Quienes visitan esta ciudad quedan embelesados con su diversidad nativa y su riqueza gastronómica.
¡Qué orgullo ser de Valledupar!, ¡sus árboles, brisas, ríos y tradiciones hacen de esta una ciudad única! Así como estas son muchas las frases que se escuchan en los callejones de esta tierra donde se encuentra el esplendor de la naturaleza, la grandeza e inmensidad del río Guatapurí y, sobre todo, su gente de talento innato que sobrepasa cualquier frontera, tanto así que es reconocida internacionalmente por ser la capital del vallenato.
Son muchos quienes desean llegar y conocer cada rincón de este territorio que entre sus calles guarda historias llenas de realidad e imaginación, esas que por generaciones han logrado envolver a los turistas y los han encantado con las costumbres y leyendas propias de nuestra identidad.
Indudablemente Valledupar ha cambiado, pero sigue conservando su mágica brisa y calor humano. En los últimos años se han visto importantes factores de desarrollo, donde la arquitectura colonial se mezcla con modernas edificaciones. “Han surgido hermosos centros comerciales, grandes avenidas y se aprecian indígenas que conservan sus culturas. Quizá nosotros no valoremos estas cosas porque las vemos todos los días, pero es algo que sorprende positivamente a todo el que viene a visitarnos”, afirmó el historiador Tomás Darío Gutiérrez.
Aunque las casitas de bahareque que menciona Fernando Dangond en su composición ‘Nació mi poesía’ han ido desapareciendo con el tiempo, en algunos lugares emblemáticos de nuestra ciudad se pueden ver esas amplias casonas con ventanales de madera y techos de teja de barro anaranjado, que sin duda embellecen aún más las calles.
“Valledupar es una ciudad río; ciudad de paisajes, montañas, alegrías, canciones, composiciones y folclor; una ciudad rica y llena de tradiciones. Nuestro palo de mango en la plaza Alfonso López es una reliquia; así como García Márquez hablaba del olor a la guayaba nosotros claramente podemos hablar del olor a mango, ya que en cualquier lugar donde caminemos hay uno”, expresó inspirada Mary Saurith Ortega, miembro de la fundación Amigos del Viejo Valledupar, Aviva.
Lea también: ¿De quién es el espacio público en el centro de Valledupar?
El folclor es una reafirmación de nuestra propia identidad cultural, la cual se transmite de generación en generación. Adentrarse en la cultura, música y tradiciones de Valledupar significa rememorar la imagen de sus juglares vallenatos y su capital humano de incalculable valor y gallardía.
No obstante, según expresó Gutierrez, lastimosamente la música vallenata hoy en día se encuentra sumida en una inadmisible comercialización que menoscaba y deteriora las verdaderas raíces anecdóticas, líricas, poéticas, paisajísticas y costumbristas del vallenato tradicional. “Cuando los elementos culturales ya no sólo se hacen para beneplácito y para identidad, sino para comercialización, entonces se producen las cosas según el gusto del consumidor y eso termina siendo nefasto para la identidad en particular”, afirmó.
En cuanto a la culinaria, la muralista Yarime Lobo afirmó que el símbolo gastronómico es el ‘fuego’ de donde se generan las tradiciones vallenatas, por lo que es indispensable darle el valor que representa. “Toda nuestra cultura se genera desde la cocina. Está el ejemplo de las arepitas de queso, el queque, la chiricana, los dulces, la carne molida, el chicharrón y otras preparaciones. ¡Valledupar es maternal, centenaria y bravía como el himno que la representa!”.
Cuando se habla del viejo Valle e incluso de los habitantes nativos las personas hacen referencia a los valores y comportamientos propios de alguien nacido en esta ciudad. De este modo quienes llevan viviendo toda su vida en la capital del Cesar aseguran que actualmente hay muchas cosas que repelen como la violencia, la inmoralidad, la disminución de los principios morales y demás porque son acciones que no pertenecen a esta región del país.
