Por: Luis Napoleón de Armas P. Siempre he creído que la elección popular de alcaldes y gobernadores le ha hecho daño a las costumbres políticas de la Nación. Igual pienso de la autonomía universitaria, en especial, la de la provincia. En ambos casos, se han creado feudos con reyezuelos con pies de barro y cabeza […]
Por: Luis Napoleón de Armas P.
Siempre he creído que la elección popular de alcaldes y gobernadores le ha hecho daño a las costumbres políticas de la Nación. Igual pienso de la autonomía universitaria, en especial, la de la provincia. En ambos casos, se han creado feudos con reyezuelos con pies de barro y cabeza de ladrón. Lo que se creía podría ser una magnífica oportunidad para una autogestión decente y clara sacralización de la misión de la gestión pública regional y universitaria, no ha sido más que una falsa ilusión, contadas, claro, las excepciones. Pero hoy quiero referirme exclusivamente a lo ocurrido en la Universidad Pública, en la cual los Consejos Superiores se han convertido en hidras de mil cabezas, una de las cuales es el rector, otra los grupos mediocres de la institución y otras mas cabezas ensambladas desde afuera del claustro universitario, muchas veces por la fuerza. La autonomía universitaria se desdibujó, dándoles espacio a inescrupulosos rectores que manejan la partija mecánica de la burocracia y la contratación como categorías superiores a las actividades de misión como las académicas. Los rectores ponen y disponen de la seguridad laboral de empleados y profesores, sin que tengan quienes los ronden. En el caso particular de la UPC, que conozco tanto, este panorama la identifica muy bien; siempre se le ha vendido a la sociedad la idea de que la cobertura debe estar por encima de la calidad, que el crecimiento horizontal es mas que el vertical, en lo ético y en lo académico. Los procedimientos para escoger rectores siempre han estado salpicados de ilegalidades porque se hacen dentro de un contubernio estructurado para tal fin. Se creía que con la participación de personalidades extraídas de los gremios, los ex rectores, los egresados y del mismo gobierno central, habría una prenda de garantía para evitar desbordamientos legales; no ha sido así, en términos generales, casi todos han llegado a negociar con los otros miembros del CSU. El paradigma resultante es este vergonzante espectáculo donde la soberbia y sed de venganza prima sobre la academia, que por eso no sale a flote. Se la querido mostrar a la gente que con acreditaciones tipo ISO, la U ya tiene asegurado el cielo; eso es falso; la acreditación que necesitan los programas y la U es la académica, la que le concede el Ministerio de Educación a través de los pares académicos; lo demás es cuento. La llegada de Raúl Maya a la rectoría es un ribete trágico más de esa comedia y la continuación del gradiente negativo que ha orientado las ideas en la UPC; pero las cosas, así como inician, así terminan; su designación en una manguala, parecida a la que designó rector a José Guillermo Botero, así lo confirma. ¡Pobre UPC! Por fortuna, el Consejo de Estado ha declarado nula su designación; la pedantería no debe ser la conducta de un buen rector; eso de creerse por encima de los demás por el hecho de portar un pergamino con un Ph.D de una universidad sin figuración internacional, no pasa de ser una manifestación de inferioridad. Hay rectores que se comportan como si todavía, en La Mesa, estuviera alias “39”, hacedor de rectores. Preguntarán algunos, ¿por qué no se cayó Guillermo Botero, designado bajo peores circunstancias, si tan culpable es “el que paga por la peca o el que peca por la paga”? (Gracias sor Juana Inés). Sabido es que sus mecenas tuvieron problemas por paramilitarismo. La razón es que su designación no fue impetrada ante el organismo competente, cual es el Consejo de Estado, sino ante el Tribunal del Cesar donde una magistrada, muy cercana a los beneficiarios, archivó el proceso en forma olímpica. Ojalá la UPC encuentre su camino, libre de asechanzas y se enrute por una senda de estabilidad y crecimiento académico.
