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Columnista - 11 mayo, 2021

¡Autoridad y orden!

¿Quién niega que las protestas, marchas y movilizaciones tienen respaldo constitucional y legal? Nadie. Todos compartimos las demandas de los ciudadanos, sobre todo en momentos tan complejos de la patria, por la situación social y económica agravada por la mortífera enfermedad del covid-19. Doloroso. En pleno fragor de lo que venía ocurriendo, ¿por qué anticipadamente […]

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¿Quién niega que las protestas, marchas y movilizaciones tienen respaldo constitucional y legal? Nadie. Todos compartimos las demandas de los ciudadanos, sobre todo en momentos tan complejos de la patria, por la situación social y económica agravada por la mortífera enfermedad del covid-19. Doloroso.

En pleno fragor de lo que venía ocurriendo, ¿por qué anticipadamente no se impidió, persuadió, o entró oportunamente a conversar y a debatir con los indígenas de la minga que se desplazaban con organización y planeamiento, para precaver los propósitos enardecidos que los animaban a llegar a la ciudad de Cali?

La respuesta abstracta es que las movilizaciones no se puedan impedir con la fuerza de la autoridad y el orden, sino con la fuerza de las palabras y la razón, o sea, con diálogo, consenso y conciliación. Empero, la inferencia razonable apuntaba (desde hace rato) a que la protesta no iba ser sosegada y en paz. Todo viene planeado.

La forma como ingresaron por todas las vías a la capital del Valle del Cauca devela organización y objetivos claros de no solo obstaculizar y provocar a la ciudadanía buena y pacífica de la ciudad y del Valle, sino propósitos de suplantar a las autoridades y controlar Cali para presionar no civilizadamente diálogos, sino atizar una situación cada que pasa más compleja. Crítico.

Las evidencias digitales acreditan por todos los lados en crispación, ira, malestar, excitaciones, descontrol y enfrentamientos, porque si los desplazamientos son reposados, se conoce -por los modus operandi- que se iban a infiltrar vándalos profesionales, quienes procuran originar el caos, la contienda y los enfrentamientos cruentos. Todo es dramáticamente complejo.

Se recalca, las confrontaciones sociales son válidas y necesarias, pero con respeto por los derechos de los otros. Hay que obrar de manera decidida por parte del Gobierno, en momentos tan críticos, por eso es inaceptable que solo se divulguen por los interesados de manera sesgada o conforme sus perspectivas unilaterales, las evidencias de lo que está ocurriendo en la ciudad de Cali.

Lo enmarañado es la opinión de los columnistas, de las gentes en las redes colgando las evidencias digitales, fidedignas, manipuladas, editadas, es decir, las redes sociales exponen conforme las conveniencias de lo que parece que realmente ocurre y cada uno ofrece y aviva lo que a su juicio es la verdad de los hechos y sus circunstancias de tiempo, modo y lugar. Y además, cada video se acompaña de manifestaciones de lo que ocularmente se percibe, sin examinar el contexto y la secuencia integral. La idea es precisamente esa, opinar, comentar, observar aun sesgadamente. No importa.

Increíble, policiales inermes en un CAI, solo con bolillos, porque no pueden afrontar las turbas con armas. Los vándalos así lo advierten y les “caen” sin misericordia alguna a agredirlos, golpearlos y patearlos. Y procuran quemarlos vivos. La descripción de la escena duele mucho.

Los policiales acompañan las marchas, las gentes en la calle, casi tomados de la mano con quienes protestan, vociferan, gritan, se ríen, cantan, pero todos salen despavoridos cuando abruptamente ingresan los vándalos y agitadores profesionales del mal cruento y, obviamente, dejan solos a los valerosos y abnegados agentes de la patria. Triste.

Así las cosas, la irrupción violenta de la turba, en el aterrador terreno de los sucesos hace difícil identificar a quienes venían marchando en orden y pacíficamente, de entre los revoltosos e impetuosos infiltrados, entonces, puede haber excesos producto de las excitaciones para defender a los ciudadanos buenos de los malos o solo una defensa justa frente a los que atacan con iracundia y enfermizos odios. ¡Cali, estoy contigo!

