Así como siempre apoyamos el proceso de paz con las FARC, sin motivación política o partidista alguna, como un propósito editorial de EL PILÓN -y hemos estado atentos a su implementación -, hoy manifestamos que apoyamos el actual proceso de búsqueda de la Paz Total.
Así como siempre apoyamos el proceso de paz con las FARC, sin motivación política o partidista alguna, como un propósito editorial de EL PILÓN -y hemos estado atentos a su implementación -, hoy manifestamos que apoyamos el actual proceso de búsqueda de la Paz Total. Es una apuesta ambiciosa del presidente Petro; lógica porque si el acuerdo del gobierno de Juan Manuel Santos desactivó la numerosa organización armada con potencial de desafiar los cimientos del Estado, quedó claro que La Paz era incompleta. Quedaron en rebeldía el ELN y las disidencias de las FARC, que, aunque marginales, no dejaban de ocupar territorios, y las organizaciones criminales que rentan del narcotráfico y de la minería ilegal.
Con el ELN un atentado contra la Escuela de la Policía en Bogotá llevó al presidente Duque a detener el proceso. A pesar de la indignación nacional, consideramos en ese momento en estas páginas editoriales que debía continuarse el diálogo, en medio de la confrontación. Esa premisa fue útil en los acuerdos con las FARC: recordemos que fue abatido su comandante general Alfonso Cano, por un lado; y aquella hizo emboscadas y retuvo a un importante general en el Chocó. En todos los casos, superando la emocional adversidad, las conversaciones continuaron.
En esta oportunidad el Gobierno ha actuado en la dirección correcta; es cierto que es un proceso sujeto a ensayo y a error -porque negociar implica estar sujeto a la voluntad y volubilidad de seres humanos-, adelantado de buena fe.
Sin embargo, por declaraciones del presidente, como el anuncio de una tregua inexistente con el ELN, hechos de violencia, secuestros y extorsiones manifiestos de los grupos destinatarios de la política de paz, la aparente parálisis del ejército y la policía en el territorio, decisiones judiciales cuestionadas, como la liberación del hijo de la famosa ‘Gata’, está quedando la impresión de un manejo ingenuo e improvisado.
La sin duda explosiva y recomendada entrevista de la periodista Patricia Lara al reconocido experto académico Eduardo Pizarro León Gómez, hermano del excomandante del M-19 Carlos Pizarro y perteneciente a una familia de militares, en la edición en circulación de la revista Cambio, ha puesto el dedo en la llaga: la política adelantada por el Gobierno es improvisada, mal diseñada y sin el acompañamiento de una política de seguridad clara en el territorio. En síntesis podríamos decir que el ensayo entra en cuestión porque el error es de tal magnitud que si no se corrige lo que vamos a tener es un agravamiento del conflicto y la violencia. Pizarro parte de que el número de grupos armados ilegales en el país es demencialmente alto, lo que hace un cese al fuego muy difícil, que la geografía y las fronteras no ayudan; que el problema es que en nuestra violencia hay ideología, pobreza que motiva el reclutamiento y mucha codicia. Sino se combate esta, el incentivo económico criminal, no se podría alcanzar la paz al ciento por ciento. En fin, a la paz sí, pero no así. Quedamos atentos a la reacción gubernamental.
Así como siempre apoyamos el proceso de paz con las FARC, sin motivación política o partidista alguna, como un propósito editorial de EL PILÓN -y hemos estado atentos a su implementación -, hoy manifestamos que apoyamos el actual proceso de búsqueda de la Paz Total.
Así como siempre apoyamos el proceso de paz con las FARC, sin motivación política o partidista alguna, como un propósito editorial de EL PILÓN -y hemos estado atentos a su implementación -, hoy manifestamos que apoyamos el actual proceso de búsqueda de la Paz Total. Es una apuesta ambiciosa del presidente Petro; lógica porque si el acuerdo del gobierno de Juan Manuel Santos desactivó la numerosa organización armada con potencial de desafiar los cimientos del Estado, quedó claro que La Paz era incompleta. Quedaron en rebeldía el ELN y las disidencias de las FARC, que, aunque marginales, no dejaban de ocupar territorios, y las organizaciones criminales que rentan del narcotráfico y de la minería ilegal.
Con el ELN un atentado contra la Escuela de la Policía en Bogotá llevó al presidente Duque a detener el proceso. A pesar de la indignación nacional, consideramos en ese momento en estas páginas editoriales que debía continuarse el diálogo, en medio de la confrontación. Esa premisa fue útil en los acuerdos con las FARC: recordemos que fue abatido su comandante general Alfonso Cano, por un lado; y aquella hizo emboscadas y retuvo a un importante general en el Chocó. En todos los casos, superando la emocional adversidad, las conversaciones continuaron.
En esta oportunidad el Gobierno ha actuado en la dirección correcta; es cierto que es un proceso sujeto a ensayo y a error -porque negociar implica estar sujeto a la voluntad y volubilidad de seres humanos-, adelantado de buena fe.
Sin embargo, por declaraciones del presidente, como el anuncio de una tregua inexistente con el ELN, hechos de violencia, secuestros y extorsiones manifiestos de los grupos destinatarios de la política de paz, la aparente parálisis del ejército y la policía en el territorio, decisiones judiciales cuestionadas, como la liberación del hijo de la famosa ‘Gata’, está quedando la impresión de un manejo ingenuo e improvisado.
La sin duda explosiva y recomendada entrevista de la periodista Patricia Lara al reconocido experto académico Eduardo Pizarro León Gómez, hermano del excomandante del M-19 Carlos Pizarro y perteneciente a una familia de militares, en la edición en circulación de la revista Cambio, ha puesto el dedo en la llaga: la política adelantada por el Gobierno es improvisada, mal diseñada y sin el acompañamiento de una política de seguridad clara en el territorio. En síntesis podríamos decir que el ensayo entra en cuestión porque el error es de tal magnitud que si no se corrige lo que vamos a tener es un agravamiento del conflicto y la violencia. Pizarro parte de que el número de grupos armados ilegales en el país es demencialmente alto, lo que hace un cese al fuego muy difícil, que la geografía y las fronteras no ayudan; que el problema es que en nuestra violencia hay ideología, pobreza que motiva el reclutamiento y mucha codicia. Sino se combate esta, el incentivo económico criminal, no se podría alcanzar la paz al ciento por ciento. En fin, a la paz sí, pero no así. Quedamos atentos a la reacción gubernamental.