Ante esta situación que venimos planteando, es importante conocer que algunos expertos saben que es muy difícil que los comportamientos y hábitos cotidianos se modifiquen de un día para otro. Las investigaciones de los expertos han verificado que se necesita un promedio de 10 semanas para que se formen otros nuevos, si bien hay considerables […]
Ante esta situación que venimos planteando, es importante conocer que algunos expertos saben que es muy difícil que los comportamientos y hábitos cotidianos se modifiquen de un día para otro. Las investigaciones de los expertos han verificado que se necesita un promedio de 10 semanas para que se formen otros nuevos, si bien hay considerables variaciones que dependen de diferentes circunstancias.
Con todo, ante acontecimientos muy graves que trastornan de manera radical nuestras vidas, tenemos dificultades a la hora de desarrollar cambios de conductas. En el caso del confinamiento al que nos hemos visto obligados durante la actual pandemia, se ha roto la cadena que nos ataba a unos hábitos esclavizadores, aun a sabiendas de que no eran adecuados para nosotros y de desear transformarlos. Sin embargo, esa caída en la cuenta no significa que lleguemos a conservarlos ni de que serán permanentes en la mayoría de los casos.
Al contrario, lo habitual es que intentemos volver a los anteriores. En este sentido, un papel de primer orden por parte de los gobiernos sería facilitar que se pudiesen mantener a largo plazo.
Es importante reforzar y apoyar normas sociales nuevas mediante la defensa que de ellas hagan personas destacadas o iguales con los que los grupos sociales encuentren afinidades. La imitación está asegurada: ha ocurrido desde siempre entre los humanos de todas las edades. También resulta efectivo dialogar acerca de los beneficios de los nuevos hábitos para la salud y la calidad de vida mediante campañas gubernamentales y las opiniones de quienes son respetados por sus iguales.
Decir aquí que es conveniente para la población enfatizar la resiliencia, la preparación efectiva en valores comunitarios y el apoyo mutuo que volver a la normalidad. Tras un acontecimiento traumático, el rechazo del duelo por parte de la sociedad consiste en presionar para regresar a la estabilidad vista como una restauración del sentimiento de seguridad y de familiaridad con la vida. Pero la normalidad puede que ya nunca más sea posible ni aconsejable. Si aplicamos este principio a los mensajes climáticos, se puede constatar que grupos humanos pertenecientes a contextos políticos distintos, incluso muy alejados entre ellos, responden mejor ante estructuras organizativas comunitarias y de apoyo, aun no expresando una preocupación excesiva acerca de los riesgos medioambientales.
Así, nociones tales como responsabilidad, administración, estar mejor espectro político. Hacer uso en el contexto actual, por tanto, de una estructura organizativa puede convertirse en una solución constructiva y fortalecedora para captar la atención de las comunidades más diversas acerca del cambio climático. En ese sentido hay una serie de valores muy bien aceptados entre gente de las más variadas ideologías.
El primero es la necesidad: ante la creciente constatación de la severidad de los impactos que causa el cambio climático, la sociedad empieza a comprender que algunos de ellos son ya inevitables y que deben ser tratados con una mayor preparación y adaptación.
El segundo es el pragmatismo: ante un problema transcendental, la preparación es clave si queremos salir de un periodo disruptivo (interrupción súbita de algo), especialmente si se ha desarrollado la conciencia de que podría reaparecer.
El tercero es el apoyo a la continuidad: es mejor planificar los cambios necesarios que esperar a que un proceso disruptivo nos fuerce a cambiar. Por ello, convendría reconocer los valores, las habilidades y la cohesión comunitaria existente para sentar las bases que provoquen una respuesta eficaz ante las nuevas oportunidades.
El cuarto consiste en restaurar el equilibrio: el cambio climático es la mejor prueba de que nos hemos alejado radicalmente de la sincronización con la naturaleza y de que solo la restauración del equilibrio medioambiental puede neutralizar la urgencia climática.
En conclusión, tenemos el deber o estamos obligados a dejar a nuestras criaturas un planeta mejor y, para ella los cambios tienen que llevarse a cabo ahora, como quien dice para mantener una nueva vida, solo protegiéndonos nosotros mismos frente a los riesgos de la salud que comportan los impactos climáticos, mejorará nuestro bienestar y finalmente decir que solo la preparación, la ayuda mutua y la potenciación de la resiliencia puede ser perdurable.
