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Columnista - 14 diciembre, 2022

Algunas anotaciones históricas 

La humanidad remota, a nuestros ojos de hoy,  fue un período largo de tanteos de su incipiente  entendimiento. Hizo lo que a duras penas podía. Pobres remotos antepasados nuestros. Dignos ahora de nuestra misericordia y gratitud. 

Por Rodrigo López Barros

La humanidad remota, a nuestros ojos de hoy,  fue un período largo de tanteos de su incipiente  entendimiento. Hizo lo que a duras penas podía. Pobres remotos antepasados nuestros. Dignos ahora de nuestra misericordia y gratitud. 

En lontananza, sin embargo, comenzaba a titilar una lámpara intelectual sobre las llanuras y  los montes griegos, moradas de los dioses, en islas y costas del Egeo y Mediterráneo, que luego se tornó en faro luminoso de toda la humanidad. Su literatura, arte, filosofía y ciencias fueron impregnando  cada vez mejor su conciencia.

A partir de Alejandro Magno y  sus conquistas militares y políticas  hasta los confines del mundo conocido entonces, La India, todo ese inmenso territorio fue helenizado, para su bien.  

Vasta empresa no sólo militar y política, sino cultural. A poca distancia, al occidente del delta del río Nilo en el Mediterráneo oriental y en honor de Alejandro fue fundada la ciudad de Alejandría. Su gran faro no sólo guiaba las embarcaciones, sino que indicaba al mundo la erección de la nueva Atenas y el lugar de la biblioteca cultural más grande de la época! 

Su contemplación humedecieron mis ojos! Más por la noche hube de bailar en un barco sobre las aguas del Nilo, acordándome de eso mismo que hacían Marco Antonio y Cleopatra.

Una vez los fuertes romanos llegaron a los lares de los griegos y sometieron para sí su territorio, sus mares y embarcaciones veloces, pero no a sus hombres; por el contrario, los invasores tuvieron que someterse a la cultura de los invadidos, pasando de conquistadores a conquistados. Fueron por leña y salieron trasquilados;  de esa feliz unión surgió la gran cultura grecolatina que ha puesto luz donde antes había oscuridad. 

La añeja cultura religiosa judía, fundada por la fe en Yahvé y su feliz desarrollo y superación a través de Jesucristo encontró en aquella rancia cultura griega las construcciones filosóficas ideales para asentarse como jamás ninguna otra religión del mundo lo había logrado ni lo podrá hacer con las mismas categorías intelectuales, no obstante su anclaje en el sentimiento humano.  ¡Oh arcaica y arcana Grecia transformadora del espíritu del  mundo!

Las aguerridas tribus germanas que socavaron el hasta entonces inexpugnable Imperio Romano en el año 476, se ilustraron con el saber ya grecorromano, y los pasos de este han continuado hasta nuestros días, aumentados con las contribuciones de las ciencias, técnicas y tecnologías modernas y contemporáneas, alumbradas por la supervivencia de aquellas lucecitas temblorosas.

Cómo no recordar aquí que todo ello fue posible porque aquella lámpara encendida del entendimiento humano activo había sido puesta a buen recaudo por la mente previsiva, y hasta providencialmente,  del emperador romano Constantino a comienzos del siglo IV en la ciudad griega de Bizancio, posteriormente, en su honor, Constantinopla, ahora Estambul, reina del Canal del Bósforo, El Cuerno de Oro, dique Iluminado, rutilante, a caballo entre Europa y Asia Menor, actualmente Turquía. Allí  permaneció encendida y cuánta iluminación dio al mundo hasta la caída del Imperio Romano de Oriente a manos de los turcos, en el año 1453, uno de los hitos considerados como el fin de la Edad Media. De frente al Cerro Murillo tutelar de Valledupar.

[email protected] 

Columnista
14 diciembre, 2022

Algunas anotaciones históricas 

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
Rodrigo López Barros

La humanidad remota, a nuestros ojos de hoy,  fue un período largo de tanteos de su incipiente  entendimiento. Hizo lo que a duras penas podía. Pobres remotos antepasados nuestros. Dignos ahora de nuestra misericordia y gratitud. 


Por Rodrigo López Barros

La humanidad remota, a nuestros ojos de hoy,  fue un período largo de tanteos de su incipiente  entendimiento. Hizo lo que a duras penas podía. Pobres remotos antepasados nuestros. Dignos ahora de nuestra misericordia y gratitud. 

En lontananza, sin embargo, comenzaba a titilar una lámpara intelectual sobre las llanuras y  los montes griegos, moradas de los dioses, en islas y costas del Egeo y Mediterráneo, que luego se tornó en faro luminoso de toda la humanidad. Su literatura, arte, filosofía y ciencias fueron impregnando  cada vez mejor su conciencia.

A partir de Alejandro Magno y  sus conquistas militares y políticas  hasta los confines del mundo conocido entonces, La India, todo ese inmenso territorio fue helenizado, para su bien.  

Vasta empresa no sólo militar y política, sino cultural. A poca distancia, al occidente del delta del río Nilo en el Mediterráneo oriental y en honor de Alejandro fue fundada la ciudad de Alejandría. Su gran faro no sólo guiaba las embarcaciones, sino que indicaba al mundo la erección de la nueva Atenas y el lugar de la biblioteca cultural más grande de la época! 

Su contemplación humedecieron mis ojos! Más por la noche hube de bailar en un barco sobre las aguas del Nilo, acordándome de eso mismo que hacían Marco Antonio y Cleopatra.

Una vez los fuertes romanos llegaron a los lares de los griegos y sometieron para sí su territorio, sus mares y embarcaciones veloces, pero no a sus hombres; por el contrario, los invasores tuvieron que someterse a la cultura de los invadidos, pasando de conquistadores a conquistados. Fueron por leña y salieron trasquilados;  de esa feliz unión surgió la gran cultura grecolatina que ha puesto luz donde antes había oscuridad. 

La añeja cultura religiosa judía, fundada por la fe en Yahvé y su feliz desarrollo y superación a través de Jesucristo encontró en aquella rancia cultura griega las construcciones filosóficas ideales para asentarse como jamás ninguna otra religión del mundo lo había logrado ni lo podrá hacer con las mismas categorías intelectuales, no obstante su anclaje en el sentimiento humano.  ¡Oh arcaica y arcana Grecia transformadora del espíritu del  mundo!

Las aguerridas tribus germanas que socavaron el hasta entonces inexpugnable Imperio Romano en el año 476, se ilustraron con el saber ya grecorromano, y los pasos de este han continuado hasta nuestros días, aumentados con las contribuciones de las ciencias, técnicas y tecnologías modernas y contemporáneas, alumbradas por la supervivencia de aquellas lucecitas temblorosas.

Cómo no recordar aquí que todo ello fue posible porque aquella lámpara encendida del entendimiento humano activo había sido puesta a buen recaudo por la mente previsiva, y hasta providencialmente,  del emperador romano Constantino a comienzos del siglo IV en la ciudad griega de Bizancio, posteriormente, en su honor, Constantinopla, ahora Estambul, reina del Canal del Bósforo, El Cuerno de Oro, dique Iluminado, rutilante, a caballo entre Europa y Asia Menor, actualmente Turquía. Allí  permaneció encendida y cuánta iluminación dio al mundo hasta la caída del Imperio Romano de Oriente a manos de los turcos, en el año 1453, uno de los hitos considerados como el fin de la Edad Media. De frente al Cerro Murillo tutelar de Valledupar.

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