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Columnista - 11 julio, 2010

Cara vemos…

Por: Luis Rafael Nieto Pardo …Y corazones no sabemos, solía decir mi idolatrada madre para referirse a las actuaciones de personas ingratas y perversas, que sin mostrar ninguna vergüenza y dueñas de un cinismo monumental, son capaces de presentarse en cualquier escenario y ante cualquier número de personas, sonreír, tirar besos y propiciar caricias; ojo, […]

Por: Luis Rafael Nieto Pardo

…Y corazones no sabemos, solía decir mi idolatrada madre para referirse a las actuaciones de personas ingratas y perversas, que sin mostrar ninguna vergüenza y dueñas de un cinismo monumental, son capaces de presentarse en cualquier escenario y ante cualquier número de personas, sonreír, tirar besos y propiciar caricias; ojo, sin que ninguna de estas manifestaciones de afecto o amistad albergue en su fondo ningún sentimiento amoroso o sentimental.

La verdad sea dicha.  Si en alguna oportunidad la señora Ingrid Betancourt Pulecio sintió rabia en el corazón, que le alcanzó hasta para escribir un libro sobre el tema y promocionarlo nacional e internacionalmente, de ninguna manera tal despliegue propagandístico podrá jamás igualar o siquiera apaciguar la ira, la rabia y la decepción que ha producido en todos los colombianos, sin distingo de clases sociales, su absurda, temeraria y desagradecida actitud avalada y cohonestada por su familia, de demandar al Estado y al Ejército Colombiano, por una multimillonaria suma como indemnización por todos los perjuicios reales y supuestos y por suponer;  en lugar de demandar a los guerrilleros, como lo ha hecho Mark Goncalves, sus compañeros, y como le pide a todos los ex secuestrados  que lo hagan; que, si bien es cierto, no esperan nada de ellos a cambio, si se constituiría ese acto como una protesta simbólica y una manera de reconocer el esfuerzo y el valor de las Fuerzas Armadas que, exponiendo sus propias vidas lograron su rescate, el de Ingrid (o Ingra…, y el resto lo pone usted), y de igual manera como lo han hecho y lo hacen todos los días en procura de que se acabe este flagelo que tantas heridas nos han ocasionado.

Con franqueza les comento que la actitud asumida por Ingrid y su señora madre Yolanda, de verdad- verdad, no me tomó por sorpresa, ya que desde el momento en que, al igual que como tantos y tantos millones de colombianos veíamos por televisión con sentimientos encontrados de regocijo, tristeza, y alegría el regreso a la libertad de Ingrid y los demás secuestrados luego de la exitosa operación jaque, se me quedó grabada la imagen y actitud plagada de modoso cinismo, que asumió la señora al encuentro con su esposo Juan Carlos Lecompte, quien aparentemente ansioso y amoroso, esperaba un gesto recíproco de su esposa, tan sólo  recibió a cambio una fugaz mirada acompañada de una sonrisa socarrona que adornó con una tenue caricia con los dedos de su mano izquierda en la mejilla de su “amado”.  Sólo aquello, para aquel ser, que por amor o por apariencia, luego se supo, que había sido capaz de ofrecerse en canje a la guerrilla por su esposa, de haberse tatuado su rostro en el hombro, de cargar con su figura por el país y el mundo, de exponer su vida montado en un pequeño avión repartiendo panfletos por la selva para propiciar su rescate;  no cabe ninguna duda de que esta persona sea capaz de asumir semejantes actos de ingratitud.

Pero es que allí no para el asunto; pues, si bien es cierto que el proceso entre ambos, inicialmente promovido por Ingrid, argumentando que los dos habían dejado de convivir desde hacía más de siete años, lo cual, según la demandante era un hecho real y notoriamente público, a medida que Juan Carlos se la ponía difícil y amenazaba con una contrademanda, como en efecto lo hizo, y ello acrecentó la rabia en el corazón de la ingrata, que no tuvo inconveniente para ampliar los argumentos de su demanda aduciendo que Lecompte, no sólo le había sido infiel durante la época de su secuestro, sino que agregó además, que aquel consumía sustancias alucinógenas y que, también, Juan Carlos había asistido con unos amigos a una casa de masajes y servicios sexuales localizada en la zona rosa de Bogotá (tomado de la revista Caras de junio de 2009).

Por todo lo anterior, no me cuesta trabajo entender cómo es posible que hace pocos días ella haya participado con cara sonriente y amable en los actos de conmemoración del primer aniversario de la operación jaque, a pesar de que, dos o tres días antes del suceso, sus abogados habían radicado ante la Procuraduría de Bogotá, la exorbitante pretensión dineraria en contra de El Estado y el ejercito, siendo también que ya antes (nunca lo dijo a los medios), Ingrid ya había recibido de parte de su marido, la no despreciable suma de cuarenta mil dólares, producto de los recaudos de los dineros donados y los premios donados a la fundación que Lecompte creó en pro de su liberación.
A propósito, sería bueno que alguna autoridad, y los protagonistas, informaran a la opinión pública nacional y mundial, a cuánto ascendieron esos recaudos y qué pasó finalmente con esos dineros.  Podría ser una forma de ir descontando a su chocante pretensión.

