La llamada ‘Bomba sexy del vallenato’ sin lugar a dudas es una mujer que genera amores y odios y que con su personalidad arrolladora ha logrado ganarse un lugar en un escenario predominantemente masculino. Hoy está por primera vez nominada a los Grammy Latinos en las categorías de “Mejor Nuevo Artista” y “Mejor álbum de […]
La llamada ‘Bomba sexy del vallenato’ sin lugar a dudas es una mujer que genera amores y odios y que con su personalidad arrolladora ha logrado ganarse un lugar en un escenario predominantemente masculino. Hoy está por primera vez nominada a los Grammy Latinos en las categorías de “Mejor Nuevo Artista” y “Mejor álbum de cumbia/vallenato” compitiendo en esta última con nombres de talla mundial en el género como lo son Silvestre Dangond y Carlos Vives.
A pesar de todos sus logros, no es raro escuchar palabras de desprecio hacia ella. A Ana se le critica que hable abiertamente de su sexualidad, su estilo de vida, su forma de vestir y su forma provinciana de hablar llena de palabras como pepita, sobaco, la famosa catapila. Ese lenguaje y esos vestidos que se ciñen a su cuerpo y revelan sus formas de mujer hacen que la clase “educada” arrugue la cara y la llame “corroncha” en una muestra clara de clasismo. En el mejor de los casos la llaman fea, ordinaria o vulgar, en el peor de ellos, la tildan con esa palabra que nos encanta usar para ofender a las mujeres.
La sociedad siempre ha castigado a las mujeres que osan comportarse de una manera “desobediente”, y más aún a las que buscan desempeñarse en igualdad con los hombres. Ana ha sido irreverente y ha desafiado la imagen que según esa sociedad debe proyectar una mujer en especial una que cante vallenato.
Ella definitivamente no es la mujer discreta, recatada, silenciosa que le gustaría ver a esa sociedad machista y clasista que se oculta detrás de un discurso de ética y valores cristianos. Por el contrario, es una mujer sin pelos en la lengua, frentera, que no le huye a la polémica. Tampoco es la cualquiera que a muchos les gustaría que fuera para que sus ofensas estuvieran “justificadas”. Es dueña de su propio cuerpo y sabe que las decisiones sobre él son suyas. No tiene ningún problema en modificarlo y adaptarlo según su deseo sin que la opinión de esa sociedad mojigata la perturbe. Habla sin tapujos sobre sus cirugías lo que la hace constantemente sujeto de burla y sorna, pero sin las cuales sería también criticada por no cumplir los supuestos estándares de belleza impuestos. ¡La mujer no gana nunca! Si se somete a cirugías estéticas es tildada de superficial y bruta y si no lo hace, de fea.
Esa valentía y espontaneidad es lo que para mí convierte a Ana del Castillo, tal vez sin proponérselo, en un ícono feminista de la cultura vallenata. Muy poco se habla de estas cualidades que muchas feministas destacan de otras artistas y de profesionales en otras disciplinas, tal vez por el mismo clasismo que nos impide ver en una cultura provinciana, un símbolo de una lucha tan importante como lo es la equidad de género.
También es cierto que tampoco se habla mucho de esto porque a Valledupar le falta feminismo. De hecho, hay una misoginia rampante dentro de nuestra sociedad, tan normalizada que llega a ser irreconocible, pero que se revela en cada comentario insultante y denigrante sobre Ana y muchas otras mujeres que osan vivir en la libertad que les da su independencia económica.
El feminismo entre muchas otras cosas, es una lucha por eliminar cualquier forma de discriminación y violencia contra la mujer y Ana del Castillo indiscutiblemente ha sido blanco de muchos maltratos físicos y verbales. Sin embargo, ella sigue brillando por su talento, sin cambiar su comportamiento a pesar de que muchos le digan que para triunfar es necesario hacerlo.
Hoy celebro que Ana del Castillo dé tanto de qué hablar. Deseo que este personaje maravilloso y valiente despierte al feminismo vallenato y nos lleve a discusiones de género más profundas. Es una gran oportunidad que se nos presenta de hablar sobre feminismo alrededor del tema que más apasiona a esta sociedad que es la música vallenata.
Por Mariana Orozco.
