Fue amigo de sus amigos, caminaba por las calles del Valle con frecuencia y los amigos le decían Monca y en su casa ‘La Negra’, su abnegada y amorosa esposa y a veces altanera por espacio de medio siglo le decía Rau, mi amor el desayuno se va a enfriar o Raúl, el desayuno está […]
Fue amigo de sus amigos, caminaba por las calles del Valle con frecuencia y los amigos le decían Monca y en su casa ‘La Negra’, su abnegada y amorosa esposa y a veces altanera por espacio de medio siglo le decía Rau, mi amor el desayuno se va a enfriar o Raúl, el desayuno está servío y así yo sabía cómo andaba el mundo.
Nació en Los Venados, pues su viejo era telegrafista y de pocos meses, me lo contó él, se trasladaron para mi Villanueva, ¡cómo queremos a ese pueblo! Y allí se hizo hombrecito y se empeluchó, pasó por Manaure, San Diego y La Paz, hasta cuando llegó a este Valle ¡este Valle adorado y venerado! Y se acabó el viajeteo, de aquí no se movió más hasta el viernes pasado cuando emprendió el viaje sin retorno.
Los burros se buscan para rascarse y eso sucedió con tres pollinitos que tenían varias afinidades: parrandeaban, cantaban y tocaban con destreza la guitarra y las maracas, al principio de manera informal y al final, dice la autorizada voz de Julito Oñate Martínez, influenciado por el trío Los Panchos, para mí el mejor del mundo en esa época, sin querer queriendo crearon el Trío Malanga, pero malanga villanuevera o urumitera de esa que con un candelazo queda como Vick Vaporub, a diferencia de la de Pueblo Bello, que es seca y granulosa.
Cosas de la vida, los tres de ancestro patillalero, de ese pueblo que no se cansa de parir compositores e intérpretes famosos: Efraín Molina ‘El Kuinki’, Hugues Martínez y él, Raúl Moncaleano Martínez, de los mismos Martínez de Aminta de Muñoz y mío, los de la famosa sonrisa Martínez; si Los Panchos fueron famosos, El Malanga no se quedó atrás, hicieron historia y quizás en los matrimonios de vieja data pusieron su granito de arena con sus famosas serenatas, al menos en el mío lo hicieron y le calenté el oído a Mercy con ‘Jamás te Olvidaré’ en la voz de ‘Monca’, ‘La Mano de Dios’ con la garganta de ‘El Kuinki’ o ‘Amémonos’, interpretada por Hugues. Eso era un espectáculo y la mujer que no se le aflojaran los tornillos con ellos, había que llevarles un acordeón y cantarle 10 veces seguidas ‘Palomita volantona’, esa que comienza: “Donde vas con tanta prisa palomita volantona” y termina “tu podrás ser muy volantona pero tengo que verte mansa”.
Raúl Moncaleano Martínez era un ser excepcional, siempre de vestir impecable, estiradito, no bajaba una línea, de finos modales y sanas costumbres, parecía un pirulí caminando enhiesto por las calles de su Valle querido y eso lo pueden atestiguar sus amigos, entre ellos Álvaro Araujo Noguera, que lo gozó, pues fue su compinche de muchas cuitas y compañero de trabajo y yo que también tuve el privilegio de ser su compañero cuando le di una chambita en el Tránsito. El folclor está de luto por su fallecimiento.
¡Negra! No voy a reemplazar a tu Raúl, imposible, pero en lo mucho o poco que nos queda de vida, cuenta conmigo siempre.
Se acabó el espacio, pero que se avispe el jefe de donde estén él, Chu Daza y El Kuinki, porque ‘La malagueña’, ‘Esta tarde vi llover’, ‘La que se fue’, ‘Amarga navidad’ y ‘Sonaron cuatro balazos’ van a trinar. Paz en su tumba, chao ‘Monca’.
