“Recuerdo que mi comandante me dijo, esto es un tren donde luego de que se monte es difícil de bajarse; y hace unos días le dije, vea mi comandante, ya estamos llegando a la estación, yo creo que prontico nos bajamos... (risas)”.
“Recuerdo que mi comandante me dijo, esto es un tren donde luego de que se monte es difícil de bajarse; y hace unos días le dije, vea mi comandante, ya estamos llegando a la estación, yo creo que prontico nos bajamos… (risas)”.
Estas palabras son el recuerdo imborrable de alias Jhon, el que imparte el orden en el patio de la recepción de la zona veredal Tierra Grata, en el municipio de La Paz, norte del Cesar, a quien le parece como si fuera ayer el día que ingresó a las Farc. Un hombre que afirma que por la ideología del grupo subversivo, sigue en pie de lucha, porque como él manifiesta “se han comido las verdes y las maduras” y ahora su único propósito es la política, esa en la que se han instruido durante años y que conocen muy bien a pesar de no haber ocupado de forma legal, una silla del poder.
En Tierra Grata desde bien temprano los guerrilleros inician su jornada, muy diferente a como la iniciaban en el monte. Ahora lo hacen sin botas y muchos sin camuflados porque la vestimenta verde ya solo es una prenda más de vestir, pero sí con la misma disciplina. Forman a las 5:00 de la mañana, hora en la que definen el orden del día, a las 5:30 escuchan radio –sintonizan emisoras nacionales y locales-, luego analizan lo que está aconteciendo en el país y sacan conclusiones; después cada quien se ocupa en sus tareas y los que no, se van a cumplir con sus dos horas de estudio, allí leen, explican y proponen.
Hoy las tareas en la Zona Veredal son otras, luego de cumplir con las tareas los guerrilleros se dedican a jugar futbol, dominó, a conversar en el ambiente grato y agradable que se respira en esta área del corregimiento de San José de Oriente. Lo cierto es que la vida les cambió, comen tres veces al día, tienen meriendas y descansan.
Lo primero que está listo en la Zona Veredal Tierra Grata es el café, ese que dura todo el día; con este se atiende a los visitantes y a los guerrilleros les ayuda a calmar la ansiedad, ahora lo preparan y guardan en un termo y no como antes que era en olletas y si acaso con azúcar. En la recepción de la zona veredal, atienden a las personas que llegan a conocer, muchos a dialogar con los guerrilleros o a realizar todo tipo de trabajos que se convierte en una oportunidad para compartir con civiles.
“Seguimos, porque ahora dejamos las armas, pero empieza otro proceso de política, ahora nuestra arma es concientizar a la población de que necesitamos cambiar; ya eso de armas quedó atrás”, dijo Jhon, quien manifestó que sus ‘camaradas’ ya saben para dónde van.
‘Camarada’ significa todo, recordó. “Si usted va a subir esa montaña y no puede, su camarada le da la mano y no lo deja atrás nunca y cuando usted llama a un camarada: ‘camarada de camarada’ esa persona es para usted más que su hermano. Aquí todos somos camaradas, desde el que entró ayer hasta el más antiguo, aquí la unidad es toda; aquí se dice vamos a hacer una aseo y ninguno trata de hacer menos; al contrario, todo el mundo se dispone para cumplir con las tareas”.
Ya han pasado seis meses desde que están en la Zona Veredal y ahora se sienten tranquilos; “hacemos un almuerzo y le echamos todo lo que necesita, antes si había un condimento para cinco kilos de espaguetis así se hacía y todo el mundo comía”.
En la recepción los guerrilleros se visten como civiles, con la poca vestimenta conseguida a lo largo de estos seis meses; ya no están obligados a bañarse a primera hora, ya lo hacen en el momento que quieran y entre sus distracciones está la tecnología, esa que están descubriendo, porque hace algún tiempo los celulares no hacían parte de su vida y hoy los tienen con la conectividad ofrecida en la zona veredal.
