tecnológicas o de servicios. Hace más de un siglo los ganaderos con grandes extensiones -como los que hubo en la región y que ilustra en un interesante libro sobre la Hacienda Las Cabezas el economista Adolfo Meissel- eran los poderosos ‘cacaos’ de la riqueza nacional. Hoy se reducen a ‘ricos de pueblo’. El propósito del gobierno Petro de adquirir en el departamento en su cuatrienio 150.000 hectáreas, área equivalente a las otroras sembradas de algodón, no debería empañarse en medio de la retornada zozobra del hurto, la invasión armada, el secuestro y la extorsión.
Es un error pensar que en la ciudad se puede hacer un frente de colaboración ciudadana y no en el campo, donde no solo hay ganaderos, por los fantasmas del pasado.
Nota final: nos llegan quejas sobre incrementos desbordados de avalúos catastrales en Valledupar, base para el cobro de los impuestos prediales; no obstante, el descuento por pronto pago, el valor a pagar se torna en demasiado. Tema por abordar en próximos días.
No puede haber seguridad y defensa “exclusivamente en manos del Estado”, sin la ciudadanía. Y los ‘antecedentes’ sirven para no repetir los errores.
Se hizo en Valledupar el lanzamiento de los frentes de seguridad solidarios. Es de entenderse que un evento de ese tipo no podía hacerse sin la autorización o aceptación de la Fuerza Pública. La dirección de la Policía Nacional lo vio favorable, ha manifestado José Félix Lafaurie, dirigente de los ganaderos, pues no es diferente de lo que se viene haciendo hace mucho tiempo en las ciudades e incluso en ciertas áreas rurales, sin tanta estridencia ni publicidad. Es normal la colaboración de la gente con la fuerza del Estado, sin el uso de armas, pero sí con algún grado de organización y logística. Escuchamos a la senadora Imelda Daza decir públicamente que no se oponía a esos frentes, aunque, con razón, advertía que no podía derivar en un grupo de autodefensa armado contrariando el deseable y constitucional monopolio estatal de la fuerza.
No puede haber seguridad y defensa “exclusivamente en manos del Estado”, sin la ciudadanía. Y los ‘antecedentes’ sirven para no repetir los errores.
Sectores progresistas y de izquierda asocian erradamente la seguridad como propio de los adversarios políticos (idea de derecha, lo tildan), y no lo asumen como el primer derecho humano: el derecho a la vida y a la tranquilidad; hay evidencias de qué está pasando con esos derechos en ciudades y campos. El Estado sin el ciudadano y su deber de colaboración no es eficaz en la protección de los derechos.
Mientras tanto… los nuevos ‘paras’ se apoderan de nuestro territorio; así como la minería ilegal ha desplazado a la minería legal, como el cultivo ilícito desplaza al cultivo legal, y como la informalidad desplaza al empleo formal y legal. Ahí vamos.
Recientemente Radio Guatapurí se manifestó editorialmente recordando la cantidad de hechos contra la gente del campo, en posición benevolente frente a la iniciativa.
Rechazamos la estigmatización, en especial del gremio ganadero, cuya actividad no se puede asociar peyorativamente como de ricos.
Son cientos de miles de familias en el país que tienen pequeñas ganaderías. Aunque puede haber algunos hacendados pudientes, como en toda clase de negocios, los más sobresalientes sólo lo son en el ámbito local de ciudades pequeñas e intermedias de Colombia. Lejos está un gran ganadero de la riqueza de las grandes sociedades, financieras, bursátiles, industriales, tecnológicas o de servicios. Hace más de un siglo los ganaderos con grandes extensiones -como los que hubo en la región y que ilustra en un interesante libro sobre la Hacienda Las Cabezas el economista Adolfo Meissel- eran los poderosos ‘cacaos’ de la riqueza nacional. Hoy se reducen a ‘ricos de pueblo’. El propósito del gobierno Petro de adquirir en el departamento en su cuatrienio 150.000 hectáreas, área equivalente a las otroras sembradas de algodón, no debería empañarse en medio de la retornada zozobra del hurto, la invasión armada, el secuestro y la extorsión.
Es un error pensar que en la ciudad se puede hacer un frente de colaboración ciudadana y no en el campo, donde no solo hay ganaderos, por los fantasmas del pasado.
Nota final: nos llegan quejas sobre incrementos desbordados de avalúos catastrales en Valledupar, base para el cobro de los impuestos prediales; no obstante, el descuento por pronto pago, el valor a pagar se torna en demasiado. Tema por abordar en próximos días.