¿Cuándo será que los señores concejales se pellizquen, se hagan sentir, se hagan ver y dentro de sus facultades, en unión con la Alcaldía, creen nuevamente la Oficina de Control y Precios que tan buenos resultados daba?
Definitivamente esta vaina de los precios y la especulación y de cuanta friega hay, se salió de madre y nos tiene al borde de la locura, miren: llegué a la Olímpica, de la novena, (con mayúscula) y me doy cuenta de que no llevo puesto el tapabocas, muy grave, y para no ir al carro donde no me faltan, resuelvo comprar uno y me dicen que la caja cuesta $20.000, es decir el doble de lo que vale en el Almacén Eysarina a solo 200 metros de distancia y resuelvo comprarlo al detal, $1.000 cada uno, es decir, $50.000 la caja, eso es delictivo.
Veo a un vendedor de frutas comprar una patilla, igual a la que yo compré por $20.000, y ahí mismo delante de mí la parte en 4 torrejas y pide a $15.000 por cada una, $60.000 la patilla, otro delito. Voy al mercado, lo mismo, una caja de mangos de 70 u 80 frutas que el año pasado valía $20.000, subió a $35.000, casi el 100% y nadie dice nada y así está todo por las nubes, sin control porque no hay ninguna autoridad que lo regule.
¿Cuándo será que los señores concejales se pellizquen, se hagan sentir, se hagan ver y dentro de sus facultades, en unión con la Alcaldía, creen nuevamente la Oficina de Control y Precios que tan buenos resultados daba?
Este tema es escabroso y paradójicamente a los pobres y a los que se las dan de ricos no siéndolo, no les interesa, ni lo leen y si lo leen son indiferentes, lo digo porque entre el círculo de mis amigos cercanos que es bastante grande, cuando lo trato no paran ni cinco de bolas y me tratan de hablador de paja y concluyo que el bolsillo de estos está pucho y eso de los precios no los afecta en nada.
¿Qué hacemos?, la comida no se puede dejar de consumir, será disminuirla, pasar hambre, que no es sabroso, pero no hay otra solución, pero mientras tanto yo sigo con mi tema, aunque me traten de loco y mis amigos a los que trato todos los días, les resbale, como dice sabiamente La Mona del Patacón Pisao, a quien le deseó una pronta recuperación en su salud.
Les cuento, que la rifa de La Esperanza, la primera vez cayó en manos del doctor José Antonio Maya, “Toño”, quien como lo había anunciado cedió el premio para que se sorteara de nuevo, después me la gané yo e hice lo mismo y finalmente con el No.171 cayó en manos de mi buen amigo y compañero de juego de dominó El Negrito Roys, quien también siguiendo el ejemplo me autorizó a regalárselo a una entidad que lo necesitara y qué casualidad, leí en EL PILÓN que la Unidad Siquiátrica del Hospital estaba solicitando ayuda para implementar una Biblioteca y un Gimnasio, fui allá y hablé con la doctora Diana Oñate, encargada del programa, y me dijo que sí, que lo necesitaban para hacer lo mismo y recolectar unos pesos.
Les llevé el bello cuadro del maestro Marrugo, pero también me comprometí a ayudarlos en lo que esté a mi alcance con los pacientes de la Unidad Psiquiátrica, los invito a colaborar, uno no sabe qué nos va a pasar mañana y es una buena manera de rendirle un homenaje póstumo a los buenos amigos Juancho Rojano y Hugo Soto y, de manera presencial, a Gilda Godin y Jesús Altamar, quienes hoy hacen frente a la averiada situación que atraviesa la Unidad Psiquiátrica, hoy a cargo del eminente psiquiatra y amigo Alexánder Mindiola.
Por José Manuel Aponte Martínez
¿Cuándo será que los señores concejales se pellizquen, se hagan sentir, se hagan ver y dentro de sus facultades, en unión con la Alcaldía, creen nuevamente la Oficina de Control y Precios que tan buenos resultados daba?
Definitivamente esta vaina de los precios y la especulación y de cuanta friega hay, se salió de madre y nos tiene al borde de la locura, miren: llegué a la Olímpica, de la novena, (con mayúscula) y me doy cuenta de que no llevo puesto el tapabocas, muy grave, y para no ir al carro donde no me faltan, resuelvo comprar uno y me dicen que la caja cuesta $20.000, es decir el doble de lo que vale en el Almacén Eysarina a solo 200 metros de distancia y resuelvo comprarlo al detal, $1.000 cada uno, es decir, $50.000 la caja, eso es delictivo.
Veo a un vendedor de frutas comprar una patilla, igual a la que yo compré por $20.000, y ahí mismo delante de mí la parte en 4 torrejas y pide a $15.000 por cada una, $60.000 la patilla, otro delito. Voy al mercado, lo mismo, una caja de mangos de 70 u 80 frutas que el año pasado valía $20.000, subió a $35.000, casi el 100% y nadie dice nada y así está todo por las nubes, sin control porque no hay ninguna autoridad que lo regule.
¿Cuándo será que los señores concejales se pellizquen, se hagan sentir, se hagan ver y dentro de sus facultades, en unión con la Alcaldía, creen nuevamente la Oficina de Control y Precios que tan buenos resultados daba?
Este tema es escabroso y paradójicamente a los pobres y a los que se las dan de ricos no siéndolo, no les interesa, ni lo leen y si lo leen son indiferentes, lo digo porque entre el círculo de mis amigos cercanos que es bastante grande, cuando lo trato no paran ni cinco de bolas y me tratan de hablador de paja y concluyo que el bolsillo de estos está pucho y eso de los precios no los afecta en nada.
¿Qué hacemos?, la comida no se puede dejar de consumir, será disminuirla, pasar hambre, que no es sabroso, pero no hay otra solución, pero mientras tanto yo sigo con mi tema, aunque me traten de loco y mis amigos a los que trato todos los días, les resbale, como dice sabiamente La Mona del Patacón Pisao, a quien le deseó una pronta recuperación en su salud.
Les cuento, que la rifa de La Esperanza, la primera vez cayó en manos del doctor José Antonio Maya, “Toño”, quien como lo había anunciado cedió el premio para que se sorteara de nuevo, después me la gané yo e hice lo mismo y finalmente con el No.171 cayó en manos de mi buen amigo y compañero de juego de dominó El Negrito Roys, quien también siguiendo el ejemplo me autorizó a regalárselo a una entidad que lo necesitara y qué casualidad, leí en EL PILÓN que la Unidad Siquiátrica del Hospital estaba solicitando ayuda para implementar una Biblioteca y un Gimnasio, fui allá y hablé con la doctora Diana Oñate, encargada del programa, y me dijo que sí, que lo necesitaban para hacer lo mismo y recolectar unos pesos.
Les llevé el bello cuadro del maestro Marrugo, pero también me comprometí a ayudarlos en lo que esté a mi alcance con los pacientes de la Unidad Psiquiátrica, los invito a colaborar, uno no sabe qué nos va a pasar mañana y es una buena manera de rendirle un homenaje póstumo a los buenos amigos Juancho Rojano y Hugo Soto y, de manera presencial, a Gilda Godin y Jesús Altamar, quienes hoy hacen frente a la averiada situación que atraviesa la Unidad Psiquiátrica, hoy a cargo del eminente psiquiatra y amigo Alexánder Mindiola.
Por José Manuel Aponte Martínez