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Columnista - 9 octubre, 2015

Atrapados

“Lavaré en inocencia mis manos, y así, Dios, andaré alrededor de tu altar”. Salmos 26,6 Si bien es cierto que existen maldiciones generacionales, que hacen que por años nos encontremos atrapados en el mismo problema, también es cierto que los malos hábitos pueden hacernos atascar en el pozo de la desesperación. Los hijos de Israel, […]

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“Lavaré en inocencia mis manos, y así, Dios, andaré alrededor de tu altar”. Salmos 26,6

Si bien es cierto que existen maldiciones generacionales, que hacen que por años nos encontremos atrapados en el mismo problema, también es cierto que los malos hábitos pueden hacernos atascar en el pozo de la desesperación.

Los hijos de Israel, en el desierto, se enfrentaron a la disyuntiva de vagar sin rumbo por años, o ir hacia su provisión. Nosotros hoy, nos enfrentamos a las mismas dos elecciones. Nos quedamos atrapados en los problemas, no porque seamos malas personas o agentes del mal, sino porque fracasamos en nuestras elecciones y luego reaccionamos con excusas. Negamos cualquier relación, participación o malas conductas; no asumimos la responsabilidad en el asunto, o simplemente admitimos, pero…

Amados amigos. ¿Hemos estado atrapados en un problema tanto tiempo que hasta la fe hemos perdido? ¿Nos hemos quedado estancados en alguna situación conflictiva? ¿Estamos tan cansados que nos acostumbramos al problema? ¡Por ningún motivo consintamos la autocompasión! Ella busca la lástima del hombre y no la dirección de Dios. Jonás, Elías y Job, sintieron lástima por ellos mismos; protestaron, estuvieron amargados y se enojaron, le echaron la culpa a Dios, como queriendo decir: “Dios, me has fallado”. Para luego reconocer que sólo de oídas lo habían oído…

Cuando pensamos que Dios es ajeno, lejano y distante, que no oye nuestro clamor y pedido de auxilio, buscamos ansiosamente alguien que nos ayude a resolver nuestros atolladeros y luego le rendimos homenaje por hacerlo. En cambio, deberíamos ser mas conscientes de la presencia y dirección de Dios, quien nunca está lejos. No temamos a las sombras que nos atrapan, eso significa que la luz de Dios brilla en algún lugar cercano. Dios quiere que busquemos solución y provisión solamente en él. ¡Él no comparte su gloria con nadie!

Dios es nuestro proveedor, y no el hombre. Así, pues, podemos tomar plena posesión de sus promesas y nunca perder la perspectiva real de los conflictos. Somos como los grandes submarinos, que aunque estamos todo el tiempo bajo presión, fuimos diseñados para aguantar la presión de las profundidades. Cada nueva confrontación y problema, nos acercará más a Dios.

La dependencia es directamente proporcional a los conflictos, a mayor magnitud del problema, mayor será nuestra búsqueda y dependencia de Dios.

Podemos sentarnos y quedarnos quejándonos de los problemas, echándole la culpa al Estado, los amigos, la política o las circunstancias, o podemos elegir con valentía continuar avanzando y entrar a disfrutar de la preciosa provisión que Dios ha hecho para todos los que le aman.

Podemos permanecer confiadamente en la Palabra de Dios o esperar fuera de sus promesas, dando vueltas en el desierto sin nunca alcanzar su consuelo y provisión. Podemos arrellanarnos en el pozo de la desesperación y quedarnos en la desolación o buscar la ayuda, agarrándonos de la tierna mano del Señor. ¡La elección siempre será nuestra!

Reconozcamos el problema que nos agobia sin rendirnos ante él; estemos dispuestos a trabajar para solucionarlo; admitamos sin vergüenza nuestros yerros y equivocaciones; perdonemos a quienes nos han ofendido y otorguémosles la libertad sin mantenerlos como rehenes de nuestro pasado; controlemos nuestra lengua, hablemos palabras buenas, de bendición, de aliento de sanidad y de paz.
Finalmente, no tenemos que alargar nuestra permanencia en los conflictos, es momento para entrar en la provisión y las promesas del Señor. Creamos en el Dios que cree en nosotros.

Hagamos buenas elecciones y no tengamos temor de esperar cosas buenas de parte del Señor. Abrazos y bendiciones en su Nombre.

