Por Gustavo Cotes Medina Los Estados Unidos, con una población de 312 millones, tiene 40 millones de inmigrantes y 11 millones de ellos son indocumentados. Cada día crecen los inmigrantes y decrecen los indocumentados, para los cuales una eventual reforma migratoria integral produce cierto escepticismo porque han sido varios los esfuerzos legislativos para tratar de […]
Por Gustavo Cotes Medina
Los Estados Unidos, con una población de 312 millones, tiene 40 millones de inmigrantes y 11 millones de ellos son indocumentados. Cada día crecen los inmigrantes y decrecen los indocumentados, para los cuales una eventual reforma migratoria integral produce cierto escepticismo porque han sido varios los esfuerzos legislativos para tratar de encontrar salidas dignas al drama de los indocumentados en ese país, y todos han fracasado.
Hoy, son muchas las emociones encontradas especialmente en los 4,5 millones de niños, nacidos en los Estados Unidos, que tienen padres indocumentados. Esta heterogénea población que procede de México, sur y este de Asia, El Salvador, Cuba, República Dominicana, Guatemala, Jamaica y Colombia, esperan una decisión política de gobierno y partidos, pero se advierte claramente que el camino de la esperanza será largo y complicado.
Siempre todos los intentos de solución al problema han terminado chocando contra un fuerte muro de intolerancia, de combinaciones y estrategias políticas infames que para los republicanos y demócratas los indocumentados solo son un número y un serial en sus campañas presidenciales. Sin embargo, es significativo el hecho que el presidente Obama se hizo reelegir por una gran coalición de mujeres, jóvenes y minorías y, con una alta probabilidad, fueron los hispanos que acabaron por inclinar la balanza a su favor.
Los republicanos, que en su mayoría se oponen a la reforma, están asustados y prevenidos porque los Estados Unidos de hoy están cambiando y gran parte de sus habitantes considera que el manejo adecuado de este espinoso tema, debe ser la prioridad mayor tanto del presidente Obama como del Congreso. La reforma migratoria puede ser el punto de encuentro para alcanzar consensos en los temas trascendentales de ese gran país.
Con la reforma de la salud, del sistema financiero, el final de las guerras obsoletas y pasadas de moda en Irán y Afganistán, la reforma migratoria podría ser el postre y el café para un gran mandato del presidente Obama. Los obstáculos que tiene por superar la reforma están dirigidos hacia la ciudadanía que pueden lograr los indocumentados solo cuando las fronteras estén seguras, y el sistema electrónico de verificación de visas para tratar de garantizar que los empleadores no den trabajo a los indocumentados.
Además, no es muy transparente el trato justo que se les ha prometido porque tendrían que pagar multas, impuestos atrasados y aprender inglés. Sin embargo, los llamados “sin papeles” en forma peyorativa, están optimistas porque ya ven una salida, que será difícil, pero es una luz y una quimera para lograr por fin, “el sueño americano”.
Un bloque importante de senadores demócratas y republicanos ya dieron a conocer el marco de un proyecto de ley que estaría listo para ser discutido en julio por el Senado y la Cámara de Representantes, en la búsqueda de una reforma migratoria integral. Hoy, en el tema migratorio, el discurso político de los republicanos está cambiando, es más aterrizado y realista. Sin embargo, no están de acuerdo en ofrecer la ciudadanía a las personas que ingresaron al país en forma ilegal.
El presidente Obama afirmó en Las Vegas “que ha llegado la hora de una reforma migratoria integral, los once millones de indocumentados, hombres y mujeres, están acá y son parte del tejido social de nuestras vidas”. Es un hecho para destacar las contribuciones de los extranjeros a la economía del país y una de cada cuatro nuevas empresas tecnológicas ha sido impulsada por inmigrantes, como Intel, Instagram, Google y Yahoo. Estados Unidos sigue siendo un” imán para los mejores y más brillantes ciudadanos del mundo”.
