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Columnista - 30 julio, 2016

Artículos para el museo del folclor

Son muchos los artículos que en su momento deberían ser conservados en un museo del folclor vallenato, aunque hay muchos objetos y prendas de vestir que algunos familiares de desaparecidos músicos conservan, hay algunos que se hacen emblemáticos y que se convirtieron en una especie de distintivo o sello personal de ciertos juglares y artistas. […]

Son muchos los artículos que en su momento deberían ser conservados en un museo del folclor vallenato, aunque hay muchos objetos y prendas de vestir que algunos familiares de desaparecidos músicos conservan, hay algunos que se hacen emblemáticos y que se convirtieron en una especie de distintivo o sello personal de ciertos juglares y artistas.

Sería bueno, por ejemplo, tener la armónica o dulzaina de Leandro Díaz, un sombrero de ‘Colacho’ Mendoza, alguna de las botas de ‘Juancho’ Rois, uno de los elegantes y modernos uniformes que en ese entonces usaba Rafael Orozco, un acordeón de ‘Alejo’ Durán, un sombrero o los lentes de Abel Antonio Villa, igualmente los mismos artículos de Lorenzo Morales, del maestro Rafael Escalona: Una de las tantas notas escritas de su puño y letra o hasta una de sus canciones, una de sus pinturas, ya que escribir y pintar también fueron sus pasiones, o quizás uno de sus inmancables pantalones caquis, un par de sus botas vaqueras, una de sus correas texanas o alguna de las pistolas de su colección privada, las cuales adquirió por su afición y para estar a tono con la usanza de la música y el cine mexicano, y no por ser un hombre bélico.

Del maestro Emiliano Zuleta Vaquero podrían conservar una de sus gorras o boinas. De Diomedes Díaz podrían tener una de sus coloridas camisas, del maestro Calixto Ochoa una de sus gafas oscuras o de las gorras, de Hernando Marín se debe conservar alguna de sus guitarras, igualmente una de las liras de Carlos Huertas no debe faltar o quizás uno de sus sombreros, también uno de Luis Enrique Martínez, la caja de Cirino Castilla, el bajo del ‘Maño’ Torres, un dibujo original de Jaime Molina, deben estar sin duda guardados en esta colección, allí no debe faltar algún accesorio del indiscutible pionero del movimiento de la nueva ola: Kaleth Morales.

El museo debería contar con una cinta magnetofónica original con una de las grabaciones de ‘Poncho’ Cotes Junior, silbando una de sus famosas melodías, no se debe omitir el sombrero wayúu o el acordeón con cuernos utilizados por Ignacio Carrillo (Marciano Martínez) en el filme ‘Los viajes del viento’.

No solamente tienen que ser objetos de músicos fallecidos, también obviamente se pueden exhibir artículos de famosos que estén muy vigentes, como uno de los jeans o “mochos” rotos de Carlos Vives, un par de sus famosas chanclas, una de las mochilas arhuacas de Consuelo Araujo, alguno de los lentes para sol de Martin Elías Díaz, de Silvestre Dangond una de las botellas de Old Parr, edición especial con su nombre, serían artículos muy puntuales, trofeos musicales como Congos de Oro o discos de platino de Jorge Oñate, Iván Villazón, Beto Zabaleta y de Poncho Zuleta, serían algo maravilloso para mostrar, claro que de este último también sería bueno tener una de sus famosas y singulares camisas talla triple XL. Un acordeón de Emiliano Zuleta Díaz no puede quedar por fuera y dada su generosidad, no dudaría un segundo en hacer esta donación, al igual que un instrumento del tri-rey Alfredo Gutiérrez, será un artículo de gran valía, una concertina de Gustavo Gutiérrez; un instrumento de gran interés.

Hay juglares que hace rato desaparecieron y de quienes alguna prenda u objeto debe existir, de ‘Juancho’ Polo Valencia, Octavio Daza, Freddy Molina, Armando Zabaleta, Armando Moscote, ‘Pacho’ Rada, Alfonso Cotes Querúz. Una verdadera pieza de mucho valor histórico y de un gran atractivo turístico sería algún objeto perteneciente a Francisco Antonio Moscote Guerra, más conocido como ‘Francisco El Hombre’, el juglar que según la leyenda venció al diablo en un duelo musical, cantándole el Credo al revés.

