Publicidad
Categorías
Categorías
Columnista - 1 julio, 2020

Campesinos abnegados

La población de Pueblo Bello está concebida sobre una meseta ubicada entre dos vertientes, por cuyas  laderas corren los ríos, Ariguanicito y Ariguaní;  ella y ellos se dirigien hacia el occidente, aquella llega hasta el punto donde estos se unen, y desde allí comienza un camino que luego se trifurca dando acceso a los elevados […]

La población de Pueblo Bello está concebida sobre una meseta ubicada entre dos vertientes, por cuyas  laderas corren los ríos, Ariguanicito y Ariguaní;  ella y ellos se dirigien hacia el occidente, aquella llega hasta el punto donde estos se unen, y desde allí comienza un camino que luego se trifurca dando acceso a los elevados promontorios meridionales occidentales de las ricas estribaciones de la Sierra Nevada del lado de Valledupar.

Qué grato es montarme sobre un caballo -en este caso una yegua blanca y andona- acompañado por un amigo fiel, Belder Arzuaga Orozco y, alboreando el día comenzar a andar  hacia esas cordilleras, contando con un viento sereno y puro; y más allá, vernos envueltos entre las nubes viajeras a través de los cañones profundos.

Nos encontramos delante de una bellísima serranía a cuyas cumbres nos acercamos por cualquiera de las tres vías que han quedado anunciadas y que vertebran  grandes macizos.

Esas montañas conforman pirámides paralelas por cuyas bases corren torrentes de aguas cantarinas y cristalinas, y sus lados se yerguen formando umbrosas hondonadas cafetaleras hasta colmar las cimas o un poco menos. Habiéndolas también de bastimentos, de maíz, cacao, plátano hartón, banano, yuca, malanga, cítricos, etc., y en sus muchas dispersas y placidas mesetas, ganado vacuno, ovino, porcino, equino, de avicultura y, de acuicultura.

La  vertiente del lado izquierdo es servida por una vía que conduce a las veredas de Villa Germania, Minas de Iracal, Santa Tirsa; la central  al lugar más alto denominado Los Corrales, hasta adonde llegué; la del lado derecho, llamada genéricamente ‘El Cañón’, lleva a varias veredas, entre ellas, Nuevo Colón y Marquetalia, entre otras.

En esas formaciones geográficas se han establecido fincas medianas y pequeñas, administradas por sus propietarios, que habitan modestas casas cuyos techos de cinc reflejan fulgurantes rayos de sol que en complicidad con la tranquilidad de la zona y el amor de las aguas, fecunda la bendita tierra, próspera en toda clase de cultivos, propios de allí, trabajados y cuidados por unos campesinos esforzados, quienes infortunadamente carecen de la compañía de las administraciones públicas, nacionales, departamentales y municipales, inmemorialmente ausentes.

Apenas cuentan con unos casi intransitables caminos de herradura -las llamadas vías terciarias-, utilizadas  por bestias de montar y de cargar, y por las arriesgadas motocicletas -modernos medios de transporte que complementan los de tracción animal-, los desvencijados carros camperos, y hombres de a pie, incluidos los de las etnias indígenas de allí.

Existen escasísimos trechos con placahuellas, semi destruidas, escasas y deficientes redes de energía eléctrica, y se ve muy raramente una maltrecha escuela para el estudio de los niños campesinos; nunca un sitio para atender los primeros auxilios sanitarios.

Estos campesinos son abnegados y esforzados, pero huérfanos de apoyo alguno oficial.  Son los parias de los habitantes de las ciudades.  Son los parias de los gobernantes.  Son los parias de los comerciantes a quienes tienen que entregar su noble producción, dizque a título de venta.

Desde los montes de Pueblo Bello.

Columnista
1 julio, 2020

Campesinos abnegados

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
Rodrigo López Barros

La población de Pueblo Bello está concebida sobre una meseta ubicada entre dos vertientes, por cuyas  laderas corren los ríos, Ariguanicito y Ariguaní;  ella y ellos se dirigien hacia el occidente, aquella llega hasta el punto donde estos se unen, y desde allí comienza un camino que luego se trifurca dando acceso a los elevados […]


La población de Pueblo Bello está concebida sobre una meseta ubicada entre dos vertientes, por cuyas  laderas corren los ríos, Ariguanicito y Ariguaní;  ella y ellos se dirigien hacia el occidente, aquella llega hasta el punto donde estos se unen, y desde allí comienza un camino que luego se trifurca dando acceso a los elevados promontorios meridionales occidentales de las ricas estribaciones de la Sierra Nevada del lado de Valledupar.

Qué grato es montarme sobre un caballo -en este caso una yegua blanca y andona- acompañado por un amigo fiel, Belder Arzuaga Orozco y, alboreando el día comenzar a andar  hacia esas cordilleras, contando con un viento sereno y puro; y más allá, vernos envueltos entre las nubes viajeras a través de los cañones profundos.

Nos encontramos delante de una bellísima serranía a cuyas cumbres nos acercamos por cualquiera de las tres vías que han quedado anunciadas y que vertebran  grandes macizos.

Esas montañas conforman pirámides paralelas por cuyas bases corren torrentes de aguas cantarinas y cristalinas, y sus lados se yerguen formando umbrosas hondonadas cafetaleras hasta colmar las cimas o un poco menos. Habiéndolas también de bastimentos, de maíz, cacao, plátano hartón, banano, yuca, malanga, cítricos, etc., y en sus muchas dispersas y placidas mesetas, ganado vacuno, ovino, porcino, equino, de avicultura y, de acuicultura.

La  vertiente del lado izquierdo es servida por una vía que conduce a las veredas de Villa Germania, Minas de Iracal, Santa Tirsa; la central  al lugar más alto denominado Los Corrales, hasta adonde llegué; la del lado derecho, llamada genéricamente ‘El Cañón’, lleva a varias veredas, entre ellas, Nuevo Colón y Marquetalia, entre otras.

En esas formaciones geográficas se han establecido fincas medianas y pequeñas, administradas por sus propietarios, que habitan modestas casas cuyos techos de cinc reflejan fulgurantes rayos de sol que en complicidad con la tranquilidad de la zona y el amor de las aguas, fecunda la bendita tierra, próspera en toda clase de cultivos, propios de allí, trabajados y cuidados por unos campesinos esforzados, quienes infortunadamente carecen de la compañía de las administraciones públicas, nacionales, departamentales y municipales, inmemorialmente ausentes.

Apenas cuentan con unos casi intransitables caminos de herradura -las llamadas vías terciarias-, utilizadas  por bestias de montar y de cargar, y por las arriesgadas motocicletas -modernos medios de transporte que complementan los de tracción animal-, los desvencijados carros camperos, y hombres de a pie, incluidos los de las etnias indígenas de allí.

Existen escasísimos trechos con placahuellas, semi destruidas, escasas y deficientes redes de energía eléctrica, y se ve muy raramente una maltrecha escuela para el estudio de los niños campesinos; nunca un sitio para atender los primeros auxilios sanitarios.

Estos campesinos son abnegados y esforzados, pero huérfanos de apoyo alguno oficial.  Son los parias de los habitantes de las ciudades.  Son los parias de los gobernantes.  Son los parias de los comerciantes a quienes tienen que entregar su noble producción, dizque a título de venta.

Desde los montes de Pueblo Bello.