Por José Manuel Aponte Martínez
Fue amigo de sus amigos, caminaba por las calles del Valle con frecuencia y los amigos le decían Monca y en su casa ‘La Negra’, su abnegada y amorosa esposa y a veces altanera por espacio de medio siglo le decía Rau, mi amor el desayuno se va a enfriar o Raúl, el desayuno está […]
Fue amigo de sus amigos, caminaba por las calles del Valle con frecuencia y los amigos le decían Monca y en su casa ‘La Negra’, su abnegada y amorosa esposa y a veces altanera por espacio de medio siglo le decía Rau, mi amor el desayuno se va a enfriar o Raúl, el desayuno está servío y así yo sabía cómo andaba el mundo.
Nació en Los Venados, pues su viejo era telegrafista y de pocos meses, me lo contó él, se trasladaron para mi Villanueva, ¡cómo queremos a ese pueblo! Y allí se hizo hombrecito y se empeluchó, pasó por Manaure, San Diego y La Paz, hasta cuando llegó a este Valle ¡este Valle adorado y venerado! Y se acabó el viajeteo, de aquí no se movió más hasta el viernes pasado cuando emprendió el viaje sin retorno.
Los burros se buscan para rascarse y eso sucedió con tres pollinitos que tenían varias afinidades: parrandeaban, cantaban y tocaban con destreza la guitarra y las maracas, al principio de manera informal y al final, dice la autorizada voz de Julito Oñate Martínez, influenciado por el trío Los Panchos, para mí el mejor del mundo en esa época, sin querer queriendo crearon el Trío Malanga, pero malanga villanuevera o urumitera de esa que con un candelazo queda como Vick Vaporub, a diferencia de la de Pueblo Bello, que es seca y granulosa.
Cosas de la vida, los tres de ancestro patillalero, de ese pueblo que no se cansa de parir compositores e intérpretes famosos: Efraín Molina ‘El Kuinki’, Hugues Martínez y él, Raúl Moncaleano Martínez, de los mismos Martínez de Aminta de Muñoz y mío, los de la famosa sonrisa Martínez; si Los Panchos fueron famosos, El Malanga no se quedó atrás, hicieron historia y quizás en los matrimonios de vieja data pusieron su granito de arena con sus famosas serenatas, al menos en el mío lo hicieron y le calenté el oído a Mercy con ‘Jamás te Olvidaré’ en la voz de ‘Monca’, ‘La Mano de Dios’ con la garganta de ‘El Kuinki’ o ‘Amémonos’, interpretada por Hugues. Eso era un espectáculo y la mujer que no se le aflojaran los tornillos con ellos, había que llevarles un acordeón y cantarle 10 veces seguidas ‘Palomita volantona’, esa que comienza: “Donde vas con tanta prisa palomita volantona” y termina “tu podrás ser muy volantona pero tengo que verte mansa”.
Raúl Moncaleano Martínez era un ser excepcional, siempre de vestir impecable, estiradito, no bajaba una línea, de finos modales y sanas costumbres, parecía un pirulí caminando enhiesto por las calles de su Valle querido y eso lo pueden atestiguar sus amigos, entre ellos Álvaro Araujo Noguera, que lo gozó, pues fue su compinche de muchas cuitas y compañero de trabajo y yo que también tuve el privilegio de ser su compañero cuando le di una chambita en el Tránsito. El folclor está de luto por su fallecimiento.
¡Negra! No voy a reemplazar a tu Raúl, imposible, pero en lo mucho o poco que nos queda de vida, cuenta conmigo siempre.
Se acabó el espacio, pero que se avispe el jefe de donde estén él, Chu Daza y El Kuinki, porque ‘La malagueña’, ‘Esta tarde vi llover’, ‘La que se fue’, ‘Amarga navidad’ y ‘Sonaron cuatro balazos’ van a trinar. Paz en su tumba, chao ‘Monca’.
Por José Manuel Aponte Martínez