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Columnista - 3 agosto, 2020

Barro, barrísimo

Nací en Sincelejo (1947), en aquellos tiempos departamento de Bolívar.  Era un pueblo pequeño  pero sus gentes en general eran de mente y actitudes abiertas y  tolerantes.  El parto atendido por una enfermera  profesional  canadiense  o norteamericana Aimee Mackillin, miembro de la misión de la Iglesia  Bautista cuya presencia databa de muchos años atrás y […]

Nací en Sincelejo (1947), en aquellos tiempos departamento de Bolívar.  Era un pueblo pequeño  pero sus gentes en general eran de mente y actitudes abiertas y  tolerantes.  El parto atendido por una enfermera  profesional  canadiense  o norteamericana Aimee Mackillin, miembro de la misión de la Iglesia  Bautista cuya presencia databa de muchos años atrás y que convivía en paz con la Iglesia Católica romana cuyos fieles, por supuesto eran la mayoría.

También y con relativa importancia estaba y está la Iglesia Evangélica. Allí encontraron tierra fértil. Eso siempre me satisfizo.  Y aunque en nada tenga que ver con la religión y cómo parte de ese ambiente es bueno también registrar la presencia de la logia masónica Sol de Sabanas # 56, integrada por prominentes criollos y foráneos, nacionales y extranjeros. Eran personas respetables, respetadas y como se auto proclaman libres y de buenas costumbres.

En ese Sincelejo nací y por supuesto por ese ambiente fui influenciado y para mí la cercanía y entendimiento de la pluralidad religiosa venía de muy atrás, no llegó con la Constitución del 1991 y por eso jamás entendí ni creí que los miembros de esas instituciones eran pecadores e iban directo al infierno, como se alcanzaba a expresar en los púlpitos.

Estudié mi bachillerato en el Instituto Nacional Simón Araujo y por disposiciones nacionales toda la comunidad debía asistir “obligatoriamente” los domingos a la misa de la hoy Catedral San Francisco de Asís. Los varones íbamos enfundados en traje entero, el mío de lino blanco, herencia de uno de mis abuelos, Nicolás. Entre los alumnos había una minoría no católica que se quejaba sordamente de tal imposición. Era impensable no acatarla, el látigo del padre español Antonio Prieto San Román pegaba fuerte. Sin embargo, la inconformidad se concretó en un comité del cual hice parte y llenándonos de razones acudimos al rector y al párroco de Sincelejo el padre David Villanueva, de color azul Prusia. Nuestros argumentos debieron ser muy serios porque sin mayor resistencia se relevó de esa obligación a los no católicos y al poco tiempo a todo el colegio.  Mi edad unos 16 años.  Hoy con 73 encima, heredero de esas vivencias y como escudo la Constitución de 1991. Somos una sociedad muy heterogénea cómo para creer que lo que uno es y representa es lo verdadero.  Esas motivaciones son las que me alimentan.

Para poder explicar y concluir lo que quiero decir,  vuelvo a mi tierra y acudo a una expresión popular que expresa, que denota, que algo es desagradable y con lo que no se está de acuerdo  y  entonces se señala en principio eso como “barro” o si lo amerita, “barrísimo” y eso, para mí, fue el trino del presidente Duque relacionado con la Virgen de Chiquinquirá. Nada que ver,  porque el presidente lo es de todos los colombianos y no todos los nacionales son católicos y devotos  de esa advocación  y además cómo ya ha sido dicho centenares de veces: “Colombia es un Estado laico según deriva de su Constitución​ y la jurisprudencia de la Corte Constitucional​​​​, por lo que el Estado está en la obligación de ser neutral en materia religiosa y dar un tratamiento igual a todas las iglesias y confesiones religiosas, dada la separación Iglesia-Estado” Clarísimo presidente.

Dejo a quienes dispongan de mayor espacio, conocimiento y sobre todo ánimo un análisis más serio y profundo de ese desafortunado trino o expresión y yo simplemente digo “barro, barrísimo”,  señor presidente.