Columnista
30 julio, 2016

Artículos para el museo del folclor

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
Julio Mario Celedon

Son muchos los artículos que en su momento deberían ser conservados en un museo del folclor vallenato, aunque hay muchos objetos y prendas de vestir que algunos familiares de desaparecidos músicos conservan, hay algunos que se hacen emblemáticos y que se convirtieron en una especie de distintivo o sello personal de ciertos juglares y artistas. […]


Son muchos los artículos que en su momento deberían ser conservados en un museo del folclor vallenato, aunque hay muchos objetos y prendas de vestir que algunos familiares de desaparecidos músicos conservan, hay algunos que se hacen emblemáticos y que se convirtieron en una especie de distintivo o sello personal de ciertos juglares y artistas.

Sería bueno, por ejemplo, tener la armónica o dulzaina de Leandro Díaz, un sombrero de ‘Colacho’ Mendoza, alguna de las botas de ‘Juancho’ Rois, uno de los elegantes y modernos uniformes que en ese entonces usaba Rafael Orozco, un acordeón de ‘Alejo’ Durán, un sombrero o los lentes de Abel Antonio Villa, igualmente los mismos artículos de Lorenzo Morales, del maestro Rafael Escalona: Una de las tantas notas escritas de su puño y letra o hasta una de sus canciones, una de sus pinturas, ya que escribir y pintar también fueron sus pasiones, o quizás uno de sus inmancables pantalones caquis, un par de sus botas vaqueras, una de sus correas texanas o alguna de las pistolas de su colección privada, las cuales adquirió por su afición y para estar a tono con la usanza de la música y el cine mexicano, y no por ser un hombre bélico.

Del maestro Emiliano Zuleta Vaquero podrían conservar una de sus gorras o boinas. De Diomedes Díaz podrían tener una de sus coloridas camisas, del maestro Calixto Ochoa una de sus gafas oscuras o de las gorras, de Hernando Marín se debe conservar alguna de sus guitarras, igualmente una de las liras de Carlos Huertas no debe faltar o quizás uno de sus sombreros, también uno de Luis Enrique Martínez, la caja de Cirino Castilla, el bajo del ‘Maño’ Torres, un dibujo original de Jaime Molina, deben estar sin duda guardados en esta colección, allí no debe faltar algún accesorio del indiscutible pionero del movimiento de la nueva ola: Kaleth Morales.

El museo debería contar con una cinta magnetofónica original con una de las grabaciones de ‘Poncho’ Cotes Junior, silbando una de sus famosas melodías, no se debe omitir el sombrero wayúu o el acordeón con cuernos utilizados por Ignacio Carrillo (Marciano Martínez) en el filme ‘Los viajes del viento’.

No solamente tienen que ser objetos de músicos fallecidos, también obviamente se pueden exhibir artículos de famosos que estén muy vigentes, como uno de los jeans o “mochos” rotos de Carlos Vives, un par de sus famosas chanclas, una de las mochilas arhuacas de Consuelo Araujo, alguno de los lentes para sol de Martin Elías Díaz, de Silvestre Dangond una de las botellas de Old Parr, edición especial con su nombre, serían artículos muy puntuales, trofeos musicales como Congos de Oro o discos de platino de Jorge Oñate, Iván Villazón, Beto Zabaleta y de Poncho Zuleta, serían algo maravilloso para mostrar, claro que de este último también sería bueno tener una de sus famosas y singulares camisas talla triple XL. Un acordeón de Emiliano Zuleta Díaz no puede quedar por fuera y dada su generosidad, no dudaría un segundo en hacer esta donación, al igual que un instrumento del tri-rey Alfredo Gutiérrez, será un artículo de gran valía, una concertina de Gustavo Gutiérrez; un instrumento de gran interés.

Hay juglares que hace rato desaparecieron y de quienes alguna prenda u objeto debe existir, de ‘Juancho’ Polo Valencia, Octavio Daza, Freddy Molina, Armando Zabaleta, Armando Moscote, ‘Pacho’ Rada, Alfonso Cotes Querúz. Una verdadera pieza de mucho valor histórico y de un gran atractivo turístico sería algún objeto perteneciente a Francisco Antonio Moscote Guerra, más conocido como ‘Francisco El Hombre’, el juglar que según la leyenda venció al diablo en un duelo musical, cantándole el Credo al revés.