Los vallenatos se caracterizan por su don de servir, por su amabilidad y por ser hospitalarios. Gutiérrez expresó que Valledupar es visitada porque es una zona en la cual se habla diferente a otras regiones: “La atracción turística depende de la búsqueda de la diferencia, mientras seamos diferentes seremos atractivos y cuando seamos iguales a todo el mundo no atraeremos a nadie porque no hay nada nuevo que ver”.
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A su turno, Lobo se unió a la opinión del historiador y aseveró que la única manera de reactivar la ciudad es manteniendo viva la memoria mediante simbolismos que recuerden de dónde emergen las culturas. “De Valledupar me gustan las leyendas que hay en cada calle, las historias que se esconden detrás de las viviendas, la magia de los seres que allí vivieron y que a través de los ojos del alma los puedo sentir y puedo comprender por qué el vallenato es poesía”, acotó.
Ortega recalcó que todo esfuerzo sincero que se haga para rescatar la huella cultural innata que caracteriza la tierra del Cacique Upar es importante, razón por la cual desde la fundación recopilan la identidad tradicional y ancestral con el fin de conservarla. “Si nosotros no inyectamos ese amor y ese sentido de pertenencia a los jóvenes estamos perdidos porque los jóvenes de hoy en día no se preocupan por eso”, indicó.
Tomás Darío contó que Valledupar tiene una etapa prehispánica, por lo tanto, los orígenes se remontan a épocas que se salen del conocimiento del hombre. Esta zona del país era la capital de todo el Valle y comenzó siendo una tierra habitada por la tribu Chimila, y dentro de ella, la máxima autoridad de aquel pueblo indígena era el ‘Cacique Upar’.
Hace más de 400 años se comenzó a llamar ‘Valle del Cacique Upar’ a la capital del Cesar y con el tiempo fue simplificada a Valledupar. Además, la fecha de su fundación (6 de enero) coincide con la celebración de los Santos Reyes, de ahí su seudónimo como ‘Ciudad de los Santos Reyes’.
Por: Ketty Gutiérrez Maestre/EL PILÓN
Quienes visitan esta ciudad quedan embelesados con su diversidad nativa y su riqueza gastronómica.
¡Qué orgullo ser de Valledupar!, ¡sus árboles, brisas, ríos y tradiciones hacen de esta una ciudad única! Así como estas son muchas las frases que se escuchan en los callejones de esta tierra donde se encuentra el esplendor de la naturaleza, la grandeza e inmensidad del río Guatapurí y, sobre todo, su gente de talento innato que sobrepasa cualquier frontera, tanto así que es reconocida internacionalmente por ser la capital del vallenato.
Son muchos quienes desean llegar y conocer cada rincón de este territorio que entre sus calles guarda historias llenas de realidad e imaginación, esas que por generaciones han logrado envolver a los turistas y los han encantado con las costumbres y leyendas propias de nuestra identidad.
Indudablemente Valledupar ha cambiado, pero sigue conservando su mágica brisa y calor humano. En los últimos años se han visto importantes factores de desarrollo, donde la arquitectura colonial se mezcla con modernas edificaciones. “Han surgido hermosos centros comerciales, grandes avenidas y se aprecian indígenas que conservan sus culturas. Quizá nosotros no valoremos estas cosas porque las vemos todos los días, pero es algo que sorprende positivamente a todo el que viene a visitarnos”, afirmó el historiador Tomás Darío Gutiérrez.
Aunque las casitas de bahareque que menciona Fernando Dangond en su composición ‘Nació mi poesía’ han ido desapareciendo con el tiempo, en algunos lugares emblemáticos de nuestra ciudad se pueden ver esas amplias casonas con ventanales de madera y techos de teja de barro anaranjado, que sin duda embellecen aún más las calles.
“Valledupar es una ciudad río; ciudad de paisajes, montañas, alegrías, canciones, composiciones y folclor; una ciudad rica y llena de tradiciones. Nuestro palo de mango en la plaza Alfonso López es una reliquia; así como García Márquez hablaba del olor a la guayaba nosotros claramente podemos hablar del olor a mango, ya que en cualquier lugar donde caminemos hay uno”, expresó inspirada Mary Saurith Ortega, miembro de la fundación Amigos del Viejo Valledupar, Aviva.