Columnista
3 agosto, 2020

Barro, barrísimo

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
Jaime García Chadid.

Nací en Sincelejo (1947), en aquellos tiempos departamento de Bolívar.  Era un pueblo pequeño  pero sus gentes en general eran de mente y actitudes abiertas y  tolerantes.  El parto atendido por una enfermera  profesional  canadiense  o norteamericana Aimee Mackillin, miembro de la misión de la Iglesia  Bautista cuya presencia databa de muchos años atrás y […]


Nací en Sincelejo (1947), en aquellos tiempos departamento de Bolívar.  Era un pueblo pequeño  pero sus gentes en general eran de mente y actitudes abiertas y  tolerantes.  El parto atendido por una enfermera  profesional  canadiense  o norteamericana Aimee Mackillin, miembro de la misión de la Iglesia  Bautista cuya presencia databa de muchos años atrás y que convivía en paz con la Iglesia Católica romana cuyos fieles, por supuesto eran la mayoría.

También y con relativa importancia estaba y está la Iglesia Evangélica. Allí encontraron tierra fértil. Eso siempre me satisfizo.  Y aunque en nada tenga que ver con la religión y cómo parte de ese ambiente es bueno también registrar la presencia de la logia masónica Sol de Sabanas # 56, integrada por prominentes criollos y foráneos, nacionales y extranjeros. Eran personas respetables, respetadas y como se auto proclaman libres y de buenas costumbres.

En ese Sincelejo nací y por supuesto por ese ambiente fui influenciado y para mí la cercanía y entendimiento de la pluralidad religiosa venía de muy atrás, no llegó con la Constitución del 1991 y por eso jamás entendí ni creí que los miembros de esas instituciones eran pecadores e iban directo al infierno, como se alcanzaba a expresar en los púlpitos.

Estudié mi bachillerato en el Instituto Nacional Simón Araujo y por disposiciones nacionales toda la comunidad debía asistir “obligatoriamente” los domingos a la misa de la hoy Catedral San Francisco de Asís. Los varones íbamos enfundados en traje entero, el mío de lino blanco, herencia de uno de mis abuelos, Nicolás. Entre los alumnos había una minoría no católica que se quejaba sordamente de tal imposición. Era impensable no acatarla, el látigo del padre español Antonio Prieto San Román pegaba fuerte. Sin embargo, la inconformidad se concretó en un comité del cual hice parte y llenándonos de razones acudimos al rector y al párroco de Sincelejo el padre David Villanueva, de color azul Prusia. Nuestros argumentos debieron ser muy serios porque sin mayor resistencia se relevó de esa obligación a los no católicos y al poco tiempo a todo el colegio.  Mi edad unos 16 años.  Hoy con 73 encima, heredero de esas vivencias y como escudo la Constitución de 1991. Somos una sociedad muy heterogénea cómo para creer que lo que uno es y representa es lo verdadero.  Esas motivaciones son las que me alimentan.

Para poder explicar y concluir lo que quiero decir,  vuelvo a mi tierra y acudo a una expresión popular que expresa, que denota, que algo es desagradable y con lo que no se está de acuerdo  y  entonces se señala en principio eso como “barro” o si lo amerita, “barrísimo” y eso, para mí, fue el trino del presidente Duque relacionado con la Virgen de Chiquinquirá. Nada que ver,  porque el presidente lo es de todos los colombianos y no todos los nacionales son católicos y devotos  de esa advocación  y además cómo ya ha sido dicho centenares de veces: “Colombia es un Estado laico según deriva de su Constitución​ y la jurisprudencia de la Corte Constitucional​​​​, por lo que el Estado está en la obligación de ser neutral en materia religiosa y dar un tratamiento igual a todas las iglesias y confesiones religiosas, dada la separación Iglesia-Estado” Clarísimo presidente.

Dejo a quienes dispongan de mayor espacio, conocimiento y sobre todo ánimo un análisis más serio y profundo de ese desafortunado trino o expresión y yo simplemente digo “barro, barrísimo”,  señor presidente.