Ante esta situación que venimos planteando, es importante conocer que algunos expertos saben que es muy difícil que los comportamientos y hábitos cotidianos se modifiquen de un día para otro. Las investigaciones de los expertos han verificado que se necesita un promedio de 10 semanas para que se formen otros nuevos, si bien hay considerables […]
Ante esta situación que venimos planteando, es importante conocer que algunos expertos saben que es muy difícil que los comportamientos y hábitos cotidianos se modifiquen de un día para otro. Las investigaciones de los expertos han verificado que se necesita un promedio de 10 semanas para que se formen otros nuevos, si bien hay considerables variaciones que dependen de diferentes circunstancias.
Con todo, ante acontecimientos muy graves que trastornan de manera radical nuestras vidas, tenemos dificultades a la hora de desarrollar cambios de conductas. En el caso del confinamiento al que nos hemos visto obligados durante la actual pandemia, se ha roto la cadena que nos ataba a unos hábitos esclavizadores, aun a sabiendas de que no eran adecuados para nosotros y de desear transformarlos. Sin embargo, esa caída en la cuenta no significa que lleguemos a conservarlos ni de que serán permanentes en la mayoría de los casos.
Al contrario, lo habitual es que intentemos volver a los anteriores. En este sentido, un papel de primer orden por parte de los gobiernos sería facilitar que se pudiesen mantener a largo plazo.
Es importante reforzar y apoyar normas sociales nuevas mediante la defensa que de ellas hagan personas destacadas o iguales con los que los grupos sociales encuentren afinidades. La imitación está asegurada: ha ocurrido desde siempre entre los humanos de todas las edades. También resulta efectivo dialogar acerca de los beneficios de los nuevos hábitos para la salud y la calidad de vida mediante campañas gubernamentales y las opiniones de quienes son respetados por sus iguales.
Decir aquí que es conveniente para la población enfatizar la resiliencia, la preparación efectiva en valores comunitarios y el apoyo mutuo que volver a la normalidad. Tras un acontecimiento traumático, el rechazo del duelo por parte de la sociedad consiste en presionar para regresar a la estabilidad vista como una restauración del sentimiento de seguridad y de familiaridad con la vida. Pero la normalidad puede que ya nunca más sea posible ni aconsejable. Si aplicamos este principio a los mensajes climáticos, se puede constatar que grupos humanos pertenecientes a contextos políticos distintos, incluso muy alejados entre ellos, responden mejor ante estructuras organizativas comunitarias y de apoyo, aun no expresando una preocupación excesiva acerca de los riesgos medioambientales.
Así, nociones tales como responsabilidad, administración, estar mejor espectro político. Hacer uso en el contexto actual, por tanto, de una estructura organizativa puede convertirse en una solución constructiva y fortalecedora para captar la atención de las comunidades más diversas acerca del cambio climático. En ese sentido hay una serie de valores muy bien aceptados entre gente de las más variadas ideologías.
El primero es la necesidad: ante la creciente constatación de la severidad de los impactos que causa el cambio climático, la sociedad empieza a comprender que algunos de ellos son ya inevitables y que deben ser tratados con una mayor preparación y adaptación.
El segundo es el pragmatismo: ante un problema transcendental, la preparación es clave si queremos salir de un periodo disruptivo (interrupción súbita de algo), especialmente si se ha desarrollado la conciencia de que podría reaparecer.
El tercero es el apoyo a la continuidad: es mejor planificar los cambios necesarios que esperar a que un proceso disruptivo nos fuerce a cambiar. Por ello, convendría reconocer los valores, las habilidades y la cohesión comunitaria existente para sentar las bases que provoquen una respuesta eficaz ante las nuevas oportunidades.
El cuarto consiste en restaurar el equilibrio: el cambio climático es la mejor prueba de que nos hemos alejado radicalmente de la sincronización con la naturaleza y de que solo la restauración del equilibrio medioambiental puede neutralizar la urgencia climática.
En conclusión, tenemos el deber o estamos obligados a dejar a nuestras criaturas un planeta mejor y, para ella los cambios tienen que llevarse a cabo ahora, como quien dice para mantener una nueva vida, solo protegiéndonos nosotros mismos frente a los riesgos de la salud que comportan los impactos climáticos, mejorará nuestro bienestar y finalmente decir que solo la preparación, la ayuda mutua y la potenciación de la resiliencia puede ser perdurable.