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Columnista - 23 julio, 2016

Ciegos nosotros

De atrevido, le tomo prestado el título de la maravillosa obra ganadora de la Canción Inédita en el Festival Vallenato 2011, a mi amigo el talentoso compositor Adrián Pablo Villamizar, sin duda un ‘Apóstol’ del vallenato y quien a propósito fue merecidamente homenajeado en el Festival de la Patilla en La Peña, La Guajira, este […]

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De atrevido, le tomo prestado el título de la maravillosa obra ganadora de la Canción Inédita en el Festival Vallenato 2011, a mi amigo el talentoso compositor Adrián Pablo Villamizar, sin duda un ‘Apóstol’ del vallenato y quien a propósito fue merecidamente homenajeado en el Festival de la Patilla en La Peña, La Guajira, este año. La hermosa canción fue inspirada en uno de los juglares más prolíficos que ha tenido la música vallenata, el maestro Leandro Díaz Duarte, un hombre de una inteligencia realmente sorprendente, no basándonos en el hecho de ser ciego, porque tengamos en cuenta que lo es de nacimiento y muy a pesar de “ver la realidad desde otra óptica” o más bien palpar la vida desde otra percepción (por lo cual muchas aseguran que Díaz siempre vio con los ojos del alma), aunque la carencia del don de la vista le pudo causar dificultades, en verdad no le impidió convertirse en leyenda.

Es increíble su vasta obra, su poesía, sus parábolas, su narración, su sensibilidad y la increíble habilidad de hilvanar un verso con otro, con unas encantadoras melodías, dignas de admiración, lo realmente sorprendente del ‘Homero’ del vallenato, es que muy a pesar de haber nacido en las más precarias condiciones, de haberse cruzado con un sinfín de obstáculos y adversidades y sobre todo de no haber tenido la oportunidad de estudiar nada, y criarse casi que de manera silvestre, haya logrado desarrollar tales destrezas mentales, es allí cuando uno se da cuenta que Dios a muchos le regala ciertos talentos únicos, muy pocos los aprovechan. Leandro sacó fuerzas de sus debilidades y supo cultivar esos talentos, los infortunios más bien lo hicieron más grande.

Del maestro Leandro admiro mucho su éxito con las mujeres, muy a pesar de su ceguera, y de no ser un tipo agraciado físicamente, su reputación de hombre enamorado, conquistador y gustador en el gremio femenino, nadie lo puede negar, esa cualidad es innata en la mayoría de los juglares, aunque tuvo infortunios en el amor, también tuvo sus grandes conquistas, creo que para nadie es un secreto que más de una mujer cayó rendida ante sus pies solo con escuchar sus bellas canciones, y eso que Leandro a diferencia de su hijo Ivo, no contaba con una gran voz, pero el sentimiento que le imprimía a sus cantos, las bellas melodías y sobre todo la hermosura de las letras de esos poemas hechos canciones, lo hacían cantar como los ángeles.

Es sorprendente la forma como Leandro describía la naturaleza, sus metáforas, como esa que dice: “Cuando Matilde camina, hasta sonríe la sabana” o la manera dramática y sensible como narraba una historia, como lo hizo al contar la suya propia en esa obra maestra llamada ‘La historia de un niño’, o la forma amena y hasta jocosa como compuso ‘La diosa coronada’, no en vano era la canción preferida de Gabriel García Márquez, quien al igual que muchos también quiso engreírse cuando la diosa movía el caderaje, y no dudó un instante en utilizar el fragmento: “En adelanto van estos lugares, ya tienen su diosa coronada”, como introducción de su best seller ‘El amor en los tipos de cólera’, en el cual la protagonista principal, Fermina Daza, es llamada de cariño: “Mi diosa coronada” por su eterno enamorado Florentino Ariza, sin lugar a dudas el escritor nobel, le rinde homenaje al maestro Leandro, a Valledupar y a nuestra música, al tomar prestada la inspiración de Leandro para plasmarla en la suya, y crear una de la obras más famosas de la literatura universal.

