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Columnista - 23 octubre, 2020

“Barriga llena corazón contento”

Estamos hasta la coronilla del coronavirus. Por donde se mete la nariz el tema es el mismo en todas partes, en las tertulias, en las tres comidas, en las redes sociales hay una buena canción; fuera de los especialistas en mandar todos los días las estadísticas de infectados y muertos y de una vez, con […]

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Estamos hasta la coronilla del coronavirus. Por donde se mete la nariz el tema es el mismo en todas partes, en las tertulias, en las tres comidas, en las redes sociales hay una buena canción; fuera de los especialistas en mandar todos los días las estadísticas de infectados y muertos y de una vez, con cierto morbo digo yo: ojalá esté equivocado, hacen las comparaciones como si estuviéramos en un hipódromo o pista de carreras.

Yo ni siquiera las miro, porque eso lo que produce es pánico colectivo y sé, que lo que hay es que seguirse cuidando como el primer día, porque el bicho no se ha ido, ahí está vivito, coleando y dispuesto a joder a quién le dé el papayazo quitándose el tapaboca, saludando de mano, beso o abrazo y no lavándose las manos cada vez que sea necesario, hasta cuando llegue una droga que lo mate o una vacuna que nos inmunice. No hay otra solución, pero debemos colaborar con los esfuerzos del gobierno para que disminuyan los contagiados y los muertos

Hay otra situación que le oigo decir a todo mundo que debe de terminarse porque ya produce fastidio y nadie le para bolas, a pesar de la buena intención de su protagonista principal el señor presidente de la República Iván Duque, como son sus intervenciones en la TV todos los días. Ya está bueno, ya hay suficiente ilustración y si esos espacios son pagos, son costosos con seguridad; esos dineros se deben utilizar en otras cosas, por ejemplo fortalecer los comedores públicos o populares a donde acuden los ancianos y desprotegidos a mitigar el hambre y la sed, pues es alarmante el número de personas de todas las edades y sexos que deambulan por las calles con las manos estiradas y la barriga pegá al espinazo, implorando una limosna para comer y lo más grave con chorro de niñitos a la pata; y uno se angustia por no poder complacerlos eficientemente.

Yo así como cargo una caja de tapabocas para darle a los que no lo tienen, procuro tener monedas de a 200 para darles; pues como decía mi tío Antonio López:”argo es argo”. Ese es el mal que hay que atacar y vencer: el hambre; el hambre que sufren los más pobres y desprotegidos, el hambre de los niños que no saben de espera, el hambre de la embarazada, el hambre de los ancianos, de los adultos sin trabajo. Ahí es donde se deben invertir muchos recursos parando obras suntuosas como la Casa en el Aire en El Valle, para evitar que el hambre siga haciendo estragos y la insatisfacción del pobre y abandonado crezca y estalle. Acuérdense que “barriga llena, corazón contento”. Parece que el señor Alcalde lee El Pilón, pues ya se están viendo los buenos resultados y esperamos que continúen la labor de limpieza y le caigan al lote del Idema en el Pabellón del Pescado, que quiten el tapón de la calle 15 con carrera 12, al igual que hagan que recojan los escombros tirados en cualquier parte, como los de la carrera 11A con calle 15 y en la misma 11A con 10, pero que también con maquinaria se den una rodadita por la cuadra del Ateneo para que vean que da rabia la indolencia del poderoso propietario del inmenso lote con sus vecinos, especialmente los residentes del conjunto Rosas del Ateneo que estamos azotados por la plaga, ladrones, drogadictos y hasta ratas y culebras. Que no sea gratis, él o ellos tienen como pagar la limpieza al igual que la poderosa familia Mattos Liñán en Novalito con sus grandes lotes llenos de basuras e hierbas que ni siquiera les hacen un cerramiento.

Columnista
23 octubre, 2020

“Barriga llena corazón contento”

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
José M. Aponte Martínez

Estamos hasta la coronilla del coronavirus. Por donde se mete la nariz el tema es el mismo en todas partes, en las tertulias, en las tres comidas, en las redes sociales hay una buena canción; fuera de los especialistas en mandar todos los días las estadísticas de infectados y muertos y de una vez, con […]


Estamos hasta la coronilla del coronavirus. Por donde se mete la nariz el tema es el mismo en todas partes, en las tertulias, en las tres comidas, en las redes sociales hay una buena canción; fuera de los especialistas en mandar todos los días las estadísticas de infectados y muertos y de una vez, con cierto morbo digo yo: ojalá esté equivocado, hacen las comparaciones como si estuviéramos en un hipódromo o pista de carreras.

Yo ni siquiera las miro, porque eso lo que produce es pánico colectivo y sé, que lo que hay es que seguirse cuidando como el primer día, porque el bicho no se ha ido, ahí está vivito, coleando y dispuesto a joder a quién le dé el papayazo quitándose el tapaboca, saludando de mano, beso o abrazo y no lavándose las manos cada vez que sea necesario, hasta cuando llegue una droga que lo mate o una vacuna que nos inmunice. No hay otra solución, pero debemos colaborar con los esfuerzos del gobierno para que disminuyan los contagiados y los muertos

Hay otra situación que le oigo decir a todo mundo que debe de terminarse porque ya produce fastidio y nadie le para bolas, a pesar de la buena intención de su protagonista principal el señor presidente de la República Iván Duque, como son sus intervenciones en la TV todos los días. Ya está bueno, ya hay suficiente ilustración y si esos espacios son pagos, son costosos con seguridad; esos dineros se deben utilizar en otras cosas, por ejemplo fortalecer los comedores públicos o populares a donde acuden los ancianos y desprotegidos a mitigar el hambre y la sed, pues es alarmante el número de personas de todas las edades y sexos que deambulan por las calles con las manos estiradas y la barriga pegá al espinazo, implorando una limosna para comer y lo más grave con chorro de niñitos a la pata; y uno se angustia por no poder complacerlos eficientemente.

Yo así como cargo una caja de tapabocas para darle a los que no lo tienen, procuro tener monedas de a 200 para darles; pues como decía mi tío Antonio López:”argo es argo”. Ese es el mal que hay que atacar y vencer: el hambre; el hambre que sufren los más pobres y desprotegidos, el hambre de los niños que no saben de espera, el hambre de la embarazada, el hambre de los ancianos, de los adultos sin trabajo. Ahí es donde se deben invertir muchos recursos parando obras suntuosas como la Casa en el Aire en El Valle, para evitar que el hambre siga haciendo estragos y la insatisfacción del pobre y abandonado crezca y estalle. Acuérdense que “barriga llena, corazón contento”. Parece que el señor Alcalde lee El Pilón, pues ya se están viendo los buenos resultados y esperamos que continúen la labor de limpieza y le caigan al lote del Idema en el Pabellón del Pescado, que quiten el tapón de la calle 15 con carrera 12, al igual que hagan que recojan los escombros tirados en cualquier parte, como los de la carrera 11A con calle 15 y en la misma 11A con 10, pero que también con maquinaria se den una rodadita por la cuadra del Ateneo para que vean que da rabia la indolencia del poderoso propietario del inmenso lote con sus vecinos, especialmente los residentes del conjunto Rosas del Ateneo que estamos azotados por la plaga, ladrones, drogadictos y hasta ratas y culebras. Que no sea gratis, él o ellos tienen como pagar la limpieza al igual que la poderosa familia Mattos Liñán en Novalito con sus grandes lotes llenos de basuras e hierbas que ni siquiera les hacen un cerramiento.