“Vio que el árbol era bueno para comer, agradable a los ojos y deseable para alcanzar la sabiduría…”: Génesis 3,6. Los escaladores saben que para empujarse hacia lo alto solo necesitan un pequeño punto de apoyo, una pequeña grieta o protuberancia donde puedan colocar sus dedos o sus pies. Así mismo, nuestros contrarios buscan puntos […]
“Vio que el árbol era bueno para comer, agradable a los ojos y deseable para alcanzar la sabiduría…”: Génesis 3,6.
Los escaladores saben que para empujarse hacia lo alto solo necesitan un pequeño punto de apoyo, una pequeña grieta o protuberancia donde puedan colocar sus dedos o sus pies. Así mismo, nuestros contrarios buscan puntos de apoyo para robar, matar y destruir nuestras familias, honra, reputación, economía y nuestra vida misma.
Si bien es cierto que estamos compuestos por espíritu, alma y cuerpo, el plano de mayor susceptibilidad es nuestra alma. Es el centro de la mente, las emociones y la voluntad. A través de nuestras decisiones y elecciones otorgamos poder a las circunstancias y abrimos puertas de destrucción.
Cuando seguimos nuestros propios caminos y nos adherimos a nuestras propias opiniones y deseos, en lugar de ajustar nuestras vidas a la Palabra de Dios, entramos en el peligroso terreno de nuestros refractarios y nos volvemos muy vulnerables a sus ataques.
El poder de la lengua, con disputas, comentarios, calumnias, contiendas verbales constantes; engendran la desunión en la familia y causan destrucción. Necesitamos reconocer a aquel que está en nosotros quien es mayor que nuestras condiciones. Necesitamos buscar a Dios con corazón humilde, arrepentidos de nuestras equivocaciones y brindarle ese punto de apoyo, ofreciéndole hospitalidad para que él pueda crecer y saturar con su perfume toda nuestra existencia.
Amados amigos, es menester que cerremos toda puerta y que nos decidamos a abrir nuestro corazón a Jesucristo, sin conformarnos a este mundo, sino siendo transformados por la renovación de nuestra mente, de manera que no dejemos puertas abiertas para que la duda y la adversidad entren en nuestras vidas.
Dejemos de darle entrada al reino de las tinieblas. Dejemos de otorgarle poder, dejándole ganar puntos de apoyo en nuestro hogar y en nuestros esquemas de pensamiento. Son los pequeños yerros inofensivos, los descuidos que no hacen mal a nadie, los que cercan nuestra paz interior y lentamente nos exprimen el aliento hasta secarnos y robarnos la alegría de vivir.
Esa eterna batalla entre el bien y el mal, entre lo que deseamos y lo que hacemos, entre querer hacer el bien y terminar haciendo lo contrario, se origina en nuestros pensamientos. Santiago dice que, la pasión después que ha concebido, da a luz el pecado; y el pecado, siendo consumado, da a luz la muerte.
¿Cómo entran los pensamientos? A través de nuestros sentidos, produciendo tentaciones. Nuestra vida se moverá en dirección a las imágenes dominantes que permitimos que residan en nuestra mente. Esas imágenes se vuelven pensamientos que, se vuelven sentimientos y finalmente acciones. Y, cierto es que, no podemos tener el control de lo que aparece ante nuestros ojos, pero si podemos controlar cuánto tiempo lo miramos.
Registro con tristeza que la cultura de nuestra región nos está moviendo cada vez más lejos de Dios. El constante bombardeo de la publicidad nos hace pensar que, solamente vivimos para testimonio de la sociedad; pero, Dios ve lo que hacemos en la oscuridad.
Despertemos y cerremos puertas, quitemos los puntos de apoyo que estamos ofreciendo al enemigo para que oprima nuestras almas. No es momento para dudar de nuestras creencias y alimentar la perplejidad. Es tiempo de nutrir la fe y cerrar la puerta a los temores.
Invito a que cerremos toda puerta que le pueda permitir al enemigo hacer presa de nuestras almas, sofocar nuestras vidas y sumirnos en la angustia y depresión. Cerremos puertas y hagamos limpieza en el lugar secreto de nuestro corazón, preparando un lugar de habitación para Dios.
Dios bendiga sus pensamientos y traiga a su vida paz.
