Desde mi cocina Por: Silvia Betancourt Alliegro Leyendo la última columna de Donaldo Ortiz Latorre [email protected], hallé las luces que estando encima no alcanzaban a alumbrar mi entendimiento en el caso desagradable que desde hace algunos años ocupa los espacios civilizados entre Colombia y Venezuela. El señor Ortiz Latorre pregunta: “¿Dónde está la diplomacia? ¿Dónde […]
Desde mi cocina
Por: Silvia Betancourt Alliegro
Leyendo la última columna de Donaldo Ortiz Latorre [email protected], hallé las luces que estando encima no alcanzaban a alumbrar mi entendimiento en el caso desagradable que desde hace algunos años ocupa los espacios civilizados entre Colombia y Venezuela.
El señor Ortiz Latorre pregunta: “¿Dónde está la diplomacia? ¿Dónde están las vías modernas del diálogo? ¿Dónde el respeto por la tradición de doscientos años buscando los mismos destinos de naciones subdesarrolladas, de naciones con los mismos apellidos y casi la misma sangre?”.
Y contesta: “No ha funcionado porque nuestros cancilleres no los respetan, porque no saben de ese oficio. No hablan, repiten como loros lo que el jefe les dice, no cumplen los modernos papeles de la diplomacia en el mundo moderno, son “fichas” de la ambición y la ambición es mutua, del presidente Uribe y de Chávez, que quieren gobernar casi a perpetuidad”.
Y aquí vienen las luces que me dejaron agradecida y que transfiero a usted para que recapacite y a su vez las difunda: “¿Se pueden imaginar que España y Francia hubieran roto relaciones y entrado casi en guerra por la ETA? ¡Nunca!, los ‘etarras’ viven en España y también en Francia, desde allí, desde ambos países, planean y matan policías de la Guardia Civil, políticos, religiosos y empresarios que se oponen a que el país Vasco o Euskadi sea autónomo y tenga su propio gobierno. La ETA u organización separatista vasca, lleva más años que las FARC y nunca, ni en tiempos de Franco (que fue de los pocos países que tuvo relaciones con Cuba, cuna de campamentos de guerrilleros (o eso nos decían), rompieron relaciones.
“¿Se imaginan una guerra entre Italia y Alemania en la época de las Brigadas Rojas?”.
“¿Se imaginan a Uruguay rompiendo relaciones con Argentina, su hermano natural, porque los ‘Tupamaros’ se escondían en ese país?”.
Este sábado 7 de agosto de 2010 empieza otra era. Todos los colombianos ¡y también los venezolanos! estamos a la espera de que vendrán tiempos mejores en los que recuperemos el tiempo, el dinero y la razón perdidos durante ocho extensos años. Hagamos votos para que todos los funcionarios –de incuestionable preparación y ampliamente conocidos, pues el nuevo Presidente no sacó de la manga algún extraño títere- sepan estar a la altura de las históricas circunstancias.
Esos nuevos dirigentes son la esperanza de cada humano colombiano, así no haya votado por Santos –como es mi caso- que la Divina Providencia esta vez esté completamente de nuestro lado y guíe esos espíritus capacitados intelectualmente, para que todo negocio que emprendan en nuestro nombre –pues son nuestros empleados- fructifique para el colectivo y no para unos pocos y que por encima de todo, sea correcto.
[email protected]
Desde mi cocina Por: Silvia Betancourt Alliegro Leyendo la última columna de Donaldo Ortiz Latorre [email protected], hallé las luces que estando encima no alcanzaban a alumbrar mi entendimiento en el caso desagradable que desde hace algunos años ocupa los espacios civilizados entre Colombia y Venezuela. El señor Ortiz Latorre pregunta: “¿Dónde está la diplomacia? ¿Dónde […]
Desde mi cocina
Por: Silvia Betancourt Alliegro
Leyendo la última columna de Donaldo Ortiz Latorre [email protected], hallé las luces que estando encima no alcanzaban a alumbrar mi entendimiento en el caso desagradable que desde hace algunos años ocupa los espacios civilizados entre Colombia y Venezuela.
El señor Ortiz Latorre pregunta: “¿Dónde está la diplomacia? ¿Dónde están las vías modernas del diálogo? ¿Dónde el respeto por la tradición de doscientos años buscando los mismos destinos de naciones subdesarrolladas, de naciones con los mismos apellidos y casi la misma sangre?”.
Y contesta: “No ha funcionado porque nuestros cancilleres no los respetan, porque no saben de ese oficio. No hablan, repiten como loros lo que el jefe les dice, no cumplen los modernos papeles de la diplomacia en el mundo moderno, son “fichas” de la ambición y la ambición es mutua, del presidente Uribe y de Chávez, que quieren gobernar casi a perpetuidad”.
Y aquí vienen las luces que me dejaron agradecida y que transfiero a usted para que recapacite y a su vez las difunda: “¿Se pueden imaginar que España y Francia hubieran roto relaciones y entrado casi en guerra por la ETA? ¡Nunca!, los ‘etarras’ viven en España y también en Francia, desde allí, desde ambos países, planean y matan policías de la Guardia Civil, políticos, religiosos y empresarios que se oponen a que el país Vasco o Euskadi sea autónomo y tenga su propio gobierno. La ETA u organización separatista vasca, lleva más años que las FARC y nunca, ni en tiempos de Franco (que fue de los pocos países que tuvo relaciones con Cuba, cuna de campamentos de guerrilleros (o eso nos decían), rompieron relaciones.
“¿Se imaginan una guerra entre Italia y Alemania en la época de las Brigadas Rojas?”.
“¿Se imaginan a Uruguay rompiendo relaciones con Argentina, su hermano natural, porque los ‘Tupamaros’ se escondían en ese país?”.
Este sábado 7 de agosto de 2010 empieza otra era. Todos los colombianos ¡y también los venezolanos! estamos a la espera de que vendrán tiempos mejores en los que recuperemos el tiempo, el dinero y la razón perdidos durante ocho extensos años. Hagamos votos para que todos los funcionarios –de incuestionable preparación y ampliamente conocidos, pues el nuevo Presidente no sacó de la manga algún extraño títere- sepan estar a la altura de las históricas circunstancias.
Esos nuevos dirigentes son la esperanza de cada humano colombiano, así no haya votado por Santos –como es mi caso- que la Divina Providencia esta vez esté completamente de nuestro lado y guíe esos espíritus capacitados intelectualmente, para que todo negocio que emprendan en nuestro nombre –pues son nuestros empleados- fructifique para el colectivo y no para unos pocos y que por encima de todo, sea correcto.
[email protected]