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Por: Luis Napoleón de Armas P. Siempre he creído que la elección popular de alcaldes y gobernadores le ha hecho daño a las costumbres políticas de la Nación. Igual pienso de la autonomía universitaria, en especial, la de la provincia. En ambos casos, se han creado feudos con reyezuelos con pies de barro y cabeza […]
Por: Luis Napoleón de Armas P.
Siempre he creído que la elección popular de alcaldes y gobernadores le ha hecho daño a las costumbres políticas de la Nación. Igual pienso de la autonomía universitaria, en especial, la de la provincia. En ambos casos, se han creado feudos con reyezuelos con pies de barro y cabeza de ladrón. Lo que se creía podría ser una magnífica oportunidad para una autogestión decente y clara sacralización de la misión de la gestión pública regional y universitaria, no ha sido más que una falsa ilusión, contadas, claro, las excepciones. Pero hoy quiero referirme exclusivamente a lo ocurrido en la Universidad Pública, en la cual los Consejos Superiores se han convertido en hidras de mil cabezas, una de las cuales es el rector, otra los grupos mediocres de la institución y otras mas cabezas ensambladas desde afuera del claustro universitario, muchas veces por la fuerza. La autonomía universitaria se desdibujó, dándoles espacio a inescrupulosos rectores que manejan la partija mecánica de la burocracia y la contratación como categorías superiores a las actividades de misión como las académicas. Los rectores ponen y disponen de la seguridad laboral de empleados y profesores, sin que tengan quienes los ronden. En el caso particular de la UPC, que conozco tanto, este panorama la identifica muy bien; siempre se le ha vendido a la sociedad la idea de que la cobertura debe estar por encima de la calidad, que el crecimiento horizontal es mas que el vertical, en lo ético y en lo académico. Los procedimientos para escoger rectores siempre han estado salpicados de ilegalidades porque se hacen dentro de un contubernio estructurado para tal fin. Se creía que con la participación de personalidades extraídas de los gremios, los ex rectores, los egresados y del mismo gobierno central, habría una prenda de garantía para evitar desbordamientos legales; no ha sido así, en términos generales, casi todos han llegado a negociar con los otros miembros del CSU. El paradigma resultante es este vergonzante espectáculo donde la soberbia y sed de venganza prima sobre la academia, que por eso no sale a flote. Se la querido mostrar a la gente que con acreditaciones tipo ISO, la U ya tiene asegurado el cielo; eso es falso; la acreditación que necesitan los programas y la U es la académica, la que le concede el Ministerio de Educación a través de los pares académicos; lo demás es cuento. La llegada de Raúl Maya a la rectoría es un ribete trágico más de esa comedia y la continuación del gradiente negativo que ha orientado las ideas en la UPC; pero las cosas, así como inician, así terminan; su designación en una manguala, parecida a la que designó rector a José Guillermo Botero, así lo confirma. ¡Pobre UPC! Por fortuna, el Consejo de Estado ha declarado nula su designación; la pedantería no debe ser la conducta de un buen rector; eso de creerse por encima de los demás por el hecho de portar un pergamino con un Ph.D de una universidad sin figuración internacional, no pasa de ser una manifestación de inferioridad. Hay rectores que se comportan como si todavía, en La Mesa, estuviera alias “39”, hacedor de rectores. Preguntarán algunos, ¿por qué no se cayó Guillermo Botero, designado bajo peores circunstancias, si tan culpable es “el que paga por la peca o el que peca por la paga”? (Gracias sor Juana Inés). Sabido es que sus mecenas tuvieron problemas por paramilitarismo. La razón es que su designación no fue impetrada ante el organismo competente, cual es el Consejo de Estado, sino ante el Tribunal del Cesar donde una magistrada, muy cercana a los beneficiarios, archivó el proceso en forma olímpica. Ojalá la UPC encuentre su camino, libre de asechanzas y se enrute por una senda de estabilidad y crecimiento académico.
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