Columnista
23 julio, 2016

Ciegos nosotros

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
Julio Mario Celedon

De atrevido, le tomo prestado el título de la maravillosa obra ganadora de la Canción Inédita en el Festival Vallenato 2011, a mi amigo el talentoso compositor Adrián Pablo Villamizar, sin duda un ‘Apóstol’ del vallenato y quien a propósito fue merecidamente homenajeado en el Festival de la Patilla en La Peña, La Guajira, este […]


De atrevido, le tomo prestado el título de la maravillosa obra ganadora de la Canción Inédita en el Festival Vallenato 2011, a mi amigo el talentoso compositor Adrián Pablo Villamizar, sin duda un ‘Apóstol’ del vallenato y quien a propósito fue merecidamente homenajeado en el Festival de la Patilla en La Peña, La Guajira, este año. La hermosa canción fue inspirada en uno de los juglares más prolíficos que ha tenido la música vallenata, el maestro Leandro Díaz Duarte, un hombre de una inteligencia realmente sorprendente, no basándonos en el hecho de ser ciego, porque tengamos en cuenta que lo es de nacimiento y muy a pesar de “ver la realidad desde otra óptica” o más bien palpar la vida desde otra percepción (por lo cual muchas aseguran que Díaz siempre vio con los ojos del alma), aunque la carencia del don de la vista le pudo causar dificultades, en verdad no le impidió convertirse en leyenda.

Es increíble su vasta obra, su poesía, sus parábolas, su narración, su sensibilidad y la increíble habilidad de hilvanar un verso con otro, con unas encantadoras melodías, dignas de admiración, lo realmente sorprendente del ‘Homero’ del vallenato, es que muy a pesar de haber nacido en las más precarias condiciones, de haberse cruzado con un sinfín de obstáculos y adversidades y sobre todo de no haber tenido la oportunidad de estudiar nada, y criarse casi que de manera silvestre, haya logrado desarrollar tales destrezas mentales, es allí cuando uno se da cuenta que Dios a muchos le regala ciertos talentos únicos, muy pocos los aprovechan. Leandro sacó fuerzas de sus debilidades y supo cultivar esos talentos, los infortunios más bien lo hicieron más grande.

Del maestro Leandro admiro mucho su éxito con las mujeres, muy a pesar de su ceguera, y de no ser un tipo agraciado físicamente, su reputación de hombre enamorado, conquistador y gustador en el gremio femenino, nadie lo puede negar, esa cualidad es innata en la mayoría de los juglares, aunque tuvo infortunios en el amor, también tuvo sus grandes conquistas, creo que para nadie es un secreto que más de una mujer cayó rendida ante sus pies solo con escuchar sus bellas canciones, y eso que Leandro a diferencia de su hijo Ivo, no contaba con una gran voz, pero el sentimiento que le imprimía a sus cantos, las bellas melodías y sobre todo la hermosura de las letras de esos poemas hechos canciones, lo hacían cantar como los ángeles.

Es sorprendente la forma como Leandro describía la naturaleza, sus metáforas, como esa que dice: “Cuando Matilde camina, hasta sonríe la sabana” o la manera dramática y sensible como narraba una historia, como lo hizo al contar la suya propia en esa obra maestra llamada ‘La historia de un niño’, o la forma amena y hasta jocosa como compuso ‘La diosa coronada’, no en vano era la canción preferida de Gabriel García Márquez, quien al igual que muchos también quiso engreírse cuando la diosa movía el caderaje, y no dudó un instante en utilizar el fragmento: “En adelanto van estos lugares, ya tienen su diosa coronada”, como introducción de su best seller ‘El amor en los tipos de cólera’, en el cual la protagonista principal, Fermina Daza, es llamada de cariño: “Mi diosa coronada” por su eterno enamorado Florentino Ariza, sin lugar a dudas el escritor nobel, le rinde homenaje al maestro Leandro, a Valledupar y a nuestra música, al tomar prestada la inspiración de Leandro para plasmarla en la suya, y crear una de la obras más famosas de la literatura universal.