Luego de la suscripción del acuerdo sobre el cese al fuego y de hostilidades bilateral y definitivo y dejación de las armas convenido entre el gobierno y las Farc, la mayoría de los colombianos vislumbramos la renovación de las oportunidades, el momento histórico del pasado 23 de junio de 2016, indica que el fin del […]
Luego de la suscripción del acuerdo sobre el cese al fuego y de hostilidades bilateral y definitivo y dejación de las armas convenido entre el gobierno y las Farc, la mayoría de los colombianos vislumbramos la renovación de las oportunidades, el momento histórico del pasado 23 de junio de 2016, indica que el fin del conflicto es irreversible. Se ha dado un gran paso, el cese de hostilidades bilateral y la dejación de armas es un compromiso ineluctable trazado con la mirada vigilante y verificadora de la Organización de Naciones Unidas, los países garantes y acompañantes del proceso de paz.
Siempre he creído como muchos que lo mejor para Colombia es terminar con el conflicto, los cálculos económicos y ventajas al respecto están descritos en análisis documentados, no obstante, inobservados por los opositores al proceso liderados por el expresidente Uribe y su tropa de prosélitos, encargados de tergiversar hasta los logros más significativos. En la Democracia la oposición es consentida en virtud de la apertura al disenso, pero es reprochable si se hace con vocación engañosa, desorientadora y manipuladora.
¿Cuál es el alcance de lo estipulado en el acuerdo? Terminar de manera definitiva las acciones ofensivas entre nuestra valiente Fuerza Pública y las Farc y la dejación de armas, será monitoreada y verificada por un mecanismo técnico tripartito integrado por representantes del Gobierno Nacional (Fuerza Pública), de las Farc, y un componente internacional consistente en una misión política con observadores no armados de la ONU integrada principalmente por observadores de países miembros de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC).
La Dejación de Armas se hará a través de un procedimiento técnico, mediante el cual la ONU recibe la totalidad del armamento de las Farc para destinarlo a la construcción de tres monumentos, acordados entre el Gobierno Nacional y las Farc. La Dejación de Armas por parte de las Farc implica un proceso organizado, trazable y verificable que se desarrolla en dos tiempos, denominados Control de Armamento y Dejación de las armas, que integran los siguientes procedimientos técnicos: registro, identificación, monitoreo y verificación de la tenencia, recolección, almacenamiento, inutilización, extracción y disposición final.
Los dos aspectos anteriores hacen parte del acuerdo de 15 folios referenciado, disponible para el escrutinio, los ciudadanos tenemos la obligación de estudiarlo y analizarlo ojalá en detalle, para ampliar nuestro discernimiento de cara al proceso de refrendación. El fin del conflicto debe hacer parte del temario ocasional y rutinario, en aras de fortalecer la argumentación y con el objeto de no formar parte del banquete de la polarización y división. Para garantizar el cese al fuego y la entrega de armas, los guerrilleros serán concentrados en 23 zonas veredales y ocho campamentos, allí iniciará el proceso de preparación para la reincorporación a la vida civil.
El anhelo de creer que lo mejor del país es terminar el conflicto como emblema de gestación de sociedad y nación no determina que desestime el disenso, pero deploro la artimaña que procura usufructo político. El fin del conflicto es importante y necesario, pero no define de manera absoluta la paz, es un ingrediente para ser mejores y es la puerta por donde deben entrar los procesos que permitan disminuir índices de desigualdad, pobreza y corrupción. El posconflicto tiene sus complejidades, en la antesala vamos por buen camino.
Luego de la suscripción del acuerdo sobre el cese al fuego y de hostilidades bilateral y definitivo y dejación de las armas convenido entre el gobierno y las Farc, la mayoría de los colombianos vislumbramos la renovación de las oportunidades, el momento histórico del pasado 23 de junio de 2016, indica que el fin del […]
Luego de la suscripción del acuerdo sobre el cese al fuego y de hostilidades bilateral y definitivo y dejación de las armas convenido entre el gobierno y las Farc, la mayoría de los colombianos vislumbramos la renovación de las oportunidades, el momento histórico del pasado 23 de junio de 2016, indica que el fin del conflicto es irreversible. Se ha dado un gran paso, el cese de hostilidades bilateral y la dejación de armas es un compromiso ineluctable trazado con la mirada vigilante y verificadora de la Organización de Naciones Unidas, los países garantes y acompañantes del proceso de paz.
Siempre he creído como muchos que lo mejor para Colombia es terminar con el conflicto, los cálculos económicos y ventajas al respecto están descritos en análisis documentados, no obstante, inobservados por los opositores al proceso liderados por el expresidente Uribe y su tropa de prosélitos, encargados de tergiversar hasta los logros más significativos. En la Democracia la oposición es consentida en virtud de la apertura al disenso, pero es reprochable si se hace con vocación engañosa, desorientadora y manipuladora.
¿Cuál es el alcance de lo estipulado en el acuerdo? Terminar de manera definitiva las acciones ofensivas entre nuestra valiente Fuerza Pública y las Farc y la dejación de armas, será monitoreada y verificada por un mecanismo técnico tripartito integrado por representantes del Gobierno Nacional (Fuerza Pública), de las Farc, y un componente internacional consistente en una misión política con observadores no armados de la ONU integrada principalmente por observadores de países miembros de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC).
La Dejación de Armas se hará a través de un procedimiento técnico, mediante el cual la ONU recibe la totalidad del armamento de las Farc para destinarlo a la construcción de tres monumentos, acordados entre el Gobierno Nacional y las Farc. La Dejación de Armas por parte de las Farc implica un proceso organizado, trazable y verificable que se desarrolla en dos tiempos, denominados Control de Armamento y Dejación de las armas, que integran los siguientes procedimientos técnicos: registro, identificación, monitoreo y verificación de la tenencia, recolección, almacenamiento, inutilización, extracción y disposición final.
Los dos aspectos anteriores hacen parte del acuerdo de 15 folios referenciado, disponible para el escrutinio, los ciudadanos tenemos la obligación de estudiarlo y analizarlo ojalá en detalle, para ampliar nuestro discernimiento de cara al proceso de refrendación. El fin del conflicto debe hacer parte del temario ocasional y rutinario, en aras de fortalecer la argumentación y con el objeto de no formar parte del banquete de la polarización y división. Para garantizar el cese al fuego y la entrega de armas, los guerrilleros serán concentrados en 23 zonas veredales y ocho campamentos, allí iniciará el proceso de preparación para la reincorporación a la vida civil.
El anhelo de creer que lo mejor del país es terminar el conflicto como emblema de gestación de sociedad y nación no determina que desestime el disenso, pero deploro la artimaña que procura usufructo político. El fin del conflicto es importante y necesario, pero no define de manera absoluta la paz, es un ingrediente para ser mejores y es la puerta por donde deben entrar los procesos que permitan disminuir índices de desigualdad, pobreza y corrupción. El posconflicto tiene sus complejidades, en la antesala vamos por buen camino.