Luis Napoleón de Armas P. Lo que dice Mario Vargas Llosa sobre la banalización de la cultura es irrefutable, pero corto el concepto. Todo se ha banalizado, vivimos el renacimiento de los antivalores consensuados por la sociedad durante siglos; parece que un nuevo idioma universal, con extraños constructos, guiara a la humanidad; los que ya […]
Luis Napoleón de Armas P.
Lo que dice Mario Vargas Llosa sobre la banalización de la cultura es irrefutable, pero corto el concepto. Todo se ha banalizado, vivimos el renacimiento de los antivalores consensuados por la sociedad durante siglos; parece que un nuevo idioma universal, con extraños constructos, guiara a la humanidad; los que ya tenemos edad para comparar los modelos de vida de antaño con la nueva cosmología que ofrece la tecnología, no podemos menos que preocuparnos. El mercado, la política, la concentración del poder y de la riqueza, la indolencia frente al medio ambiente, la antropofagia y el todo vale, nos están construyendo unas nuevos estilos de gobernar y obedecer; a esas categorías las siguen llamando democracia, pero no son sino formas jurásicas de vida con leyes dirigidas y ciencia a bordo. Parece que viviéramos en un agujero negro con una gran cantidad de antimateria que tiene sus propias leyes y niega todo. Por eso, un presidente dijo que en Colombia no existe conflicto armado y por lo tanto nadie muere en esta guerra; a la concentración irracional de la riqueza se le llama crecimiento económico; al rebusque se le denomina empleo, al saqueo de la plata de la salud sin vigilancia le dicen confianza inversionista; a la apertura indiscriminada de EPSs se le rotula cobertura total, a los contratistas del Estado se les considera generadores de empleo y de riqueza; desplazar y masacrar campesinos ya no figura en el nuevo lexicón; ahora se dice seguridad democrática; chuzar y hostigar a los jueces ya no es delito, ahora “es una bobadita”; la corrupción es confundida con la habilidad del gobernante; el tiempo asignado a las gabelas burocráticasse dice que son servicios a la patria; si alguien se atreve a hacer objeciones críticas al gobierno no se le dice opositor sino que este combina todas las formas de lucha. El número de votos obtenidos por algún legislador ahora le sirve para infringir la ley. Como la libertad de opinión tiene su nueva definición, ahora los opositores no mueren por sus ideas sino que lo hacen en combate como subversivos, así el uniforme sea nuevo y no esté impactado. A los funcionarios no se les valora por su quehacer sino por los registros mediáticos; por eso, Sandra Morelli, quizás, la mejor Contralora General en los últimos cincuenta años, está muy debajo, en la tabla, que Vargas Lleras; los aspirantes a corporaciones públicas y cargos ejecutivos no son medidos ni por su perfil ético y/o académico sino por el grupo que los respalden y por el poder sus chequeras. La Procuraduría, que es un instrumento para la vigilancia de los actos de los funcionarios, ahora es un torpedo para la oposición civil y religiosa, una especie de Cruzados. Todo está banalizado, no todo lo que parece malo lo es ni todo lo que parece bueno es de seguir. Este es un mundo mefistofélico en el cual todos sus demonios están disfrazados pero que tienen su santo y seña para identificarse. Hasta lo espiritual está banalizado; mientras más poderoso seas, más cerca estarás de Dios; la Biblia, además de ser el libro más leído, es el que genera mas empleo.
Adenda. Cada vez veo, con mayor insistencia, como algunos comunicadores y columnistas se empeñan en desorientar al lector en temas del idioma. Una de las acepciones del sufijo “ero” hace referencia a la profesión u oficio: ingeniero, plomero…Mientras tanto, el sufijo “ista” se refiere al arte, convicciones religioso/políticas, membresías y perfiles de personas; ej., en su orden, acordeonista, budista, congresista, egoista. Veo con asombro cómo algunos insisten en decir “rompoi” en vez de glorieta, y premio Nóbel en lugar de Nobél.
