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Columnista - 16 noviembre, 2020

Astucia para vencer la soledad

La soledad de la vejez es el tiempo circular de la tristeza y el olvido. El viejo masticando la amargura de la ausencia, repite las distancias agarrado del bastón que sostiene los días de sus ojos, lento repite las distancias que desde todos los lugares de la casa lo conducen a la cama o a […]

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La soledad de la vejez es el tiempo circular de la tristeza y el olvido. El viejo masticando la amargura de la ausencia, repite las distancias agarrado del bastón que sostiene los días de sus ojos, lento repite las distancias que desde todos los lugares de la casa lo conducen a la cama o a la mecedora, donde acostumbra esperar a los que ya no están o a los que a veces llegan.

El viejo vive la frontera del crepúsculo asediado por el peso de los años y las enfermedades. La luz se adelgaza en sus ojos y deja en un lugar del espejo los días que ya están próximos a la noche. En la ventana sueña mirar los caminantes, el pájaro que se detiene en las ramas del viento, la sonrisa inocente de los nietos y las palabras de sus hijos y amigos. 

Esa es la triste realidad de muchos abuelos por la ingratitud de los hijos y los nietos. Pero les cuento esta historia que sucedió en un pueblo cercano a Valledupar, una trampa para vencer la soledad de la muerte de un abuelo.

“El viejo estaba enfermo, lo acompañaba su mujer y todos los días lo visitaba su hijo mayor, que llevaba los alimentos. El viejo con su mirada en lejanía, esperando la presencia de sus otros hijos y de algunos de sus nietos. Varios meses padeciendo, amanecía cansado y le contaba al hijo las congojas de los sueños.

La casa antigua, típica de nuestros pueblos campesinos, con patio y traspatio. En el traspatio estaban los cimientos de una casona vieja, y en una ocasión cuando cavaban para hacer una poza séptica encontraron restos humanos y pensaron que eran de un cacique indígena que podría estar enterrado con sus tesoros. Algunos de los vecinos decían que en ciertas noches veían espirales de luces en ese lugar.

El hijo mayor preocupado por el comportamiento insolidario de sus hermanos y sobrinos, tuvo una genial idea para vencer la soledad de su padre.  Viajó a Valledupar y trajo a un señor, los dos se encerraron por largo tiempo con el viejo; después mandó a llamar urgente a sus hermanos y les contó que el “sabio adivino” había descubierto el significado de las pesadillas del viejo.

El “Sabio adivino” con habilidad narrativa, dijo: “De las pesadillas que rondan los sueños del viejo, son dos espíritus: uno trae el sendero de una buena noticia y el otro el anuncio de un maleficio. Para que no pueda entrar el ‘espíritu malo’ el viejo debe dormir vestido de blanco, así entonces entrará el ‘espíritu bueno’ y la suerte le será revelada. Conocerá la ruta a la tumba del cacique donde se esconde el tesoro. El viejo despertará sonriente una mañana y al primer nieto le entregará el secreto”.

Esa astucia del hijo mayor fue clave para que los nietos pensando en el tesoro del cacique fueran a visitar todos los días al abuelo enfermo.

Columnista
16 noviembre, 2020

Astucia para vencer la soledad

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
José Atuesta Mindiola

La soledad de la vejez es el tiempo circular de la tristeza y el olvido. El viejo masticando la amargura de la ausencia, repite las distancias agarrado del bastón que sostiene los días de sus ojos, lento repite las distancias que desde todos los lugares de la casa lo conducen a la cama o a […]


La soledad de la vejez es el tiempo circular de la tristeza y el olvido. El viejo masticando la amargura de la ausencia, repite las distancias agarrado del bastón que sostiene los días de sus ojos, lento repite las distancias que desde todos los lugares de la casa lo conducen a la cama o a la mecedora, donde acostumbra esperar a los que ya no están o a los que a veces llegan.

El viejo vive la frontera del crepúsculo asediado por el peso de los años y las enfermedades. La luz se adelgaza en sus ojos y deja en un lugar del espejo los días que ya están próximos a la noche. En la ventana sueña mirar los caminantes, el pájaro que se detiene en las ramas del viento, la sonrisa inocente de los nietos y las palabras de sus hijos y amigos. 

Esa es la triste realidad de muchos abuelos por la ingratitud de los hijos y los nietos. Pero les cuento esta historia que sucedió en un pueblo cercano a Valledupar, una trampa para vencer la soledad de la muerte de un abuelo.

“El viejo estaba enfermo, lo acompañaba su mujer y todos los días lo visitaba su hijo mayor, que llevaba los alimentos. El viejo con su mirada en lejanía, esperando la presencia de sus otros hijos y de algunos de sus nietos. Varios meses padeciendo, amanecía cansado y le contaba al hijo las congojas de los sueños.

La casa antigua, típica de nuestros pueblos campesinos, con patio y traspatio. En el traspatio estaban los cimientos de una casona vieja, y en una ocasión cuando cavaban para hacer una poza séptica encontraron restos humanos y pensaron que eran de un cacique indígena que podría estar enterrado con sus tesoros. Algunos de los vecinos decían que en ciertas noches veían espirales de luces en ese lugar.

El hijo mayor preocupado por el comportamiento insolidario de sus hermanos y sobrinos, tuvo una genial idea para vencer la soledad de su padre.  Viajó a Valledupar y trajo a un señor, los dos se encerraron por largo tiempo con el viejo; después mandó a llamar urgente a sus hermanos y les contó que el “sabio adivino” había descubierto el significado de las pesadillas del viejo.

El “Sabio adivino” con habilidad narrativa, dijo: “De las pesadillas que rondan los sueños del viejo, son dos espíritus: uno trae el sendero de una buena noticia y el otro el anuncio de un maleficio. Para que no pueda entrar el ‘espíritu malo’ el viejo debe dormir vestido de blanco, así entonces entrará el ‘espíritu bueno’ y la suerte le será revelada. Conocerá la ruta a la tumba del cacique donde se esconde el tesoro. El viejo despertará sonriente una mañana y al primer nieto le entregará el secreto”.

Esa astucia del hijo mayor fue clave para que los nietos pensando en el tesoro del cacique fueran a visitar todos los días al abuelo enfermo.