Con el cumpleaños de Valledupar terminaron las fiestas de fin de año y le dimos la bienvenida oficial al 2025, llenos de optimismo e ilusionados de que nuestras actividades vuelvan a recorrer las sendas del éxito y las grandes realizaciones, acorde a los deseos que cada quien tiene anidado en su corazón.
Con el cumpleaños de Valledupar terminaron las fiestas de fin de año y le dimos la bienvenida oficial al 2025, llenos de optimismo e ilusionados de que nuestras actividades vuelvan a recorrer las sendas del éxito y las grandes realizaciones, acorde a los deseos que cada quien tiene anidado en su corazón.
Como sucede en cualquier período de tiempo, el año anterior estuvo cargado de dificultades, enseñanzas, alegrías, tristezas, triunfos, derrotas, decepciones y esperanzas para todos, en un espontáneo propósito de fortalecer una palabra inmensa en su contenido y que en algún momento la pusiera de moda un exalcalde vallenato, la resiliencia.
Nos volvimos fuertes; sensibles en los afectos, pero firmes al sortear las dificultades. Desafíos familiares, económicos, laborales, políticos, comunitarios y los cotidianos de cada entorno particular, fueron los encargados de fortalecer nuestro carácter para pensar hoy que estamos frente a un gran año, en la medida que hagamos lo que tengamos que hacer, cuando lo tengamos que hacer.
Aprendimos que, así como la paz no es solo la ausencia de guerra, la plenitud tampoco se encuentra en el culto a la rutina de hacer siempre lo mismo. La cumbre se alcanza en la ejecución de un conjunto de variadas tareas, las cuales nutren cada universo personal, que, aunque con bemoles y sostenidos, nos convierten en seres humanos capaces de vencer retos. Igualmente aprendimos que el reconocimiento no solo lo determina tu buen juicio, acertadas decisiones y capacidad de trabajo, porque desprevenidamente este puede perecer en la habilidad para especular de tus competidores.
Con estas enseñanzas Dios nos preparó en la experiencia, para reconocer que mientras tengamos fe en Él podemos alcanzar cualquier objetivo, siempre y cuando sean nobles los propósitos. En la espiritualidad encontramos fortaleza, conformidad, sabiduría, paciencia, sensibilidad, discernimiento y muchas virtudes que sin saberlo existen en nosotros, pero solo están dormidas hasta que tenemos el real primer encuentro con Jesús.
En ese momento entendemos muchas cosas que nos liberan de obstáculos para encontrar la felicidad, entre ellas la definición de familia que plantea el Papa Francisco: “Grupo de personas llenas de defectos, que Dios reúne para que convivan con las diferencias y desarrollen la tolerancia, la benevolencia, la caridad, el perdón, el respeto, la gratitud, la paciencia, el derecho, el deber, los límites, en fin, que aprendan a amar: haciendo por el otro lo que le gustaría que hicieran por sí mismos. Sin exigir de ellos la perfección que aún no tenemos. No nacemos donde merecemos, sino donde necesitamos evolucionar”.
Así pues, con ánimo, optimismo y fe comenzamos una nueva etapa, deseándoles un venturoso año nuevo, donde la salud, armonía y prosperidad llegue a la vida de cada uno de nosotros, para que ojalá el año entrante para estas épocas estemos evaluando positivamente el cumplimiento de nuestros propósitos. Bienvenido 2025. Fuerte abrazo.
Por: Antonio María Araújo Calderón.
Con el cumpleaños de Valledupar terminaron las fiestas de fin de año y le dimos la bienvenida oficial al 2025, llenos de optimismo e ilusionados de que nuestras actividades vuelvan a recorrer las sendas del éxito y las grandes realizaciones, acorde a los deseos que cada quien tiene anidado en su corazón.
Con el cumpleaños de Valledupar terminaron las fiestas de fin de año y le dimos la bienvenida oficial al 2025, llenos de optimismo e ilusionados de que nuestras actividades vuelvan a recorrer las sendas del éxito y las grandes realizaciones, acorde a los deseos que cada quien tiene anidado en su corazón.
Como sucede en cualquier período de tiempo, el año anterior estuvo cargado de dificultades, enseñanzas, alegrías, tristezas, triunfos, derrotas, decepciones y esperanzas para todos, en un espontáneo propósito de fortalecer una palabra inmensa en su contenido y que en algún momento la pusiera de moda un exalcalde vallenato, la resiliencia.
Nos volvimos fuertes; sensibles en los afectos, pero firmes al sortear las dificultades. Desafíos familiares, económicos, laborales, políticos, comunitarios y los cotidianos de cada entorno particular, fueron los encargados de fortalecer nuestro carácter para pensar hoy que estamos frente a un gran año, en la medida que hagamos lo que tengamos que hacer, cuando lo tengamos que hacer.
Aprendimos que, así como la paz no es solo la ausencia de guerra, la plenitud tampoco se encuentra en el culto a la rutina de hacer siempre lo mismo. La cumbre se alcanza en la ejecución de un conjunto de variadas tareas, las cuales nutren cada universo personal, que, aunque con bemoles y sostenidos, nos convierten en seres humanos capaces de vencer retos. Igualmente aprendimos que el reconocimiento no solo lo determina tu buen juicio, acertadas decisiones y capacidad de trabajo, porque desprevenidamente este puede perecer en la habilidad para especular de tus competidores.
Con estas enseñanzas Dios nos preparó en la experiencia, para reconocer que mientras tengamos fe en Él podemos alcanzar cualquier objetivo, siempre y cuando sean nobles los propósitos. En la espiritualidad encontramos fortaleza, conformidad, sabiduría, paciencia, sensibilidad, discernimiento y muchas virtudes que sin saberlo existen en nosotros, pero solo están dormidas hasta que tenemos el real primer encuentro con Jesús.
En ese momento entendemos muchas cosas que nos liberan de obstáculos para encontrar la felicidad, entre ellas la definición de familia que plantea el Papa Francisco: “Grupo de personas llenas de defectos, que Dios reúne para que convivan con las diferencias y desarrollen la tolerancia, la benevolencia, la caridad, el perdón, el respeto, la gratitud, la paciencia, el derecho, el deber, los límites, en fin, que aprendan a amar: haciendo por el otro lo que le gustaría que hicieran por sí mismos. Sin exigir de ellos la perfección que aún no tenemos. No nacemos donde merecemos, sino donde necesitamos evolucionar”.
Así pues, con ánimo, optimismo y fe comenzamos una nueva etapa, deseándoles un venturoso año nuevo, donde la salud, armonía y prosperidad llegue a la vida de cada uno de nosotros, para que ojalá el año entrante para estas épocas estemos evaluando positivamente el cumplimiento de nuestros propósitos. Bienvenido 2025. Fuerte abrazo.
Por: Antonio María Araújo Calderón.