La llamada ‘Bomba sexy del vallenato’ sin lugar a dudas es una mujer que genera amores y odios y que con su personalidad arrolladora ha logrado ganarse un lugar en un escenario predominantemente masculino. Hoy está por primera vez nominada a los Grammy Latinos en las categorías de “Mejor Nuevo Artista” y “Mejor álbum de […]
La llamada ‘Bomba sexy del vallenato’ sin lugar a dudas es una mujer que genera amores y odios y que con su personalidad arrolladora ha logrado ganarse un lugar en un escenario predominantemente masculino. Hoy está por primera vez nominada a los Grammy Latinos en las categorías de “Mejor Nuevo Artista” y “Mejor álbum de cumbia/vallenato” compitiendo en esta última con nombres de talla mundial en el género como lo son Silvestre Dangond y Carlos Vives.
A pesar de todos sus logros, no es raro escuchar palabras de desprecio hacia ella. A Ana se le critica que hable abiertamente de su sexualidad, su estilo de vida, su forma de vestir y su forma provinciana de hablar llena de palabras como pepita, sobaco, la famosa catapila. Ese lenguaje y esos vestidos que se ciñen a su cuerpo y revelan sus formas de mujer hacen que la clase “educada” arrugue la cara y la llame “corroncha” en una muestra clara de clasismo. En el mejor de los casos la llaman fea, ordinaria o vulgar, en el peor de ellos, la tildan con esa palabra que nos encanta usar para ofender a las mujeres.
La sociedad siempre ha castigado a las mujeres que osan comportarse de una manera “desobediente”, y más aún a las que buscan desempeñarse en igualdad con los hombres. Ana ha sido irreverente y ha desafiado la imagen que según esa sociedad debe proyectar una mujer en especial una que cante vallenato.
Ella definitivamente no es la mujer discreta, recatada, silenciosa que le gustaría ver a esa sociedad machista y clasista que se oculta detrás de un discurso de ética y valores cristianos. Por el contrario, es una mujer sin pelos en la lengua, frentera, que no le huye a la polémica. Tampoco es la cualquiera que a muchos les gustaría que fuera para que sus ofensas estuvieran “justificadas”. Es dueña de su propio cuerpo y sabe que las decisiones sobre él son suyas. No tiene ningún problema en modificarlo y adaptarlo según su deseo sin que la opinión de esa sociedad mojigata la perturbe. Habla sin tapujos sobre sus cirugías lo que la hace constantemente sujeto de burla y sorna, pero sin las cuales sería también criticada por no cumplir los supuestos estándares de belleza impuestos. ¡La mujer no gana nunca! Si se somete a cirugías estéticas es tildada de superficial y bruta y si no lo hace, de fea.
Esa valentía y espontaneidad es lo que para mí convierte a Ana del Castillo, tal vez sin proponérselo, en un ícono feminista de la cultura vallenata. Muy poco se habla de estas cualidades que muchas feministas destacan de otras artistas y de profesionales en otras disciplinas, tal vez por el mismo clasismo que nos impide ver en una cultura provinciana, un símbolo de una lucha tan importante como lo es la equidad de género.
También es cierto que tampoco se habla mucho de esto porque a Valledupar le falta feminismo. De hecho, hay una misoginia rampante dentro de nuestra sociedad, tan normalizada que llega a ser irreconocible, pero que se revela en cada comentario insultante y denigrante sobre Ana y muchas otras mujeres que osan vivir en la libertad que les da su independencia económica.
El feminismo entre muchas otras cosas, es una lucha por eliminar cualquier forma de discriminación y violencia contra la mujer y Ana del Castillo indiscutiblemente ha sido blanco de muchos maltratos físicos y verbales. Sin embargo, ella sigue brillando por su talento, sin cambiar su comportamiento a pesar de que muchos le digan que para triunfar es necesario hacerlo.
Hoy celebro que Ana del Castillo dé tanto de qué hablar. Deseo que este personaje maravilloso y valiente despierte al feminismo vallenato y nos lleve a discusiones de género más profundas. Es una gran oportunidad que se nos presenta de hablar sobre feminismo alrededor del tema que más apasiona a esta sociedad que es la música vallenata.
Por Mariana Orozco.