Por: Luis Napoleón de Armas P. Colombia es un país de victimarios y de víctimas, en proporciones cada vez mayores. Las razones son múltiples, pero la más importante es la permisibilidad del Estado, que también ha sido víctima y victimario a la vez. Las víctimas emblemáticas han sido los campesinos, prisioneros de su territorio, primero, […]
Por: Luis Napoleón de Armas P.
Colombia es un país de victimarios y de víctimas, en proporciones cada vez mayores. Las razones son múltiples, pero la más importante es la permisibilidad del Estado, que también ha sido víctima y victimario a la vez. Las víctimas emblemáticas han sido los campesinos, prisioneros de su territorio, primero, y expulsados después. De este fenómeno, los operadores han sido las guerrillas y los paramilitares que incluyen políticos, narcos y alcahuetes oficiales dentro de los cuales están inescrupulosos notarios, registradores de instrumentos públicos, jueces y segmentos de la fuerza pública, única forma de contar con la infraestructura necesaria para desarrollar acciones de tanta envergadura. Hasta ahora, han contabilizado dos millones de hectáreas arrebatadas a los campesinos y 700.000 al Estado. Es inaudito que de las 15.000 Ha del Parque Tayrona, 12.000 Ha ya han sido registradas, como propias, 12.000 Ha (80%). En Colombia tener tierras da estatus, feudal concepción heredada de la Colonia Española. Existe una relación de causalidad entre ideología y feudalismo; de otra manera no se explica que los señores feudales, casi siempre son de la extrema derecha, para quienes este concepto prima sobre el de sociedad y democracia. Esto no descarta que muchos terratenientes estén pintados de liberales. El feudalismo es sinónimo de confrontación y atraso. Pero ahora ha surgido una nueva modalidad de víctimas y victimarios. Todo aquel funcionario, que intente apartarse de los cánones convencionales del ejercicio público, es victimizado por esa nueva clase de victimarios. Por una casualidad inusual, el país cuenta con dos mujeres frente a la Contraloráa General de la República y la Fiscalía General de la Nación, que haciendo las cosas como debe ser, quizá por primera vez, ya les aparecieron sus victimarios desde afuera y dentro del Estado; quieren sacarla.
Otra nueva víctima que se asoma bien temprano, es Gustavo Petro, alcalde de Bogotá. Su triunfo amplio y limpio frente a la satrapía del Establecimiento, es suficiente para victimizarlo. Todos a una, como en Fuente Ovejuna, le están cayendo en gavillas; si habla le caen y si no también. Le hicieron un escándalo por la caída de las acciones de la Empresa de Energía de Bogotá, por unas declaraciones suyas. Pero igual bajaron las de Ecopetrol por un anuncio del ministro de hacienda, y nadie dijo nada. Son los mismos que con trampas coadyuvaron la reelección de un hombre cuyos amigos más cercanos están presos o investigados por sus relaciones con los paras. No admiten que un hombre nacido en un olvidado pueblo costeño, más inteligente, valiente que ellos, y con gran formación ética, los desplace. El refrito de que fue guerrillero no les funcionó frente al elector. Olvidan, deliberadamente que la presidenta del Brasil, la sexta economía mundial, lo fue, igual que los presidentes de Uruguay y Nicaragua. La verdad es que estos aún no se han comido el primer niño ni han quemado al primer cura. Quienes tengan pasado oscuro deben callar; además, hablar con la boca llena es mala educación. Lo in es oponerse a Petro; hasta sus antiguos socios del Polo quieren hacerlo, incluso, las FARC quieren verlo tendido. Es inaudito que un empresario le manifestara a María Jimena Duzán su deseo de que a Petro le vaya mal, única forma de cortarle su camino a la Presidencia de la República. Esta es oposición perversa. Eso es tirarle piedras a los árboles que tienen frutas. Pero Petro tiene mucha gente que lo valora. Parodiando al Nazareno podemos decir: “Petro es piedra y sobre él podríamos edificar transparencia y dignidad nacionales”.
