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Columnista - 14 septiembre, 2016

Atrás queda la repugnante jerga del Procurador

Reservándome la creencia que tengo hacia los santos, voy a comenzar diciendo que el exprocurador Alejandro Ordoñez tampoco fue santo de mi devoción. Creo que la decisión del Consejo de Estado de anular la elección del Procurador fue más que acertada desde el punto de vista estrictamente jurídico, pues fueron de bulto las irregularidades que […]

Reservándome la creencia que tengo hacia los santos, voy a comenzar diciendo que el exprocurador Alejandro Ordoñez tampoco fue santo de mi devoción. Creo que la decisión del Consejo de Estado de anular la elección del Procurador fue más que acertada desde el punto de vista estrictamente jurídico, pues fueron de bulto las irregularidades que se presentaron tanto en la postulación, como en la elección misma, de lo cual ya me había referido tiempo atrás en este espacio.

Pero además, respetando su condición de profesional del Derecho y sus acertadas decisiones a su paso como Magistrado del Consejo de Estado, creo que como Procurador General de la Nación no realizó la mejor tarea en el Ministerio Público: Como podría ser calificado un Procurador que nunca ocultó sus profundas y personales convicciones religiosas a la hora de opinar sobre temas morales; un Procurador del que siempre fueron notorios sus sesgos a la hora de decidir, sancionado a personas que pensaban distinto a él y absolviendo a los que comulgaban con su ideología; un Procurador experto en el tráfico de influencia para beneficiar a personas cercanas a su entorno familiar y personal con puestos, tal como ha sucedido con el concurso de méritos aun en curso y hoy denunciado; un Procurador que haciendo alarde de su rectitud y pulcritud, fue capaz de mover todos los hilos de poder para trabar y dilatar el proceso de anulación de su elección por más de tres años. Que se puede esperar de un Procurador que utilizó el cargo para hacer campaña camino a una futura candidatura presidencial.

Que se puede pensar de un Procurador que solía tener un leguaje irrespetuoso y soez para referirse a personas o a temas de interés nacional, como sucedió con el exalcalde capitalino Gustavo Petro, de quién dijo que se la había “fumado verde”, criticando la propuesta de creación de centros de consumo de droga controlado. Igual que las expresiones para referirse al presidente Santos frente al liderazgo del Proceso de Paz, a quien le mando a “amarrase los pantalones” y además calificó de “culipronto”, cuando por orden de presidencia se decidió suspender el uso de glifosato para la erradicación de cultivos ilícitos.

Expresiones como “Nos lo están metiendo con vaselina”, para referirse al marco jurídico de los acuerdos de La Habana. O que tal las palabras utilizadas para referirse a los reportajes e investigaciones periodísticas de quienes dijo: “Muchos periodistas, entre porro y porro y entre pase y pase, estigmatizan”. Estas expresiones no creo sean el vocabulario más decoroso y decente que deben salir de la boca de un representante de la sociedad y vocero de una Nación. Muy a pesar de que seamos un pueblo folclórico, dicharachero y con un buen sentido del humor, pienso que no hay derecho a utilizar semejante lenguaje descortés y hosco por parte de un funcionario público de ese nivel. Parafraseando a León Tolstoi, quien dijo que el hombre no es solo es razón, es también existencia, es lenguaje, es argumentación; pienso que el señor Procurador, fue solo lenguaje y un lenguaje áspero y odioso, pues su repúgnate jerga, su sarcástico verbo y su arrogancia no pueden hacer parte de la identidad de una persona que represente el Ministerio Público. Ahora sabedores de cuanto se deleitaba del poder, venga a decir que tiene resignación cristiana por su salida; “como no moñito”.

Columnista
14 septiembre, 2016

Atrás queda la repugnante jerga del Procurador

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
Carlos Guillermo Ramirez

Reservándome la creencia que tengo hacia los santos, voy a comenzar diciendo que el exprocurador Alejandro Ordoñez tampoco fue santo de mi devoción. Creo que la decisión del Consejo de Estado de anular la elección del Procurador fue más que acertada desde el punto de vista estrictamente jurídico, pues fueron de bulto las irregularidades que […]


Reservándome la creencia que tengo hacia los santos, voy a comenzar diciendo que el exprocurador Alejandro Ordoñez tampoco fue santo de mi devoción. Creo que la decisión del Consejo de Estado de anular la elección del Procurador fue más que acertada desde el punto de vista estrictamente jurídico, pues fueron de bulto las irregularidades que se presentaron tanto en la postulación, como en la elección misma, de lo cual ya me había referido tiempo atrás en este espacio.

Pero además, respetando su condición de profesional del Derecho y sus acertadas decisiones a su paso como Magistrado del Consejo de Estado, creo que como Procurador General de la Nación no realizó la mejor tarea en el Ministerio Público: Como podría ser calificado un Procurador que nunca ocultó sus profundas y personales convicciones religiosas a la hora de opinar sobre temas morales; un Procurador del que siempre fueron notorios sus sesgos a la hora de decidir, sancionado a personas que pensaban distinto a él y absolviendo a los que comulgaban con su ideología; un Procurador experto en el tráfico de influencia para beneficiar a personas cercanas a su entorno familiar y personal con puestos, tal como ha sucedido con el concurso de méritos aun en curso y hoy denunciado; un Procurador que haciendo alarde de su rectitud y pulcritud, fue capaz de mover todos los hilos de poder para trabar y dilatar el proceso de anulación de su elección por más de tres años. Que se puede esperar de un Procurador que utilizó el cargo para hacer campaña camino a una futura candidatura presidencial.

Que se puede pensar de un Procurador que solía tener un leguaje irrespetuoso y soez para referirse a personas o a temas de interés nacional, como sucedió con el exalcalde capitalino Gustavo Petro, de quién dijo que se la había “fumado verde”, criticando la propuesta de creación de centros de consumo de droga controlado. Igual que las expresiones para referirse al presidente Santos frente al liderazgo del Proceso de Paz, a quien le mando a “amarrase los pantalones” y además calificó de “culipronto”, cuando por orden de presidencia se decidió suspender el uso de glifosato para la erradicación de cultivos ilícitos.

Expresiones como “Nos lo están metiendo con vaselina”, para referirse al marco jurídico de los acuerdos de La Habana. O que tal las palabras utilizadas para referirse a los reportajes e investigaciones periodísticas de quienes dijo: “Muchos periodistas, entre porro y porro y entre pase y pase, estigmatizan”. Estas expresiones no creo sean el vocabulario más decoroso y decente que deben salir de la boca de un representante de la sociedad y vocero de una Nación. Muy a pesar de que seamos un pueblo folclórico, dicharachero y con un buen sentido del humor, pienso que no hay derecho a utilizar semejante lenguaje descortés y hosco por parte de un funcionario público de ese nivel. Parafraseando a León Tolstoi, quien dijo que el hombre no es solo es razón, es también existencia, es lenguaje, es argumentación; pienso que el señor Procurador, fue solo lenguaje y un lenguaje áspero y odioso, pues su repúgnate jerga, su sarcástico verbo y su arrogancia no pueden hacer parte de la identidad de una persona que represente el Ministerio Público. Ahora sabedores de cuanto se deleitaba del poder, venga a decir que tiene resignación cristiana por su salida; “como no moñito”.