“Lo trasladaron para el panóptico de las Catorce Ventanas”, era una frase terrible, pues significaba que la situación jurídica de un detenido en esta región se había complicado y el proceso pasaba con él, a Santa Marta a los Juzgados Superiores encargados de la solución jurídica de fondo. En 1965 fue creado el Tribunal Superior […]
“Lo trasladaron para el panóptico de las Catorce Ventanas”, era una frase terrible, pues significaba que la situación jurídica de un detenido en esta región se había complicado y el proceso pasaba con él, a Santa Marta a los Juzgados Superiores encargados de la solución jurídica de fondo.
En 1965 fue creado el Tribunal Superior de Valledupar con los municipios que en un futuro conformarían el departamento del Cesar. Comenzó con cinco Magistrados: Ulpiano Vargas de El Banco; Diógenes Henríquez, cienaguero; Cristóbal García, chiriguanero, y Adalberto Ovalle y Armando Barros, vallenatos adoptivos, y una Secretaría General con el urumitero ‘Pepe’ López al frente.
Dos Juzgados Superiores: en el Primero el doctor Francisco Valle Díaz, y en el segundo Benjamín Armenta López, con las Secretarías de Enrique Maya Brugés y yo, respectivamente; mi mano derecha e izquierda era una bella niña de bucles de oro, de escasos 15 años, montuna que cuando me conoció con una ingenuidad angelical me dijo: “cuál es su gracia”, pero que graduada donde las monjas ostentaba una impecable ortografía y destreza mecanográfica. Tiempos después se convirtió en la señora del doctor Efraín Córdoba Castilla y no digo su nombre porque a partir de hoy tengo sellada mi pena de muerte, pues le da ira, no rabia, cuando yo cuento lo de “cuál es su gracia”.
Comenzaron a llegar procesos o sumarios, muchos con detenidos que eran trasladados de Santa Marta especialmente, y aquí se creó el Tribunal pero no se construyó una cárcel adecuada y todas esas personas iban a parar al Permanente que se volvió un infierno por el hacinamiento, insalubridad e inseguridad; dormían en los corredores, en las piezas unos encima de otros, al aire libre en verano y en invierno, en esteras, colchonetas, sabanas viejas y algunos en hamacas que colgaban de cualquier palo.
Eso era dantesco y llegó la solución: la Cárcel Judicial del Dangond entre el 68 y 70, y se comenzó por pasar a los detenidos ya procesados a esas instalaciones que tienen casi medio siglo de existencia y que se convirtió unos años después en otro Permanente, pero peor porque había criminales de gran peligrosidad y hasta hoy, en la Judicial ha pasado de todo, muertos, amotinamientos, huelgas, fugas espectaculares para no hablar de la promiscuidad, epidemias, prostitución de ambos sexos y de todo lo malo que hay en este mundo que le ha merecido catalogarla como una de las cárceles más peligrosas del país y de mayor hacinamiento ante la mirada indiferente de la clase política ‘paga’, como son los congresistas. Ya es hora que el joven senador José Alfredo convoque a sus compañeros ‘El Chichí’, ‘Ape’, Moreno y De La Peña y en un solo bloque le exijan a quien le corresponda la construcción de una moderna y cómoda cárcel. Con el valor del lote del Dangond se hace y sobra plata para eso.
Así de fácil, lo que falta es voluntad de ellos, unida a la del Alcalde, Gobernador y otros estamentos como la Cámara de Comercio, pues hay urbanizadores que se las pelan por hacer esta clase de negocios, anticipando el dinero para hacer la obra y una vez concluida, reciben el inmueble comprado. Eso lo hacen en todas partes y es hora de que aquí también se haga.
“Lo trasladaron para el panóptico de las Catorce Ventanas”, era una frase terrible, pues significaba que la situación jurídica de un detenido en esta región se había complicado y el proceso pasaba con él, a Santa Marta a los Juzgados Superiores encargados de la solución jurídica de fondo. En 1965 fue creado el Tribunal Superior […]
“Lo trasladaron para el panóptico de las Catorce Ventanas”, era una frase terrible, pues significaba que la situación jurídica de un detenido en esta región se había complicado y el proceso pasaba con él, a Santa Marta a los Juzgados Superiores encargados de la solución jurídica de fondo.
En 1965 fue creado el Tribunal Superior de Valledupar con los municipios que en un futuro conformarían el departamento del Cesar. Comenzó con cinco Magistrados: Ulpiano Vargas de El Banco; Diógenes Henríquez, cienaguero; Cristóbal García, chiriguanero, y Adalberto Ovalle y Armando Barros, vallenatos adoptivos, y una Secretaría General con el urumitero ‘Pepe’ López al frente.
Dos Juzgados Superiores: en el Primero el doctor Francisco Valle Díaz, y en el segundo Benjamín Armenta López, con las Secretarías de Enrique Maya Brugés y yo, respectivamente; mi mano derecha e izquierda era una bella niña de bucles de oro, de escasos 15 años, montuna que cuando me conoció con una ingenuidad angelical me dijo: “cuál es su gracia”, pero que graduada donde las monjas ostentaba una impecable ortografía y destreza mecanográfica. Tiempos después se convirtió en la señora del doctor Efraín Córdoba Castilla y no digo su nombre porque a partir de hoy tengo sellada mi pena de muerte, pues le da ira, no rabia, cuando yo cuento lo de “cuál es su gracia”.
Comenzaron a llegar procesos o sumarios, muchos con detenidos que eran trasladados de Santa Marta especialmente, y aquí se creó el Tribunal pero no se construyó una cárcel adecuada y todas esas personas iban a parar al Permanente que se volvió un infierno por el hacinamiento, insalubridad e inseguridad; dormían en los corredores, en las piezas unos encima de otros, al aire libre en verano y en invierno, en esteras, colchonetas, sabanas viejas y algunos en hamacas que colgaban de cualquier palo.
Eso era dantesco y llegó la solución: la Cárcel Judicial del Dangond entre el 68 y 70, y se comenzó por pasar a los detenidos ya procesados a esas instalaciones que tienen casi medio siglo de existencia y que se convirtió unos años después en otro Permanente, pero peor porque había criminales de gran peligrosidad y hasta hoy, en la Judicial ha pasado de todo, muertos, amotinamientos, huelgas, fugas espectaculares para no hablar de la promiscuidad, epidemias, prostitución de ambos sexos y de todo lo malo que hay en este mundo que le ha merecido catalogarla como una de las cárceles más peligrosas del país y de mayor hacinamiento ante la mirada indiferente de la clase política ‘paga’, como son los congresistas. Ya es hora que el joven senador José Alfredo convoque a sus compañeros ‘El Chichí’, ‘Ape’, Moreno y De La Peña y en un solo bloque le exijan a quien le corresponda la construcción de una moderna y cómoda cárcel. Con el valor del lote del Dangond se hace y sobra plata para eso.
Así de fácil, lo que falta es voluntad de ellos, unida a la del Alcalde, Gobernador y otros estamentos como la Cámara de Comercio, pues hay urbanizadores que se las pelan por hacer esta clase de negocios, anticipando el dinero para hacer la obra y una vez concluida, reciben el inmueble comprado. Eso lo hacen en todas partes y es hora de que aquí también se haga.