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Columnista - 10 agosto, 2023

Aquí lo que hay es plata

Inexplicable o al menos difícil de entender que la inflación esté bajando cuando todo está

Inexplicable o al menos difícil de entender que la inflación esté bajando cuando todo está por las nubes y aquí lo que sube no baja. Si pienso como rico sin serlo, y voy a comprar un carro acorde a mis pretensiones, el paquete que necesito es grande, más de 300 melones; si busco uno perrata, se acabaron, ya no hay Renault 4 y tengo que tener más de 100 de los grandes y entonces como no tengo ni para la Toyota lujosa, Hyundai, Kia, Chevrolet o Ford comienzo a indagar en el mercado de usados y ahí también hay un despiporre, se acabaron los carros viejos, ahora los tienen como nuevos y con precios exorbitantes y no tienen ningún reparo en pedir 30 o 40 millones por un cacharro que hace 3 o 4 años costaba 3 o 4 millones de pesos.

Sucede con esto lo que las casas ostentosas de Novalito y San Carlos avaluadas por sus propietarios carísimas, que ahí están hace 10 años con el SE VENDE y nadie les mete el diente y sus dueños prefieren pasar la de San Quintín y no rebajan un peso.

Bajó el queso y bajó bastante, pero sus derivados que habían subido se quedaron arriba: una arepa, una arepita, de las mejores cierto donde Felizzola, cuesta $3.500 y si le agregan una porción de carne molida y un vaso de agua de maíz son $20.000 barras y no es ahí nomás, es en todas partes que en forma caprichosa e ilegal aumentan los precios a su albedrío, que los taxistas, mototaxistas y busetas quieran subir el valor de las carreras, es justo y muy lógico con las alzas de la gasolina, pero que lo hagan ponderadamente, pero no, por ahí no es la cosa y sin pensarlo dos veces aumentan un 20% o 30%. 

Yo sigo con mi cantaleta haciéndome esta pregunta a la cual no le encuentro ni una respuesta satisfactoria: ¿cómo es posible que un litro de leche, procesada en el interior o en el Pacífico cueste menos aquí en esta ciudad que uno producido en nuestras diferentes factorías?, cuando el precio del “jugo perlático”, es igual allá que aquí, el salario mínimo es el mismo y los costos de producción son parecidos y traerlos desde esas lejanas tierras ya sea en avión o en carro es caro, pero aún, así se consigue más barato el de allá que el de acá. Ya encontré la respuesta: falta de gobierno y especialmente de autoridad representada antes en las Oficinas de Control y Precios que tan buenos servicios prestaban, pero aquí lo bueno se acaba y lo malo perdura.

Pero definitivamente aquí en Valledupar lo que hay es plata, la gente, con la menospreciada informalidad lo que gana es billete y así la gasta a manos llenas y si quiere constatarlo vaya a cualquier salón de billar o buchacara en las tardes que aquí los hay por montones y muy elegantes y no hay una mesa desocupada con gente jugando grandes cantidades de dinero y bebiendo ron a diestra y siniestra y así sucede en restaurantes y bares, caros o populares, porque baratos no hay; por eso a mí no me cala el cuento del DANE donde nos ubican en los últimos lugares cuando realidad que uno ve y palpa todos los días es otra: hay abundancia.

Por José M. Aponte M.

Columnista
10 agosto, 2023

Aquí lo que hay es plata

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
José M. Aponte Martínez

Inexplicable o al menos difícil de entender que la inflación esté bajando cuando todo está


Inexplicable o al menos difícil de entender que la inflación esté bajando cuando todo está por las nubes y aquí lo que sube no baja. Si pienso como rico sin serlo, y voy a comprar un carro acorde a mis pretensiones, el paquete que necesito es grande, más de 300 melones; si busco uno perrata, se acabaron, ya no hay Renault 4 y tengo que tener más de 100 de los grandes y entonces como no tengo ni para la Toyota lujosa, Hyundai, Kia, Chevrolet o Ford comienzo a indagar en el mercado de usados y ahí también hay un despiporre, se acabaron los carros viejos, ahora los tienen como nuevos y con precios exorbitantes y no tienen ningún reparo en pedir 30 o 40 millones por un cacharro que hace 3 o 4 años costaba 3 o 4 millones de pesos.

Sucede con esto lo que las casas ostentosas de Novalito y San Carlos avaluadas por sus propietarios carísimas, que ahí están hace 10 años con el SE VENDE y nadie les mete el diente y sus dueños prefieren pasar la de San Quintín y no rebajan un peso.

Bajó el queso y bajó bastante, pero sus derivados que habían subido se quedaron arriba: una arepa, una arepita, de las mejores cierto donde Felizzola, cuesta $3.500 y si le agregan una porción de carne molida y un vaso de agua de maíz son $20.000 barras y no es ahí nomás, es en todas partes que en forma caprichosa e ilegal aumentan los precios a su albedrío, que los taxistas, mototaxistas y busetas quieran subir el valor de las carreras, es justo y muy lógico con las alzas de la gasolina, pero que lo hagan ponderadamente, pero no, por ahí no es la cosa y sin pensarlo dos veces aumentan un 20% o 30%. 

Yo sigo con mi cantaleta haciéndome esta pregunta a la cual no le encuentro ni una respuesta satisfactoria: ¿cómo es posible que un litro de leche, procesada en el interior o en el Pacífico cueste menos aquí en esta ciudad que uno producido en nuestras diferentes factorías?, cuando el precio del “jugo perlático”, es igual allá que aquí, el salario mínimo es el mismo y los costos de producción son parecidos y traerlos desde esas lejanas tierras ya sea en avión o en carro es caro, pero aún, así se consigue más barato el de allá que el de acá. Ya encontré la respuesta: falta de gobierno y especialmente de autoridad representada antes en las Oficinas de Control y Precios que tan buenos servicios prestaban, pero aquí lo bueno se acaba y lo malo perdura.

Pero definitivamente aquí en Valledupar lo que hay es plata, la gente, con la menospreciada informalidad lo que gana es billete y así la gasta a manos llenas y si quiere constatarlo vaya a cualquier salón de billar o buchacara en las tardes que aquí los hay por montones y muy elegantes y no hay una mesa desocupada con gente jugando grandes cantidades de dinero y bebiendo ron a diestra y siniestra y así sucede en restaurantes y bares, caros o populares, porque baratos no hay; por eso a mí no me cala el cuento del DANE donde nos ubican en los últimos lugares cuando realidad que uno ve y palpa todos los días es otra: hay abundancia.

Por José M. Aponte M.