Columnista
11 mayo, 2021

¡Autoridad y orden!

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
Hugo Mendoza

¿Quién niega que las protestas, marchas y movilizaciones tienen respaldo constitucional y legal? Nadie. Todos compartimos las demandas de los ciudadanos, sobre todo en momentos tan complejos de la patria, por la situación social y económica agravada por la mortífera enfermedad del covid-19. Doloroso. En pleno fragor de lo que venía ocurriendo, ¿por qué anticipadamente […]


¿Quién niega que las protestas, marchas y movilizaciones tienen respaldo constitucional y legal? Nadie. Todos compartimos las demandas de los ciudadanos, sobre todo en momentos tan complejos de la patria, por la situación social y económica agravada por la mortífera enfermedad del covid-19. Doloroso.

En pleno fragor de lo que venía ocurriendo, ¿por qué anticipadamente no se impidió, persuadió, o entró oportunamente a conversar y a debatir con los indígenas de la minga que se desplazaban con organización y planeamiento, para precaver los propósitos enardecidos que los animaban a llegar a la ciudad de Cali?

La respuesta abstracta es que las movilizaciones no se puedan impedir con la fuerza de la autoridad y el orden, sino con la fuerza de las palabras y la razón, o sea, con diálogo, consenso y conciliación. Empero, la inferencia razonable apuntaba (desde hace rato) a que la protesta no iba ser sosegada y en paz. Todo viene planeado.

La forma como ingresaron por todas las vías a la capital del Valle del Cauca devela organización y objetivos claros de no solo obstaculizar y provocar a la ciudadanía buena y pacífica de la ciudad y del Valle, sino propósitos de suplantar a las autoridades y controlar Cali para presionar no civilizadamente diálogos, sino atizar una situación cada que pasa más compleja. Crítico.

Las evidencias digitales acreditan por todos los lados en crispación, ira, malestar, excitaciones, descontrol y enfrentamientos, porque si los desplazamientos son reposados, se conoce -por los modus operandi- que se iban a infiltrar vándalos profesionales, quienes procuran originar el caos, la contienda y los enfrentamientos cruentos. Todo es dramáticamente complejo.

Se recalca, las confrontaciones sociales son válidas y necesarias, pero con respeto por los derechos de los otros. Hay que obrar de manera decidida por parte del Gobierno, en momentos tan críticos, por eso es inaceptable que solo se divulguen por los interesados de manera sesgada o conforme sus perspectivas unilaterales, las evidencias de lo que está ocurriendo en la ciudad de Cali.

Lo enmarañado es la opinión de los columnistas, de las gentes en las redes colgando las evidencias digitales, fidedignas, manipuladas, editadas, es decir, las redes sociales exponen conforme las conveniencias de lo que parece que realmente ocurre y cada uno ofrece y aviva lo que a su juicio es la verdad de los hechos y sus circunstancias de tiempo, modo y lugar. Y además, cada video se acompaña de manifestaciones de lo que ocularmente se percibe, sin examinar el contexto y la secuencia integral. La idea es precisamente esa, opinar, comentar, observar aun sesgadamente. No importa.

Increíble, policiales inermes en un CAI, solo con bolillos, porque no pueden afrontar las turbas con armas. Los vándalos así lo advierten y les “caen” sin misericordia alguna a agredirlos, golpearlos y patearlos. Y procuran quemarlos vivos. La descripción de la escena duele mucho.

Los policiales acompañan las marchas, las gentes en la calle, casi tomados de la mano con quienes protestan, vociferan, gritan, se ríen, cantan, pero todos salen despavoridos cuando abruptamente ingresan los vándalos y agitadores profesionales del mal cruento y, obviamente, dejan solos a los valerosos y abnegados agentes de la patria. Triste.

Así las cosas, la irrupción violenta de la turba, en el aterrador terreno de los sucesos hace difícil identificar a quienes venían marchando en orden y pacíficamente, de entre los revoltosos e impetuosos infiltrados, entonces, puede haber excesos producto de las excitaciones para defender a los ciudadanos buenos de los malos o solo una defensa justa frente a los que atacan con iracundia y enfermizos odios. ¡Cali, estoy contigo!