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El folclor es una reafirmación de nuestra propia identidad cultural, la cual se transmite de generación en generación. Adentrarse en la cultura, música y tradiciones de Valledupar significa rememorar la imagen de sus juglares vallenatos y su capital humano de incalculable valor y gallardía.
No obstante, según expresó Gutierrez, lastimosamente la música vallenata hoy en día se encuentra sumida en una inadmisible comercialización que menoscaba y deteriora las verdaderas raíces anecdóticas, líricas, poéticas, paisajísticas y costumbristas del vallenato tradicional. “Cuando los elementos culturales ya no sólo se hacen para beneplácito y para identidad, sino para comercialización, entonces se producen las cosas según el gusto del consumidor y eso termina siendo nefasto para la identidad en particular”, afirmó.
En cuanto a la culinaria, la muralista Yarime Lobo afirmó que el símbolo gastronómico es el ‘fuego’ de donde se generan las tradiciones vallenatas, por lo que es indispensable darle el valor que representa. “Toda nuestra cultura se genera desde la cocina. Está el ejemplo de las arepitas de queso, el queque, la chiricana, los dulces, la carne molida, el chicharrón y otras preparaciones. ¡Valledupar es maternal, centenaria y bravía como el himno que la representa!”.
Cuando se habla del viejo Valle e incluso de los habitantes nativos las personas hacen referencia a los valores y comportamientos propios de alguien nacido en esta ciudad. De este modo quienes llevan viviendo toda su vida en la capital del Cesar aseguran que actualmente hay muchas cosas que repelen como la violencia, la inmoralidad, la disminución de los principios morales y demás porque son acciones que no pertenecen a esta región del país.
Los vallenatos se caracterizan por su don de servir, por su amabilidad y por ser hospitalarios. Gutiérrez expresó que Valledupar es visitada porque es una zona en la cual se habla diferente a otras regiones: “La atracción turística depende de la búsqueda de la diferencia, mientras seamos diferentes seremos atractivos y cuando seamos iguales a todo el mundo no atraeremos a nadie porque no hay nada nuevo que ver”.
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A su turno, Lobo se unió a la opinión del historiador y aseveró que la única manera de reactivar la ciudad es manteniendo viva la memoria mediante simbolismos que recuerden de dónde emergen las culturas. “De Valledupar me gustan las leyendas que hay en cada calle, las historias que se esconden detrás de las viviendas, la magia de los seres que allí vivieron y que a través de los ojos del alma los puedo sentir y puedo comprender por qué el vallenato es poesía”, acotó.
Ortega recalcó que todo esfuerzo sincero que se haga para rescatar la huella cultural innata que caracteriza la tierra del Cacique Upar es importante, razón por la cual desde la fundación recopilan la identidad tradicional y ancestral con el fin de conservarla. “Si nosotros no inyectamos ese amor y ese sentido de pertenencia a los jóvenes estamos perdidos porque los jóvenes de hoy en día no se preocupan por eso”, indicó.
Tomás Darío contó que Valledupar tiene una etapa prehispánica, por lo tanto, los orígenes se remontan a épocas que se salen del conocimiento del hombre. Esta zona del país era la capital de todo el Valle y comenzó siendo una tierra habitada por la tribu Chimila, y dentro de ella, la máxima autoridad de aquel pueblo indígena era el ‘Cacique Upar’.
Hace más de 400 años se comenzó a llamar ‘Valle del Cacique Upar’ a la capital del Cesar y con el tiempo fue simplificada a Valledupar. Además, la fecha de su fundación (6 de enero) coincide con la celebración de los Santos Reyes, de ahí su seudónimo como ‘Ciudad de los Santos Reyes’.
Por: Ketty Gutiérrez Maestre/EL PILÓN