Por: Luis Napoleón de Armas P. Colombia es un país de victimarios y de víctimas, en proporciones cada vez mayores. Las razones son múltiples, pero la más importante es la permisibilidad del Estado, que también ha sido víctima y victimario a la vez. Las víctimas emblemáticas han sido los campesinos, prisioneros de su territorio, primero, […]
Por: Luis Napoleón de Armas P.
Colombia es un país de victimarios y de víctimas, en proporciones cada vez mayores. Las razones son múltiples, pero la más importante es la permisibilidad del Estado, que también ha sido víctima y victimario a la vez. Las víctimas emblemáticas han sido los campesinos, prisioneros de su territorio, primero, y expulsados después. De este fenómeno, los operadores han sido las guerrillas y los paramilitares que incluyen políticos, narcos y alcahuetes oficiales dentro de los cuales están inescrupulosos notarios, registradores de instrumentos públicos, jueces y segmentos de la fuerza pública, única forma de contar con la infraestructura necesaria para desarrollar acciones de tanta envergadura. Hasta ahora, han contabilizado dos millones de hectáreas arrebatadas a los campesinos y 700.000 al Estado. Es inaudito que de las 15.000 Ha del Parque Tayrona, 12.000 Ha ya han sido registradas, como propias, 12.000 Ha (80%). En Colombia tener tierras da estatus, feudal concepción heredada de la Colonia Española. Existe una relación de causalidad entre ideología y feudalismo; de otra manera no se explica que los señores feudales, casi siempre son de la extrema derecha, para quienes este concepto prima sobre el de sociedad y democracia. Esto no descarta que muchos terratenientes estén pintados de liberales. El feudalismo es sinónimo de confrontación y atraso. Pero ahora ha surgido una nueva modalidad de víctimas y victimarios. Todo aquel funcionario, que intente apartarse de los cánones convencionales del ejercicio público, es victimizado por esa nueva clase de victimarios. Por una casualidad inusual, el país cuenta con dos mujeres frente a la Contraloráa General de la República y la Fiscalía General de la Nación, que haciendo las cosas como debe ser, quizá por primera vez, ya les aparecieron sus victimarios desde afuera y dentro del Estado; quieren sacarla.
Otra nueva víctima que se asoma bien temprano, es Gustavo Petro, alcalde de Bogotá. Su triunfo amplio y limpio frente a la satrapía del Establecimiento, es suficiente para victimizarlo. Todos a una, como en Fuente Ovejuna, le están cayendo en gavillas; si habla le caen y si no también. Le hicieron un escándalo por la caída de las acciones de la Empresa de Energía de Bogotá, por unas declaraciones suyas. Pero igual bajaron las de Ecopetrol por un anuncio del ministro de hacienda, y nadie dijo nada. Son los mismos que con trampas coadyuvaron la reelección de un hombre cuyos amigos más cercanos están presos o investigados por sus relaciones con los paras. No admiten que un hombre nacido en un olvidado pueblo costeño, más inteligente, valiente que ellos, y con gran formación ética, los desplace. El refrito de que fue guerrillero no les funcionó frente al elector. Olvidan, deliberadamente que la presidenta del Brasil, la sexta economía mundial, lo fue, igual que los presidentes de Uruguay y Nicaragua. La verdad es que estos aún no se han comido el primer niño ni han quemado al primer cura. Quienes tengan pasado oscuro deben callar; además, hablar con la boca llena es mala educación. Lo in es oponerse a Petro; hasta sus antiguos socios del Polo quieren hacerlo, incluso, las FARC quieren verlo tendido. Es inaudito que un empresario le manifestara a María Jimena Duzán su deseo de que a Petro le vaya mal, única forma de cortarle su camino a la Presidencia de la República. Esta es oposición perversa. Eso es tirarle piedras a los árboles que tienen frutas. Pero Petro tiene mucha gente que lo valora. Parodiando al Nazareno podemos decir: “Petro es piedra y sobre él podríamos edificar transparencia y dignidad nacionales”.