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Columnista - 18 febrero, 2022

Cediendo al sistema

Conforme les prometí, esta es una nueva entrega acerca del tema que venimos abordando: El rechazo y sus diferentes maneras equivocadas de enfrentarlo. 

“No que seamos suficientes en nosotros mismos… sino que nuestra suficiencia proviene de Dios”. 2 Corintios 3,5

Conforme les prometí, esta es una nueva entrega acerca del tema que venimos abordando: El rechazo y sus diferentes maneras equivocadas de enfrentarlo. 

Hemos dicho que las maneras típicas de reaccionar de cara al rechazo son: cuando buscamos ser aceptados luchando por alcanzar significado a través de nuestro desempeño o rendimientos en cualquier área. Otras veces nos damos por vencidos y cedemos al sistema, procurando amoldarnos y pasar de agache. 

O nos rebelamos contra el sistema y nos convertimos en amargados y criticones de todo lo establecido.

La semana anterior, compartimos sobre la estrategia de vencer al sistema, pero el grupo más grande es el que responde al rechazo cediendo al sistema. Son personas que siguen esforzándose por ganarse la aprobación, pero el inevitable rechazo de los demás las lleva a creer que, en realidad, son indignos de ser amados y aceptados. 

El sistema, cruel e implacable, dictamina que solo los mejores, los más fuertes, los más talentosos y los más hermosos son los que merecen ser aceptados por el resto de la humanidad. Todos los demás, aquella inmensa mayoría que no entra en esas categorías está out, por fuera. Así, caemos en el falso juicio que formula la sociedad acerca de nuestra dignidad y valía, trayendo como resultado que ese inmensa mayoría de personas se profese con el covid permanente del rechazo y la soledad; sintiéndose indignos, inferiores y con sentimientos de culpa permanente, haciéndose responsables de su propia condenación. 

Peor todavía, estas personas culpan a Dios de su estado y les cuesta mucho relacionarse y confiar en un Dios que los hizo así o simplemente permanece lejano y distante ajeno a sus problemas en lugar de defenderlos e intervenir en su favor. Si se sienten perdedores en alguna área, ¿cómo podrán confiar en Dios para las restantes áreas de su vida?

Ceder al sistema de este falso juicio significa que estas personas esperan más rechazo. Le han dado crédito a la mentira y llegan a aceptarla como una verdad absoluta; en consecuencia, dudan de sí mismos y de todo éxito o logro genuino que puedan alcanzar.  

Dios no ha distribuido por igual los recursos ni los dones y talentos; pero, sí ha distribuido por igual su amor y misericordia. Se ha entregado a sí mismo por igual a todas las personas que decidan aceptarlo y reconocerlo como su Señor y Salvador. Así, nuestro sentido de competencia y valía viene de saber que somos hijos de Dios y coherederos con Cristo de toda la plenitud de Dios. 

Los animo a no ceder ante el sistema, a no creer las mentiras del mundo; sino a saber que, con Dios somos más que vencedores. Desarrollemos una imagen correcta de nosotros mismos y disfrutemos de los presentes maravillosos que Dios nos ha entregado. 

Gracias damos a Dios por darnos vida y permanecer a nuestro lado dándole sentido de valor y de destino a nuestra existencia. Todos nuestros afectos deben estar en Dios, quien le da valor y dignidad a nuestra vida. 

Fuerte abrazo en Cristo.     

Por Valerio Mejía

Columnista
18 febrero, 2022

Cediendo al sistema

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
Valerio Mejía Araújo

Conforme les prometí, esta es una nueva entrega acerca del tema que venimos abordando: El rechazo y sus diferentes maneras equivocadas de enfrentarlo. 


“No que seamos suficientes en nosotros mismos… sino que nuestra suficiencia proviene de Dios”. 2 Corintios 3,5

Conforme les prometí, esta es una nueva entrega acerca del tema que venimos abordando: El rechazo y sus diferentes maneras equivocadas de enfrentarlo. 

Hemos dicho que las maneras típicas de reaccionar de cara al rechazo son: cuando buscamos ser aceptados luchando por alcanzar significado a través de nuestro desempeño o rendimientos en cualquier área. Otras veces nos damos por vencidos y cedemos al sistema, procurando amoldarnos y pasar de agache. 

O nos rebelamos contra el sistema y nos convertimos en amargados y criticones de todo lo establecido.

La semana anterior, compartimos sobre la estrategia de vencer al sistema, pero el grupo más grande es el que responde al rechazo cediendo al sistema. Son personas que siguen esforzándose por ganarse la aprobación, pero el inevitable rechazo de los demás las lleva a creer que, en realidad, son indignos de ser amados y aceptados. 

El sistema, cruel e implacable, dictamina que solo los mejores, los más fuertes, los más talentosos y los más hermosos son los que merecen ser aceptados por el resto de la humanidad. Todos los demás, aquella inmensa mayoría que no entra en esas categorías está out, por fuera. Así, caemos en el falso juicio que formula la sociedad acerca de nuestra dignidad y valía, trayendo como resultado que ese inmensa mayoría de personas se profese con el covid permanente del rechazo y la soledad; sintiéndose indignos, inferiores y con sentimientos de culpa permanente, haciéndose responsables de su propia condenación. 

Peor todavía, estas personas culpan a Dios de su estado y les cuesta mucho relacionarse y confiar en un Dios que los hizo así o simplemente permanece lejano y distante ajeno a sus problemas en lugar de defenderlos e intervenir en su favor. Si se sienten perdedores en alguna área, ¿cómo podrán confiar en Dios para las restantes áreas de su vida?

Ceder al sistema de este falso juicio significa que estas personas esperan más rechazo. Le han dado crédito a la mentira y llegan a aceptarla como una verdad absoluta; en consecuencia, dudan de sí mismos y de todo éxito o logro genuino que puedan alcanzar.  

Dios no ha distribuido por igual los recursos ni los dones y talentos; pero, sí ha distribuido por igual su amor y misericordia. Se ha entregado a sí mismo por igual a todas las personas que decidan aceptarlo y reconocerlo como su Señor y Salvador. Así, nuestro sentido de competencia y valía viene de saber que somos hijos de Dios y coherederos con Cristo de toda la plenitud de Dios. 

Los animo a no ceder ante el sistema, a no creer las mentiras del mundo; sino a saber que, con Dios somos más que vencedores. Desarrollemos una imagen correcta de nosotros mismos y disfrutemos de los presentes maravillosos que Dios nos ha entregado. 

Gracias damos a Dios por darnos vida y permanecer a nuestro lado dándole sentido de valor y de destino a nuestra existencia. Todos nuestros afectos deben estar en Dios, quien le da valor y dignidad a nuestra vida. 

Fuerte abrazo en Cristo.     

Por Valerio Mejía