Luis Napoleón de Armas P. Lo que dice Mario Vargas Llosa sobre la banalización de la cultura es irrefutable, pero corto el concepto. Todo se ha banalizado, vivimos el renacimiento de los antivalores consensuados por la sociedad durante siglos; parece que un nuevo idioma universal, con extraños constructos, guiara a la humanidad; los que ya […]
Luis Napoleón de Armas P.
Lo que dice Mario Vargas Llosa sobre la banalización de la cultura es irrefutable, pero corto el concepto. Todo se ha banalizado, vivimos el renacimiento de los antivalores consensuados por la sociedad durante siglos; parece que un nuevo idioma universal, con extraños constructos, guiara a la humanidad; los que ya tenemos edad para comparar los modelos de vida de antaño con la nueva cosmología que ofrece la tecnología, no podemos menos que preocuparnos. El mercado, la política, la concentración del poder y de la riqueza, la indolencia frente al medio ambiente, la antropofagia y el todo vale, nos están construyendo unas nuevos estilos de gobernar y obedecer; a esas categorías las siguen llamando democracia, pero no son sino formas jurásicas de vida con leyes dirigidas y ciencia a bordo. Parece que viviéramos en un agujero negro con una gran cantidad de antimateria que tiene sus propias leyes y niega todo. Por eso, un presidente dijo que en Colombia no existe conflicto armado y por lo tanto nadie muere en esta guerra; a la concentración irracional de la riqueza se le llama crecimiento económico; al rebusque se le denomina empleo, al saqueo de la plata de la salud sin vigilancia le dicen confianza inversionista; a la apertura indiscriminada de EPSs se le rotula cobertura total, a los contratistas del Estado se les considera generadores de empleo y de riqueza; desplazar y masacrar campesinos ya no figura en el nuevo lexicón; ahora se dice seguridad democrática; chuzar y hostigar a los jueces ya no es delito, ahora “es una bobadita”; la corrupción es confundida con la habilidad del gobernante; el tiempo asignado a las gabelas burocráticasse dice que son servicios a la patria; si alguien se atreve a hacer objeciones críticas al gobierno no se le dice opositor sino que este combina todas las formas de lucha. El número de votos obtenidos por algún legislador ahora le sirve para infringir la ley. Como la libertad de opinión tiene su nueva definición, ahora los opositores no mueren por sus ideas sino que lo hacen en combate como subversivos, así el uniforme sea nuevo y no esté impactado. A los funcionarios no se les valora por su quehacer sino por los registros mediáticos; por eso, Sandra Morelli, quizás, la mejor Contralora General en los últimos cincuenta años, está muy debajo, en la tabla, que Vargas Lleras; los aspirantes a corporaciones públicas y cargos ejecutivos no son medidos ni por su perfil ético y/o académico sino por el grupo que los respalden y por el poder sus chequeras. La Procuraduría, que es un instrumento para la vigilancia de los actos de los funcionarios, ahora es un torpedo para la oposición civil y religiosa, una especie de Cruzados. Todo está banalizado, no todo lo que parece malo lo es ni todo lo que parece bueno es de seguir. Este es un mundo mefistofélico en el cual todos sus demonios están disfrazados pero que tienen su santo y seña para identificarse. Hasta lo espiritual está banalizado; mientras más poderoso seas, más cerca estarás de Dios; la Biblia, además de ser el libro más leído, es el que genera mas empleo.
Adenda. Cada vez veo, con mayor insistencia, como algunos comunicadores y columnistas se empeñan en desorientar al lector en temas del idioma. Una de las acepciones del sufijo “ero” hace referencia a la profesión u oficio: ingeniero, plomero…Mientras tanto, el sufijo “ista” se refiere al arte, convicciones religioso/políticas, membresías y perfiles de personas; ej., en su orden, acordeonista, budista, congresista, egoista. Veo con asombro cómo algunos insisten en decir “rompoi” en vez de glorieta, y premio Nóbel en lugar de Nobél.