‘Fico’ o Petro deberán traicionar a sus huestes, a sus fanes, a sus hinchas, esos que reclaman como en circo romano, sangre en la arena.
Quien sea presidente de Colombia, Petro, ‘Fico’ o Fajardo deben, el 7 de agosto, arriesgarse y tener el arrojo de conformar un gobierno de unidad nacional si no quieren entrar en la desgastante dinámica de la polarización, esa que divide a la patria en dos países irreconciliables, en agua y aceite, en la izquierda recalcitrante y en la derecha igual.
La polarización agudiza las contradicciones y elimina -tal y como anota Moisés Naim en “La revancha de los poderosos”- la posibilidad de soluciones intermedias y obliga a los electores a tomar partido anticipadamente. También promueve el voto “anti” Petro o “anti” ‘Fico’.
La polarización es un veneno que instala el odio, la exclusión y transforma al elector en un “hincha” barra brava de un equipo de fútbol o en un “fan” furibundo de un artista, en este caso, sería de su candidato; y ello implica que, a diferencia de un seguidor político que le plantea exigencias a su líder, el fan político le ofrece apoyo incondicional. Con los fans no hay rendición de cuentas sino aplausos, ovaciones y tribu. En la polarización no hay partidarios sino áulicos, de Petro y de Uribe por ejemplo.
En la polarización se demoniza al contrario, se erigen enemigos, se fractura la nación y se desgarra la sociedad; no hay reconciliación nacional y se llega al extremo peligroso del si no estás conmigo, estás contra mí. Se desprecia al otro.
‘Fico’ o Petro deberán traicionar a sus huestes, a sus fanes, a sus hinchas, esos que reclaman como en circo romano, sangre en la arena.
Fajardo no, no tiene primera línea ni barras bravas. De no hacerlo pueden venir cuatro años distópicos con incesantes protestas y movilizaciones sociales, paros y bloqueos, asesinatos selectivos e ingobernabilidad. Todo lo malo puede empeorar y va a empeorar si el escenario de gobierno es la polarización y replicaremos, lamentablemente, los comienzos de Pedro Castillo en Perú y de Boric en Chile que tienen en ascuas a sus respectivos países.
La estrategia de la polarización funciona para las elecciones porque en ella se representa una amenaza, la de contrario, pero es nefasta para gobernar; por eso gente de los equipos de esas campañas, de la de Fajardo, Fico y Petro deben hacer parte del gobierno que se elija para despolarizar el país porque a fin de cuentas el presidente lo es de toda la nación y no de un partido, ni de una coalición, ni tampoco de unas mayorías electorales.
Sería conveniente para el país que los candidatos presidenciales anunciaran a Colombia que una vez elegidos buscarán despolarizar el país, hacer un gobierno de unidad nacional e impulsar la reconciliación. De no hacerlo sus gobiernos se desgastarán más rápido de lo que canta un gallo y tendrán dificultades de gobernabilidad.
‘Fico’ o Petro deberán traicionar a sus huestes, a sus fanes, a sus hinchas, esos que reclaman como en circo romano, sangre en la arena.
Quien sea presidente de Colombia, Petro, ‘Fico’ o Fajardo deben, el 7 de agosto, arriesgarse y tener el arrojo de conformar un gobierno de unidad nacional si no quieren entrar en la desgastante dinámica de la polarización, esa que divide a la patria en dos países irreconciliables, en agua y aceite, en la izquierda recalcitrante y en la derecha igual.
La polarización agudiza las contradicciones y elimina -tal y como anota Moisés Naim en “La revancha de los poderosos”- la posibilidad de soluciones intermedias y obliga a los electores a tomar partido anticipadamente. También promueve el voto “anti” Petro o “anti” ‘Fico’.
La polarización es un veneno que instala el odio, la exclusión y transforma al elector en un “hincha” barra brava de un equipo de fútbol o en un “fan” furibundo de un artista, en este caso, sería de su candidato; y ello implica que, a diferencia de un seguidor político que le plantea exigencias a su líder, el fan político le ofrece apoyo incondicional. Con los fans no hay rendición de cuentas sino aplausos, ovaciones y tribu. En la polarización no hay partidarios sino áulicos, de Petro y de Uribe por ejemplo.
En la polarización se demoniza al contrario, se erigen enemigos, se fractura la nación y se desgarra la sociedad; no hay reconciliación nacional y se llega al extremo peligroso del si no estás conmigo, estás contra mí. Se desprecia al otro.
‘Fico’ o Petro deberán traicionar a sus huestes, a sus fanes, a sus hinchas, esos que reclaman como en circo romano, sangre en la arena.
Fajardo no, no tiene primera línea ni barras bravas. De no hacerlo pueden venir cuatro años distópicos con incesantes protestas y movilizaciones sociales, paros y bloqueos, asesinatos selectivos e ingobernabilidad. Todo lo malo puede empeorar y va a empeorar si el escenario de gobierno es la polarización y replicaremos, lamentablemente, los comienzos de Pedro Castillo en Perú y de Boric en Chile que tienen en ascuas a sus respectivos países.
La estrategia de la polarización funciona para las elecciones porque en ella se representa una amenaza, la de contrario, pero es nefasta para gobernar; por eso gente de los equipos de esas campañas, de la de Fajardo, Fico y Petro deben hacer parte del gobierno que se elija para despolarizar el país porque a fin de cuentas el presidente lo es de toda la nación y no de un partido, ni de una coalición, ni tampoco de unas mayorías electorales.
Sería conveniente para el país que los candidatos presidenciales anunciaran a Colombia que una vez elegidos buscarán despolarizar el país, hacer un gobierno de unidad nacional e impulsar la reconciliación. De no hacerlo sus gobiernos se desgastarán más rápido de lo que canta un gallo y tendrán dificultades de gobernabilidad.