Jhon tiene dos disparos en su cuerpo, uno de ellos propinado durante una operación de exterminio de las Farc, cuando las fuerzas especiales los atacaron y al grupo le tocó atrincherarse en un cerro de Bolívar llamado ‘La costilla del diablo’, donde recuerda Jhon que no entraba nadie por las condiciones del lugar. Allí sobrevivieron comiendo una planta llamada Iraca y comida vieja -la guerra fue dura- recordó en ese momento, “pero los que vivimos para contarla debemos marcar la diferencia”.
Duró tres meses incapacitado y en ese tiempo llegó al desespero, porque extrañaba el monte, a sus camaradas que son como sus hermanos. “Aquí todo se hace así, en equipo, los comandantes no tienen preferencia con nadie y ellos duermen revueltos con todos a pesar de que el gobierno quería darles sus casas a parte”, el guerrillero hizo alusión a que afuera, en la vida civil, hay envidia, problemas hambre y necesidad, la que sería la peor guerra para el ser humano.
Este hombre ingresó a las Farc en los años 80, motivado por un sueño infantil, las armas y el uniforme militar. Recuerda que le pidió a Altamar que se lo llevara, cuando llegaron al campamento lo recibieron como “cuando la familia tiene mucho tiempo de no ver a un miembro importante para ellos, todos lo saludaron y le abrieron un espacio; allí me enseñaron los primeros pasos, los entrenamientos son todos los días, a las 5:00 de la mañana escuchaba noticias, hacíamos un resumen de noticias y había tiempo para el estudio que incluye los estatutos que es donde dice cómo debe comportarse la guerrilla”.
“Llevo tiempo y yo estoy feliz, con mi revolución hasta el final, hasta el último día que Dios me tenga con vida, porque seguimos con nuestro partido y el objetivo de la toma del poder que como no se pudo a lo militar, ahora es a lo legal”, puntualiza Jhon.
Por Adriana Palomo Molina
“Recuerdo que mi comandante me dijo, esto es un tren donde luego de que se monte es difícil de bajarse; y hace unos días le dije, vea mi comandante, ya estamos llegando a la estación, yo creo que prontico nos bajamos... (risas)”.
“Recuerdo que mi comandante me dijo, esto es un tren donde luego de que se monte es difícil de bajarse; y hace unos días le dije, vea mi comandante, ya estamos llegando a la estación, yo creo que prontico nos bajamos… (risas)”.
Estas palabras son el recuerdo imborrable de alias Jhon, el que imparte el orden en el patio de la recepción de la zona veredal Tierra Grata, en el municipio de La Paz, norte del Cesar, a quien le parece como si fuera ayer el día que ingresó a las Farc. Un hombre que afirma que por la ideología del grupo subversivo, sigue en pie de lucha, porque como él manifiesta “se han comido las verdes y las maduras” y ahora su único propósito es la política, esa en la que se han instruido durante años y que conocen muy bien a pesar de no haber ocupado de forma legal, una silla del poder.
En Tierra Grata desde bien temprano los guerrilleros inician su jornada, muy diferente a como la iniciaban en el monte. Ahora lo hacen sin botas y muchos sin camuflados porque la vestimenta verde ya solo es una prenda más de vestir, pero sí con la misma disciplina. Forman a las 5:00 de la mañana, hora en la que definen el orden del día, a las 5:30 escuchan radio –sintonizan emisoras nacionales y locales-, luego analizan lo que está aconteciendo en el país y sacan conclusiones; después cada quien se ocupa en sus tareas y los que no, se van a cumplir con sus dos horas de estudio, allí leen, explican y proponen.
Hoy las tareas en la Zona Veredal son otras, luego de cumplir con las tareas los guerrilleros se dedican a jugar futbol, dominó, a conversar en el ambiente grato y agradable que se respira en esta área del corregimiento de San José de Oriente. Lo cierto es que la vida les cambió, comen tres veces al día, tienen meriendas y descansan.
