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Editorial - 22 junio, 2020

Barranquilla en la atención y corazón de los vallenatos

Valledupar siempre ha tenido como referente histórico a Barranquilla. Es joven, de un largo siglo, dinámica, multicultural y de inmigrantes de varias nacionalidades, es río y mar. Los vallenatos, aunque han conservado los lazos con Santa Marta, que fue capital del Magdalena Grande, la percibieron como apéndice de aquélla.

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Valledupar siempre ha tenido como referente histórico a Barranquilla. Es joven, de un largo siglo, dinámica, multicultural y de inmigrantes de varias nacionalidades, es río y mar. Los vallenatos, aunque han conservado los lazos con Santa Marta, que fue capital del Magdalena Grande, la percibieron como apéndice de aquélla.

Aunque en los años cuarenta los que querían completar la educación media iban a la capital departamental, al iniciar el Loperena se empezó a desarrollar una idea de vida cultural y administrativa independiente. Luego se distanció más porque la lucha por la secesión departamental era contra la capital.

Los que cogían el ‘ferry’ y pasaban a Barranquilla entraban deslumbrados a un poblado de inusitada pujanza.

Algunos vallenatos lo habían descubierto hace un siglo, cuando un rico ganadero como Urbano Pumarejo, bisabuelo del actual alcalde de Barranquilla, Jaime Pumarejo, se estableció en esa ciudad y empezó a compartir con esos “ñeros” que tenían apellidos extranjeros, en una época de esplendor, de establecimiento de industrias, puertos,  servicios y plantas de energía,  de la aviación (allí nació Avianca), y de barrios como El Prado, con sus casas y hoteles, como el emblemático que lleva el nombre del barrio. 

Barranquilla cayó décadas después en un marasmo perdiendo el ritmo de crecimiento económico y cultural y se alejó de las instancias nacionales de poder.  Su último gran intento lo hizo en 1970 lanzando sin resultado a  Evaristo Sourdís, candidato a la presidencia.

Después,  el voraz clientelismo y la concepción de la política como el reflejo de los buenos negocios que en su ámbito privado hacía su ‘clase dirigente’, la enterraron. Y Barranquilla se convirtió en el símbolo de la desaforada corrupción, en el desorden, la contaminación industrial, la pobreza. Mientras la pequeña Valledupar deslumbraba y sus buenos alcaldes contrastaban con la corrupción de ‘La Arenosa’. 

La promesa de los humildes que representó el padre Hoyos, terminó en  desilusión; y en la última década resurgió la ‘Puerta de Oro’ en todos los aspectos, el simbólico, el cultural, el arquitectónico, el de servicio, el de su cobertura de educación y salud, el de infraestructura y el económico y comercial.  Antes del coronavirus la ciudad exhibía los menores índices de desempleo en el país, se inauguró el fastuoso ‘Puente Pumarejo’, hizo un gran carnaval y se encaminaba a la asamblea mundial del BID. Barranquilla tenía además más unidades de UCI por número de habitantes que las otras capitales.

Otra ciudad en 1960 ya era  importante para el valle: la petrolera Maracaibo. A lo que hoy es el Cesar llegaban, por la violencia bipartidista y la atracción del algodón, los santandereanos, hablaban de Bucaramanga, pero estaba muy lejos, mientras Barranquilla y Maracaibo, eran cercanas y equidistantes.  

En medio de la pandemia Maracaibo ha aguantado en medio de la pobreza y Barranquilla compromete su prestigio y la vida de sus habitantes. Los vallenatos la observamos preocupados porque cualquier descuido permitirá al virus tocar las puertas de nuestras casas y hospitales.

Editorial
22 junio, 2020

Barranquilla en la atención y corazón de los vallenatos

Valledupar siempre ha tenido como referente histórico a Barranquilla. Es joven, de un largo siglo, dinámica, multicultural y de inmigrantes de varias nacionalidades, es río y mar. Los vallenatos, aunque han conservado los lazos con Santa Marta, que fue capital del Magdalena Grande, la percibieron como apéndice de aquélla.


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Valledupar siempre ha tenido como referente histórico a Barranquilla. Es joven, de un largo siglo, dinámica, multicultural y de inmigrantes de varias nacionalidades, es río y mar. Los vallenatos, aunque han conservado los lazos con Santa Marta, que fue capital del Magdalena Grande, la percibieron como apéndice de aquélla.

Aunque en los años cuarenta los que querían completar la educación media iban a la capital departamental, al iniciar el Loperena se empezó a desarrollar una idea de vida cultural y administrativa independiente. Luego se distanció más porque la lucha por la secesión departamental era contra la capital.

Los que cogían el ‘ferry’ y pasaban a Barranquilla entraban deslumbrados a un poblado de inusitada pujanza.

Algunos vallenatos lo habían descubierto hace un siglo, cuando un rico ganadero como Urbano Pumarejo, bisabuelo del actual alcalde de Barranquilla, Jaime Pumarejo, se estableció en esa ciudad y empezó a compartir con esos “ñeros” que tenían apellidos extranjeros, en una época de esplendor, de establecimiento de industrias, puertos,  servicios y plantas de energía,  de la aviación (allí nació Avianca), y de barrios como El Prado, con sus casas y hoteles, como el emblemático que lleva el nombre del barrio. 

Barranquilla cayó décadas después en un marasmo perdiendo el ritmo de crecimiento económico y cultural y se alejó de las instancias nacionales de poder.  Su último gran intento lo hizo en 1970 lanzando sin resultado a  Evaristo Sourdís, candidato a la presidencia.

Después,  el voraz clientelismo y la concepción de la política como el reflejo de los buenos negocios que en su ámbito privado hacía su ‘clase dirigente’, la enterraron. Y Barranquilla se convirtió en el símbolo de la desaforada corrupción, en el desorden, la contaminación industrial, la pobreza. Mientras la pequeña Valledupar deslumbraba y sus buenos alcaldes contrastaban con la corrupción de ‘La Arenosa’. 

La promesa de los humildes que representó el padre Hoyos, terminó en  desilusión; y en la última década resurgió la ‘Puerta de Oro’ en todos los aspectos, el simbólico, el cultural, el arquitectónico, el de servicio, el de su cobertura de educación y salud, el de infraestructura y el económico y comercial.  Antes del coronavirus la ciudad exhibía los menores índices de desempleo en el país, se inauguró el fastuoso ‘Puente Pumarejo’, hizo un gran carnaval y se encaminaba a la asamblea mundial del BID. Barranquilla tenía además más unidades de UCI por número de habitantes que las otras capitales.

Otra ciudad en 1960 ya era  importante para el valle: la petrolera Maracaibo. A lo que hoy es el Cesar llegaban, por la violencia bipartidista y la atracción del algodón, los santandereanos, hablaban de Bucaramanga, pero estaba muy lejos, mientras Barranquilla y Maracaibo, eran cercanas y equidistantes.  

En medio de la pandemia Maracaibo ha aguantado en medio de la pobreza y Barranquilla compromete su prestigio y la vida de sus habitantes. Los vallenatos la observamos preocupados porque cualquier descuido permitirá al virus tocar las puertas de nuestras casas y hospitales.