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Columnista - 30 diciembre, 2024

Aún se acuerdan de mí

Hoy cumplo 80 años de vida y muy pocos ya por vivir, pero satisfecho por lo que he hecho por mi entorno, la sociedad, mis amigos y mi familia.

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Hoy cumplo 80 años de vida y muy pocos ya por vivir, pero satisfecho por lo que he hecho por mi entorno, la sociedad, mis amigos y mi familia.

Estoy convencido que mucha gente en este mundo es agradecida, y es con las pequeñas cosas y hechos, que son o se sienten tan nimias para unos, pero que para otros son relevantes e indicadores de conductas que inciden en su modo de vida.

Ya hace bastantes años que tuve la oportunidad de ejercer un cargo público-político y que, con poder suficiente otorgado por la ley, permitió ayudar a levantar a algunos del suelo y tal vez sin querer, les fue abriendo paso a un mejor destino. Así me sucedió con una persona, que cada vez que la encuentro ocasionalmente en algún sitio de mi ciudad, me comenta en forma efusiva y me da las gracias por la ayuda que tiempo atrás le hice. 

Con la falta de presencia de las personas y de las cosas la memoria se trastoca y poco a poco va dando paso al olvido, de modo que alguna vez intrigado por la misma situación de la primera, volví a tropezarme con esa persona y nuevamente me volvió a expresar sus agradecimientos por haberle tendido la mano. Entonces para despejar dudas y disolver mi extrañeza le pregunté.

“¿Perdona mi amigo, qué fue lo que hice yo contigo para que te sientas tan agradecido de mí?”

Me respondió con entusiasmo: “Usted me dio un contrato para reparación de pupitres en las escuelas públicas de la ciudad en un momento en que el hambre era mi fiel compañera; desde entonces aprendí el arte de la carpintería y empecé a defenderme con uno y otro trabajo informal y hoy en día me siento competente en estos temas que con mucho esfuerzo y sacrificio me han permitido llevar una vida digna, pues logro cubrir sin mayores afugias las necesidades básicas de mi familia en donde nada nos sobra y muy pocas cosas nos hacen falta, pero hemos logrado equilibrar las penas con alegrías”.

Sentí, al oír aquellas palabras, que en mi cuerpo corría una especie de sentimiento profundo que solo lo produce la satisfacción imbuida por la sensibilidad social bajo la cual fui formado. 

En la vida vale la pena saber cómo recorrer las escalas de las jerarquías sociales y sobre todo cuando se ha comenzado por la pobreza y hemos conocido a fondo lo que es ella, no olvidarla jamás y entender que la vida vale poco o nada sino se trabaja por su eliminación, es lo normal. El día en que lo logremos, la paz se volverá una constante universal.

Qué bueno es servir, servir bien y a tiempo, hoy siento que aún se acuerdan de mí, aún me tienen aprecio; solo los inconformes olvidan y son unos muy pocos los que guardan rencor.

Los favores se agradecen, no se compran ni se venden, ni mucho menos puedes esperar pagos por ellos, que no sean con monedas de satisfacción por el servicio prestado.

También he recibido muchas ayudas en mis momentos difíciles, por lo tanto, soy agradecido, y siempre estaré pendiente de esas personas que en su momento me tendieron la mano. La gratitud me indica que no debo olvidar los favores sino corresponderlos con altura.

Por: Fausto Cotes N.

Columnista
30 diciembre, 2024

Aún se acuerdan de mí

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
Fausto Cotes

Hoy cumplo 80 años de vida y muy pocos ya por vivir, pero satisfecho por lo que he hecho por mi entorno, la sociedad, mis amigos y mi familia.


Hoy cumplo 80 años de vida y muy pocos ya por vivir, pero satisfecho por lo que he hecho por mi entorno, la sociedad, mis amigos y mi familia.

Estoy convencido que mucha gente en este mundo es agradecida, y es con las pequeñas cosas y hechos, que son o se sienten tan nimias para unos, pero que para otros son relevantes e indicadores de conductas que inciden en su modo de vida.

Ya hace bastantes años que tuve la oportunidad de ejercer un cargo público-político y que, con poder suficiente otorgado por la ley, permitió ayudar a levantar a algunos del suelo y tal vez sin querer, les fue abriendo paso a un mejor destino. Así me sucedió con una persona, que cada vez que la encuentro ocasionalmente en algún sitio de mi ciudad, me comenta en forma efusiva y me da las gracias por la ayuda que tiempo atrás le hice. 

Con la falta de presencia de las personas y de las cosas la memoria se trastoca y poco a poco va dando paso al olvido, de modo que alguna vez intrigado por la misma situación de la primera, volví a tropezarme con esa persona y nuevamente me volvió a expresar sus agradecimientos por haberle tendido la mano. Entonces para despejar dudas y disolver mi extrañeza le pregunté.

“¿Perdona mi amigo, qué fue lo que hice yo contigo para que te sientas tan agradecido de mí?”

Me respondió con entusiasmo: “Usted me dio un contrato para reparación de pupitres en las escuelas públicas de la ciudad en un momento en que el hambre era mi fiel compañera; desde entonces aprendí el arte de la carpintería y empecé a defenderme con uno y otro trabajo informal y hoy en día me siento competente en estos temas que con mucho esfuerzo y sacrificio me han permitido llevar una vida digna, pues logro cubrir sin mayores afugias las necesidades básicas de mi familia en donde nada nos sobra y muy pocas cosas nos hacen falta, pero hemos logrado equilibrar las penas con alegrías”.

Sentí, al oír aquellas palabras, que en mi cuerpo corría una especie de sentimiento profundo que solo lo produce la satisfacción imbuida por la sensibilidad social bajo la cual fui formado. 

En la vida vale la pena saber cómo recorrer las escalas de las jerarquías sociales y sobre todo cuando se ha comenzado por la pobreza y hemos conocido a fondo lo que es ella, no olvidarla jamás y entender que la vida vale poco o nada sino se trabaja por su eliminación, es lo normal. El día en que lo logremos, la paz se volverá una constante universal.

Qué bueno es servir, servir bien y a tiempo, hoy siento que aún se acuerdan de mí, aún me tienen aprecio; solo los inconformes olvidan y son unos muy pocos los que guardan rencor.

Los favores se agradecen, no se compran ni se venden, ni mucho menos puedes esperar pagos por ellos, que no sean con monedas de satisfacción por el servicio prestado.

También he recibido muchas ayudas en mis momentos difíciles, por lo tanto, soy agradecido, y siempre estaré pendiente de esas personas que en su momento me tendieron la mano. La gratitud me indica que no debo olvidar los favores sino corresponderlos con altura.

Por: Fausto Cotes N.