Lo primero que está listo en la Zona Veredal Tierra Grata es el café, ese que dura todo el día; con este se atiende a los visitantes y a los guerrilleros les ayuda a calmar la ansiedad, ahora lo preparan y guardan en un termo y no como antes que era en olletas y si acaso con azúcar. En la recepción de la zona veredal, atienden a las personas que llegan a conocer, muchos a dialogar con los guerrilleros o a realizar todo tipo de trabajos que se convierte en una oportunidad para compartir con civiles.
“Seguimos, porque ahora dejamos las armas, pero empieza otro proceso de política, ahora nuestra arma es concientizar a la población de que necesitamos cambiar; ya eso de armas quedó atrás”, dijo Jhon, quien manifestó que sus ‘camaradas’ ya saben para dónde van.
‘Camarada’ significa todo, recordó. “Si usted va a subir esa montaña y no puede, su camarada le da la mano y no lo deja atrás nunca y cuando usted llama a un camarada: ‘camarada de camarada’ esa persona es para usted más que su hermano. Aquí todos somos camaradas, desde el que entró ayer hasta el más antiguo, aquí la unidad es toda; aquí se dice vamos a hacer una aseo y ninguno trata de hacer menos; al contrario, todo el mundo se dispone para cumplir con las tareas”.
Ya han pasado seis meses desde que están en la Zona Veredal y ahora se sienten tranquilos; “hacemos un almuerzo y le echamos todo lo que necesita, antes si había un condimento para cinco kilos de espaguetis así se hacía y todo el mundo comía”.
En la recepción los guerrilleros se visten como civiles, con la poca vestimenta conseguida a lo largo de estos seis meses; ya no están obligados a bañarse a primera hora, ya lo hacen en el momento que quieran y entre sus distracciones está la tecnología, esa que están descubriendo, porque hace algún tiempo los celulares no hacían parte de su vida y hoy los tienen con la conectividad ofrecida en la zona veredal.
Jhon tiene dos disparos en su cuerpo, uno de ellos propinado durante una operación de exterminio de las Farc, cuando las fuerzas especiales los atacaron y al grupo le tocó atrincherarse en un cerro de Bolívar llamado ‘La costilla del diablo’, donde recuerda Jhon que no entraba nadie por las condiciones del lugar. Allí sobrevivieron comiendo una planta llamada Iraca y comida vieja -la guerra fue dura- recordó en ese momento, “pero los que vivimos para contarla debemos marcar la diferencia”.
Duró tres meses incapacitado y en ese tiempo llegó al desespero, porque extrañaba el monte, a sus camaradas que son como sus hermanos. “Aquí todo se hace así, en equipo, los comandantes no tienen preferencia con nadie y ellos duermen revueltos con todos a pesar de que el gobierno quería darles sus casas a parte”, el guerrillero hizo alusión a que afuera, en la vida civil, hay envidia, problemas hambre y necesidad, la que sería la peor guerra para el ser humano.
Este hombre ingresó a las Farc en los años 80, motivado por un sueño infantil, las armas y el uniforme militar. Recuerda que le pidió a Altamar que se lo llevara, cuando llegaron al campamento lo recibieron como “cuando la familia tiene mucho tiempo de no ver a un miembro importante para ellos, todos lo saludaron y le abrieron un espacio; allí me enseñaron los primeros pasos, los entrenamientos son todos los días, a las 5:00 de la mañana escuchaba noticias, hacíamos un resumen de noticias y había tiempo para el estudio que incluye los estatutos que es donde dice cómo debe comportarse la guerrilla”.
“Llevo tiempo y yo estoy feliz, con mi revolución hasta el final, hasta el último día que Dios me tenga con vida, porque seguimos con nuestro partido y el objetivo de la toma del poder que como no se pudo a lo militar, ahora es a lo legal”, puntualiza Jhon.
Por Adriana Palomo Molina