[email protected]

Columnista
11 julio, 2010

Cara vemos…

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
Luis Rafael Nieto Pardo

Por: Luis Rafael Nieto Pardo …Y corazones no sabemos, solía decir mi idolatrada madre para referirse a las actuaciones de personas ingratas y perversas, que sin mostrar ninguna vergüenza y dueñas de un cinismo monumental, son capaces de presentarse en cualquier escenario y ante cualquier número de personas, sonreír, tirar besos y propiciar caricias; ojo, […]


Por: Luis Rafael Nieto Pardo

…Y corazones no sabemos, solía decir mi idolatrada madre para referirse a las actuaciones de personas ingratas y perversas, que sin mostrar ninguna vergüenza y dueñas de un cinismo monumental, son capaces de presentarse en cualquier escenario y ante cualquier número de personas, sonreír, tirar besos y propiciar caricias; ojo, sin que ninguna de estas manifestaciones de afecto o amistad albergue en su fondo ningún sentimiento amoroso o sentimental.

La verdad sea dicha.  Si en alguna oportunidad la señora Ingrid Betancourt Pulecio sintió rabia en el corazón, que le alcanzó hasta para escribir un libro sobre el tema y promocionarlo nacional e internacionalmente, de ninguna manera tal despliegue propagandístico podrá jamás igualar o siquiera apaciguar la ira, la rabia y la decepción que ha producido en todos los colombianos, sin distingo de clases sociales, su absurda, temeraria y desagradecida actitud avalada y cohonestada por su familia, de demandar al Estado y al Ejército Colombiano, por una multimillonaria suma como indemnización por todos los perjuicios reales y supuestos y por suponer;  en lugar de demandar a los guerrilleros, como lo ha hecho Mark Goncalves, sus compañeros, y como le pide a todos los ex secuestrados  que lo hagan; que, si bien es cierto, no esperan nada de ellos a cambio, si se constituiría ese acto como una protesta simbólica y una manera de reconocer el esfuerzo y el valor de las Fuerzas Armadas que, exponiendo sus propias vidas lograron su rescate, el de Ingrid (o Ingra…, y el resto lo pone usted), y de igual manera como lo han hecho y lo hacen todos los días en procura de que se acabe este flagelo que tantas heridas nos han ocasionado.

Con franqueza les comento que la actitud asumida por Ingrid y su señora madre Yolanda, de verdad- verdad, no me tomó por sorpresa, ya que desde el momento en que, al igual que como tantos y tantos millones de colombianos veíamos por televisión con sentimientos encontrados de regocijo, tristeza, y alegría el regreso a la libertad de Ingrid y los demás secuestrados luego de la exitosa operación jaque, se me quedó grabada la imagen y actitud plagada de modoso cinismo, que asumió la señora al encuentro con su esposo Juan Carlos Lecompte, quien aparentemente ansioso y amoroso, esperaba un gesto recíproco de su esposa, tan sólo  recibió a cambio una fugaz mirada acompañada de una sonrisa socarrona que adornó con una tenue caricia con los dedos de su mano izquierda en la mejilla de su “amado”.  Sólo aquello, para aquel ser, que por amor o por apariencia, luego se supo, que había sido capaz de ofrecerse en canje a la guerrilla por su esposa, de haberse tatuado su rostro en el hombro, de cargar con su figura por el país y el mundo, de exponer su vida montado en un pequeño avión repartiendo panfletos por la selva para propiciar su rescate;  no cabe ninguna duda de que esta persona sea capaz de asumir semejantes actos de ingratitud.

Pero es que allí no para el asunto; pues, si bien es cierto que el proceso entre ambos, inicialmente promovido por Ingrid, argumentando que los dos habían dejado de convivir desde hacía más de siete años, lo cual, según la demandante era un hecho real y notoriamente público, a medida que Juan Carlos se la ponía difícil y amenazaba con una contrademanda, como en efecto lo hizo, y ello acrecentó la rabia en el corazón de la ingrata, que no tuvo inconveniente para ampliar los argumentos de su demanda aduciendo que Lecompte, no sólo le había sido infiel durante la época de su secuestro, sino que agregó además, que aquel consumía sustancias alucinógenas y que, también, Juan Carlos había asistido con unos amigos a una casa de masajes y servicios sexuales localizada en la zona rosa de Bogotá (tomado de la revista Caras de junio de 2009).

Por todo lo anterior, no me cuesta trabajo entender cómo es posible que hace pocos días ella haya participado con cara sonriente y amable en los actos de conmemoración del primer aniversario de la operación jaque, a pesar de que, dos o tres días antes del suceso, sus abogados habían radicado ante la Procuraduría de Bogotá, la exorbitante pretensión dineraria en contra de El Estado y el ejercito, siendo también que ya antes (nunca lo dijo a los medios), Ingrid ya había recibido de parte de su marido, la no despreciable suma de cuarenta mil dólares, producto de los recaudos de los dineros donados y los premios donados a la fundación que Lecompte creó en pro de su liberación.
A propósito, sería bueno que alguna autoridad, y los protagonistas, informaran a la opinión pública nacional y mundial, a cuánto ascendieron esos recaudos y qué pasó finalmente con esos dineros.  Podría ser una forma de ir descontando a su chocante pretensión.

[email protected]