Por Gustavo Cotes Medina Los Estados Unidos, con una población de 312 millones, tiene 40 millones de inmigrantes y 11 millones de ellos son indocumentados. Cada día crecen los inmigrantes y decrecen los indocumentados, para los cuales una eventual reforma migratoria integral produce cierto escepticismo porque han sido varios los esfuerzos legislativos para tratar de […]
Por Gustavo Cotes Medina
Los Estados Unidos, con una población de 312 millones, tiene 40 millones de inmigrantes y 11 millones de ellos son indocumentados. Cada día crecen los inmigrantes y decrecen los indocumentados, para los cuales una eventual reforma migratoria integral produce cierto escepticismo porque han sido varios los esfuerzos legislativos para tratar de encontrar salidas dignas al drama de los indocumentados en ese país, y todos han fracasado.
Hoy, son muchas las emociones encontradas especialmente en los 4,5 millones de niños, nacidos en los Estados Unidos, que tienen padres indocumentados. Esta heterogénea población que procede de México, sur y este de Asia, El Salvador, Cuba, República Dominicana, Guatemala, Jamaica y Colombia, esperan una decisión política de gobierno y partidos, pero se advierte claramente que el camino de la esperanza será largo y complicado.
Siempre todos los intentos de solución al problema han terminado chocando contra un fuerte muro de intolerancia, de combinaciones y estrategias políticas infames que para los republicanos y demócratas los indocumentados solo son un número y un serial en sus campañas presidenciales. Sin embargo, es significativo el hecho que el presidente Obama se hizo reelegir por una gran coalición de mujeres, jóvenes y minorías y, con una alta probabilidad, fueron los hispanos que acabaron por inclinar la balanza a su favor.
Los republicanos, que en su mayoría se oponen a la reforma, están asustados y prevenidos porque los Estados Unidos de hoy están cambiando y gran parte de sus habitantes considera que el manejo adecuado de este espinoso tema, debe ser la prioridad mayor tanto del presidente Obama como del Congreso. La reforma migratoria puede ser el punto de encuentro para alcanzar consensos en los temas trascendentales de ese gran país.
Con la reforma de la salud, del sistema financiero, el final de las guerras obsoletas y pasadas de moda en Irán y Afganistán, la reforma migratoria podría ser el postre y el café para un gran mandato del presidente Obama. Los obstáculos que tiene por superar la reforma están dirigidos hacia la ciudadanía que pueden lograr los indocumentados solo cuando las fronteras estén seguras, y el sistema electrónico de verificación de visas para tratar de garantizar que los empleadores no den trabajo a los indocumentados.
Además, no es muy transparente el trato justo que se les ha prometido porque tendrían que pagar multas, impuestos atrasados y aprender inglés. Sin embargo, los llamados “sin papeles” en forma peyorativa, están optimistas porque ya ven una salida, que será difícil, pero es una luz y una quimera para lograr por fin, “el sueño americano”.
Un bloque importante de senadores demócratas y republicanos ya dieron a conocer el marco de un proyecto de ley que estaría listo para ser discutido en julio por el Senado y la Cámara de Representantes, en la búsqueda de una reforma migratoria integral. Hoy, en el tema migratorio, el discurso político de los republicanos está cambiando, es más aterrizado y realista. Sin embargo, no están de acuerdo en ofrecer la ciudadanía a las personas que ingresaron al país en forma ilegal.
El presidente Obama afirmó en Las Vegas “que ha llegado la hora de una reforma migratoria integral, los once millones de indocumentados, hombres y mujeres, están acá y son parte del tejido social de nuestras vidas”. Es un hecho para destacar las contribuciones de los extranjeros a la economía del país y una de cada cuatro nuevas empresas tecnológicas ha sido impulsada por inmigrantes, como Intel, Instagram, Google y Yahoo. Estados Unidos sigue siendo un” imán para los mejores y más brillantes ciudadanos del mundo”.