Hace algunos días falleció el excongresista conservador Alfonso Campo Soto, tal vez desconocido para las nuevas generaciones, al haberse retirado tempranamente de la actividad política.
Hace algunos días falleció el excongresista conservador Alfonso Campo Soto, tal vez desconocido para las nuevas generaciones, al haberse retirado tempranamente de la actividad política debido a quebrantos de salud. Sentidas condolencias a su familia. Pero, sobre todo a las gentes del departamento del Cesar que, de una u otra forma, hoy afrontan la ausencia de liderazgos y el talante de políticos con las calidades del mencionado líder.
Dicen que no hay muerto malo. Yo estoy de acuerdo, porque en ese trance que nos despedimos de la vida terrenal, tenemos el tiempo necesario para purificar nuestras culpas y llegar al límite del último adiós, como un ser transparente que ha saldado sus cuentas, iniciando un nuevo estadío de la existencia como lo es la eternidad.
Pero ‘Poncho’ Campo, como lo llamaban cariñosamente, realmente sí era un buen ser humano, dueño de cualidades morales intrínsecas a su legado familiar. Profesaba un innegociable respeto hacia los demás, indistintamente a su condición política o social. La solidaridad hacía parte de su vida, su constante preocupación por la realidad individual de sus paisanos lo llevó a ser reconocido por la sociedad vallenata como un respetado dirigente.
Estos atributos lo hicieron líder político. El precursor de su familia. Logró un importante caudal electoral con base en el trabajo en equipo y la confianza en los cuadros organizativos de su movimiento, quienes se preocuparon siempre por el contacto personal con el ciudadano de a pie. Era un soñador y un visionario, por ejemplo, fue propietario de una emisora radial cuando Valledupar era apenas un pueblo grande. Un transformador y un rebelde, comprometido con la solución de las necesidades básicas de los menos favorecidos, quienes al final siempre fueron la razón de ser de su actividad política.
Su vida pública fue prolífica a pesar de haberse retirado prematuramente, abogado de profesión, inició siendo diputado, luego representante a la Cámara, senador, ministro de transporte, dos veces excandidato a la Gobernación del Cesar, embajador en China y un capítulo académico como rector de la Universidad Popular del Cesar – UPC.
Ideológicamente militó en el Partido Conservador, en un ala que lideraba para esa época J. Emilio Valderrama, un humilde antioqueño que erguidamente logró, con inteligencia y capacidad de trabajo, forjarse un espacio cuando la política estaba reservada solo a notables y aristócratas, quienes antes de nacer ya tenían asegurado un espacio en la política nacional, indistintamente a su ausente sensibilidad social o profundidad de las ideas.
Ese es el mismo sistema electoral excluyente que quieren mantener aún hoy, incluso después de la garantista Constitución de 1991, cuyo logro fundamental en materia democrática está en que se dejó de lado la anacrónica orientación representativa, para volverse modernamente participativa. Ese proceso no ha sido fácil.
Los promotores del statu quo político estratégicamente siembran en la desesperanza popular, la diatriba que todos los actores políticos son ineficientes y corruptos, por lo que consecuentemente el elegible debe ser quien pueda hacer suntuosas inversiones en la campaña electoral, así luego de lograr los objetivos politiqueros la constante sea el desconocimiento a quienes los llevaron al poder.
Hasta ahora les ha dado resultado, el elegido olvida a quien lo eligió y el ignorado también olvida y vuelve a votar por quien lo viene engañando.
Pero es el momento del cambio, tomemos como referente el ideario de este hombre, quien a pesar de su origen conservador mostró preferencias por la movilidad social y política del pueblo. Por esto Alfonso Campo Soto es un líder a imitar. Hazlo tú también, dándote una oportunidad de participar en la transformación de nuestra región. Atrévete. Fuerte abrazo. –
Hace algunos días falleció el excongresista conservador Alfonso Campo Soto, tal vez desconocido para las nuevas generaciones, al haberse retirado tempranamente de la actividad política.
Hace algunos días falleció el excongresista conservador Alfonso Campo Soto, tal vez desconocido para las nuevas generaciones, al haberse retirado tempranamente de la actividad política debido a quebrantos de salud. Sentidas condolencias a su familia. Pero, sobre todo a las gentes del departamento del Cesar que, de una u otra forma, hoy afrontan la ausencia de liderazgos y el talante de políticos con las calidades del mencionado líder.
Dicen que no hay muerto malo. Yo estoy de acuerdo, porque en ese trance que nos despedimos de la vida terrenal, tenemos el tiempo necesario para purificar nuestras culpas y llegar al límite del último adiós, como un ser transparente que ha saldado sus cuentas, iniciando un nuevo estadío de la existencia como lo es la eternidad.
Pero ‘Poncho’ Campo, como lo llamaban cariñosamente, realmente sí era un buen ser humano, dueño de cualidades morales intrínsecas a su legado familiar. Profesaba un innegociable respeto hacia los demás, indistintamente a su condición política o social. La solidaridad hacía parte de su vida, su constante preocupación por la realidad individual de sus paisanos lo llevó a ser reconocido por la sociedad vallenata como un respetado dirigente.
Estos atributos lo hicieron líder político. El precursor de su familia. Logró un importante caudal electoral con base en el trabajo en equipo y la confianza en los cuadros organizativos de su movimiento, quienes se preocuparon siempre por el contacto personal con el ciudadano de a pie. Era un soñador y un visionario, por ejemplo, fue propietario de una emisora radial cuando Valledupar era apenas un pueblo grande. Un transformador y un rebelde, comprometido con la solución de las necesidades básicas de los menos favorecidos, quienes al final siempre fueron la razón de ser de su actividad política.
Su vida pública fue prolífica a pesar de haberse retirado prematuramente, abogado de profesión, inició siendo diputado, luego representante a la Cámara, senador, ministro de transporte, dos veces excandidato a la Gobernación del Cesar, embajador en China y un capítulo académico como rector de la Universidad Popular del Cesar – UPC.
Ideológicamente militó en el Partido Conservador, en un ala que lideraba para esa época J. Emilio Valderrama, un humilde antioqueño que erguidamente logró, con inteligencia y capacidad de trabajo, forjarse un espacio cuando la política estaba reservada solo a notables y aristócratas, quienes antes de nacer ya tenían asegurado un espacio en la política nacional, indistintamente a su ausente sensibilidad social o profundidad de las ideas.
Ese es el mismo sistema electoral excluyente que quieren mantener aún hoy, incluso después de la garantista Constitución de 1991, cuyo logro fundamental en materia democrática está en que se dejó de lado la anacrónica orientación representativa, para volverse modernamente participativa. Ese proceso no ha sido fácil.
Los promotores del statu quo político estratégicamente siembran en la desesperanza popular, la diatriba que todos los actores políticos son ineficientes y corruptos, por lo que consecuentemente el elegible debe ser quien pueda hacer suntuosas inversiones en la campaña electoral, así luego de lograr los objetivos politiqueros la constante sea el desconocimiento a quienes los llevaron al poder.
Hasta ahora les ha dado resultado, el elegido olvida a quien lo eligió y el ignorado también olvida y vuelve a votar por quien lo viene engañando.
Pero es el momento del cambio, tomemos como referente el ideario de este hombre, quien a pesar de su origen conservador mostró preferencias por la movilidad social y política del pueblo. Por esto Alfonso Campo Soto es un líder a imitar. Hazlo tú también, dándote una oportunidad de participar en la transformación de nuestra región. Atrévete. Fuerte abrazo. –