Por Valerio Mejía Araujo
“Vio que el árbol era bueno para comer, agradable a los ojos y deseable para alcanzar la sabiduría…”: Génesis 3,6. Los escaladores saben que para empujarse hacia lo alto solo necesitan un pequeño punto de apoyo, una pequeña grieta o protuberancia donde puedan colocar sus dedos o sus pies. Así mismo, nuestros contrarios buscan puntos […]
“Vio que el árbol era bueno para comer, agradable a los ojos y deseable para alcanzar la sabiduría…”: Génesis 3,6.
Los escaladores saben que para empujarse hacia lo alto solo necesitan un pequeño punto de apoyo, una pequeña grieta o protuberancia donde puedan colocar sus dedos o sus pies. Así mismo, nuestros contrarios buscan puntos de apoyo para robar, matar y destruir nuestras familias, honra, reputación, economía y nuestra vida misma.
Si bien es cierto que estamos compuestos por espíritu, alma y cuerpo, el plano de mayor susceptibilidad es nuestra alma. Es el centro de la mente, las emociones y la voluntad. A través de nuestras decisiones y elecciones otorgamos poder a las circunstancias y abrimos puertas de destrucción.
Cuando seguimos nuestros propios caminos y nos adherimos a nuestras propias opiniones y deseos, en lugar de ajustar nuestras vidas a la Palabra de Dios, entramos en el peligroso terreno de nuestros refractarios y nos volvemos muy vulnerables a sus ataques.
El poder de la lengua, con disputas, comentarios, calumnias, contiendas verbales constantes; engendran la desunión en la familia y causan destrucción. Necesitamos reconocer a aquel que está en nosotros quien es mayor que nuestras condiciones. Necesitamos buscar a Dios con corazón humilde, arrepentidos de nuestras equivocaciones y brindarle ese punto de apoyo, ofreciéndole hospitalidad para que él pueda crecer y saturar con su perfume toda nuestra existencia.
Amados amigos, es menester que cerremos toda puerta y que nos decidamos a abrir nuestro corazón a Jesucristo, sin conformarnos a este mundo, sino siendo transformados por la renovación de nuestra mente, de manera que no dejemos puertas abiertas para que la duda y la adversidad entren en nuestras vidas.
Dejemos de darle entrada al reino de las tinieblas. Dejemos de otorgarle poder, dejándole ganar puntos de apoyo en nuestro hogar y en nuestros esquemas de pensamiento. Son los pequeños yerros inofensivos, los descuidos que no hacen mal a nadie, los que cercan nuestra paz interior y lentamente nos exprimen el aliento hasta secarnos y robarnos la alegría de vivir.
Esa eterna batalla entre el bien y el mal, entre lo que deseamos y lo que hacemos, entre querer hacer el bien y terminar haciendo lo contrario, se origina en nuestros pensamientos. Santiago dice que, la pasión después que ha concebido, da a luz el pecado; y el pecado, siendo consumado, da a luz la muerte.
¿Cómo entran los pensamientos? A través de nuestros sentidos, produciendo tentaciones. Nuestra vida se moverá en dirección a las imágenes dominantes que permitimos que residan en nuestra mente. Esas imágenes se vuelven pensamientos que, se vuelven sentimientos y finalmente acciones. Y, cierto es que, no podemos tener el control de lo que aparece ante nuestros ojos, pero si podemos controlar cuánto tiempo lo miramos.
Registro con tristeza que la cultura de nuestra región nos está moviendo cada vez más lejos de Dios. El constante bombardeo de la publicidad nos hace pensar que, solamente vivimos para testimonio de la sociedad; pero, Dios ve lo que hacemos en la oscuridad.
Despertemos y cerremos puertas, quitemos los puntos de apoyo que estamos ofreciendo al enemigo para que oprima nuestras almas. No es momento para dudar de nuestras creencias y alimentar la perplejidad. Es tiempo de nutrir la fe y cerrar la puerta a los temores.
Invito a que cerremos toda puerta que le pueda permitir al enemigo hacer presa de nuestras almas, sofocar nuestras vidas y sumirnos en la angustia y depresión. Cerremos puertas y hagamos limpieza en el lugar secreto de nuestro corazón, preparando un lugar de habitación para Dios.
Dios bendiga sus pensamientos y traiga a su vida paz.
Por Valerio Mejía Araujo