Columnista
9 octubre, 2015

Atrapados

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
Valerio Mejía Araújo

“Lavaré en inocencia mis manos, y así, Dios, andaré alrededor de tu altar”. Salmos 26,6 Si bien es cierto que existen maldiciones generacionales, que hacen que por años nos encontremos atrapados en el mismo problema, también es cierto que los malos hábitos pueden hacernos atascar en el pozo de la desesperación. Los hijos de Israel, […]


“Lavaré en inocencia mis manos, y así, Dios, andaré alrededor de tu altar”. Salmos 26,6

Si bien es cierto que existen maldiciones generacionales, que hacen que por años nos encontremos atrapados en el mismo problema, también es cierto que los malos hábitos pueden hacernos atascar en el pozo de la desesperación.

Los hijos de Israel, en el desierto, se enfrentaron a la disyuntiva de vagar sin rumbo por años, o ir hacia su provisión. Nosotros hoy, nos enfrentamos a las mismas dos elecciones. Nos quedamos atrapados en los problemas, no porque seamos malas personas o agentes del mal, sino porque fracasamos en nuestras elecciones y luego reaccionamos con excusas. Negamos cualquier relación, participación o malas conductas; no asumimos la responsabilidad en el asunto, o simplemente admitimos, pero…

Amados amigos. ¿Hemos estado atrapados en un problema tanto tiempo que hasta la fe hemos perdido? ¿Nos hemos quedado estancados en alguna situación conflictiva? ¿Estamos tan cansados que nos acostumbramos al problema? ¡Por ningún motivo consintamos la autocompasión! Ella busca la lástima del hombre y no la dirección de Dios. Jonás, Elías y Job, sintieron lástima por ellos mismos; protestaron, estuvieron amargados y se enojaron, le echaron la culpa a Dios, como queriendo decir: “Dios, me has fallado”. Para luego reconocer que sólo de oídas lo habían oído…

Cuando pensamos que Dios es ajeno, lejano y distante, que no oye nuestro clamor y pedido de auxilio, buscamos ansiosamente alguien que nos ayude a resolver nuestros atolladeros y luego le rendimos homenaje por hacerlo. En cambio, deberíamos ser mas conscientes de la presencia y dirección de Dios, quien nunca está lejos. No temamos a las sombras que nos atrapan, eso significa que la luz de Dios brilla en algún lugar cercano. Dios quiere que busquemos solución y provisión solamente en él. ¡Él no comparte su gloria con nadie!

Dios es nuestro proveedor, y no el hombre. Así, pues, podemos tomar plena posesión de sus promesas y nunca perder la perspectiva real de los conflictos. Somos como los grandes submarinos, que aunque estamos todo el tiempo bajo presión, fuimos diseñados para aguantar la presión de las profundidades. Cada nueva confrontación y problema, nos acercará más a Dios.

La dependencia es directamente proporcional a los conflictos, a mayor magnitud del problema, mayor será nuestra búsqueda y dependencia de Dios.

Podemos sentarnos y quedarnos quejándonos de los problemas, echándole la culpa al Estado, los amigos, la política o las circunstancias, o podemos elegir con valentía continuar avanzando y entrar a disfrutar de la preciosa provisión que Dios ha hecho para todos los que le aman.

Podemos permanecer confiadamente en la Palabra de Dios o esperar fuera de sus promesas, dando vueltas en el desierto sin nunca alcanzar su consuelo y provisión. Podemos arrellanarnos en el pozo de la desesperación y quedarnos en la desolación o buscar la ayuda, agarrándonos de la tierna mano del Señor. ¡La elección siempre será nuestra!

Reconozcamos el problema que nos agobia sin rendirnos ante él; estemos dispuestos a trabajar para solucionarlo; admitamos sin vergüenza nuestros yerros y equivocaciones; perdonemos a quienes nos han ofendido y otorguémosles la libertad sin mantenerlos como rehenes de nuestro pasado; controlemos nuestra lengua, hablemos palabras buenas, de bendición, de aliento de sanidad y de paz.
Finalmente, no tenemos que alargar nuestra permanencia en los conflictos, es momento para entrar en la provisión y las promesas del Señor. Creamos en el Dios que cree en nosotros.

Hagamos buenas elecciones y no tengamos temor de esperar cosas buenas de parte del Señor. Abrazos y bendiciones en su Nombre.