Por: Luis Napoleón de Armas P.

Los conceptos de derecha e izquierda datan desde la época de la revolución francesa cuando los partidarios de la monarquía se sentaban siempre del lado derecho (Dios los hace y ellos se juntan) y los que proponían los cambios lo hacían del lado izquierdo, así como hoy se ubican las barras bravas en los estadios. El dilema era: statu quo o cambio. Los monarquistas no querían perder sus privilegios milenarios y prolongar, por decimales, la oscurantista edad media, era un negocio. Hoy existen unos principios más o menos bien definidos que amojonan las fronteras entre ambas concepciones. Cuando una persona defienda el statu quo político, social y étnico, camina por la vera derecha; si está imbuida de religionismo, nacionalismo, patrioterismo, esoterismo, guerrerismo y de moralismos acomodados, podemos afirmar que su pensamiento es de derecha. Si se preocupa mas por el orden que por las libertades individuales; si se opone a la igualdad de oportunidades y a la evolución del orden social, no lo dude, es derechista. Si alguien defiende el Estado Comunitario o de opinión, es porque comulga con la derecha. Si un Estado favorece el desplazamiento y la desaparición forzada y niega la libertad de expresión, su talante es de derecha. Los librecambistas y asistencialistas también lo son; igual los que negocian los recursos naturales de un país. Pero lo importante no es la etiqueta, no hay que dejarse confundir; algunos regímenes que asumen máscaras de izquierda, pero oprimen al individuo, son también, de derechas. A Stalin y a Hitler los guiaba el mismo pensamiento pero con diferente vehículo. Frente a este sector están los llamados izquierdistas defensores de las tesis contrarias. Estas reflexiones las traigo a raíz de la elección de un nuevo magistrado de la Corte Constitucional, el doctor Luis G. Guerrero, identificado por los que lo conocen como un hombre de ideología conservadora, una franja de la derecha. Es curioso que quienes lo apoyaron son los partidos amigos de la inercia con la tesis sofística de que un juez no debería actuar influido por sus principios ideológicos sino como jurista en defensa de la Constitución. ¡Mamolas! Una constitución no es un axioma, evidente de suyo, es una tautología con tanto de largo como de ancho, en cuyo parámetro de ambigüedades de donde puede sacarse una carta ideológica para cambiar jurisprudencia. Así se hizo exequible la segunda presidencia de Uribe. ¿Podrán ustedes imaginarse a un Alejandro Ordóñez, como magistrado, viabilizando el aborto, pese a que ya el Congreso lo estableció para algunos casos? Allí, seguro, la ideología mata la juridicidad. Argumentos hay para todo y entonces se dice, sin remordimientos, que se falló en derecho; puro cuento; el marco teórico del derecho esmuy amplio y vago. Parece como si las ideologías hicieran parte del ADN, se heredan porque los intereses conducen a la ideología. Claro, todos querrán consolidarse, los unos para detener la historia y los otros para cambiarla. Se sabe que en algunos países ya existen feudos. En México, por ejemplo, las derechas llegaron para quedarse; en Chile se alternan; en Colombia, Honduras y Panamá hay nichos de derecha. En Italia, Alemania, España, EE.UU y el Reino Unido y Canadá, predominan las ideas de derecha. Ser derechista es más cómodo,  relajado y rentable; lo meritorio es vencer la inercia. El peligro acecha.
Adenda. Sobre el asilo concedido a Julián Assange por Ecuador y sus implicaciones jurídicas, los medios  del país, han guardado silencio conceptual. Tampoco, el Estado colombiano ha sentado su posición. ¿Será delito divulgar la información necesaria?
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