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Columnista - 21 febrero, 2019

Alerta amarilla a la democracia

La democracia no es como la pintan y es una lástima; parece que Montesquieu perdió su tiempo estrujando su talento para proponernos esta forma de gobierno que hoy han desdibujado por intereses corporativos e individuales. Como dijo Bolívar, en su nombre se quieren cometer muchos atropellos. El caso que nos ocupa es el de Venezuela, […]

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La democracia no es como la pintan y es una lástima; parece que Montesquieu perdió su tiempo estrujando su talento para proponernos esta forma de gobierno que hoy han desdibujado por intereses corporativos e individuales. Como dijo Bolívar, en su nombre se quieren cometer muchos atropellos. El caso que nos ocupa es el de Venezuela, justo la patria del Libertador, país que decidió en las urnas, la matriz de la democracia, qué tipo de gobierno se daría; en la era chavista, Venezuela fue la nación donde más elecciones se realizaron. Se puede o no compartir lo que allí ha sucedido, pero esa ha sido una decisión democrática de los venezolanos y son ellos los que deben rectificar, si lo consideran necesario y reorientar su destino. Es inaudito que de golpe aparezca un desconocido a decir que él es el presidente legítimo y que gran parte de la comunidad lo avale. ¿Podría Gustavo Petro hacer lo mismo? El argumento de los EE. UU y de sus colonias para intervenir, es que allí opera una dictadura que se debe derrotar por encima de la voluntad de los muchos que aún se encuentran satisfechos con el actual régimen. Eso se llama intromisión e irrespeto a la autodeterminación de los pueblos. ¿Cuándo a los EE.UU y a sus secuaces les ha importado que algún país esté gobernado por un sátrapa? Alfredo Stroessner mantuvo una dictadura de 35 años en Paraguay y Pinochet 17 en Chile, después de derrocar a presidentes elegidos popularmente; sus crímenes no tienen parangón. La Argentina de Videla fue abominable; allí le sacaban los hijos a las mujeres de la oposición para que los adoptaran los militares infértiles; la dinastía Somoza en Nicaragua fue de varias generaciones; en la misma Venezuela, Juan Vicente Gómez mandó 27 años. En fin, en casi toda América hubo dictadores, todos reconocidos por los que hoy detestan a los dictadores; y todos los golpes militares eran upados por los EE.UU cuando no satisfacían sus propios intereses. Colombia fue el único país de América que estuvo del lado del reino Unido cuando Argentina quiso reivindicar su propiedad sobre las islas Malvinas; la apodaron el Caín de América, qué vergüenza. Hay que felicitar a México, Uruguay, Bolivia, Cuba, Nicaragua y otros países antillanos por mantener su autonomía y respeto por el derecho ajeno. La intención de Trump de traer tropas norteamericanas a territorio colombiano, anunciada frente a Duque, es una vergüenza internacional; así no se concursa para un rating; allí, Duque mostró su catadura de súbdito que podría entenderse como una traición a la “patria” de la que tanto habla el ex Uribe. Ya habrá tiempo para genuflexionar. Además, esto constituye un acto de irresponsabilidad para con los venezolanos que están satisfechos y con los colombianos que rehusamos la guerra. Ya lo dijo el senador Robledo, si Venezuela es intervenida militarmente, Colombia será un teatro de operaciones. ¿Podrá el presidente de Colombia garantizarnos que nuestros puentes no serán destruidos? ¿Estará exenta la casa de “Nari” de un ataque de la aviación veneca? Pare bolas Gavilán Mayor, pare bolas, las guerras se sabe cuándo empiezan pero no cuando terminan.

Columnista
21 febrero, 2019

Alerta amarilla a la democracia

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
Luis Napoleón de Armas P.

La democracia no es como la pintan y es una lástima; parece que Montesquieu perdió su tiempo estrujando su talento para proponernos esta forma de gobierno que hoy han desdibujado por intereses corporativos e individuales. Como dijo Bolívar, en su nombre se quieren cometer muchos atropellos. El caso que nos ocupa es el de Venezuela, […]


La democracia no es como la pintan y es una lástima; parece que Montesquieu perdió su tiempo estrujando su talento para proponernos esta forma de gobierno que hoy han desdibujado por intereses corporativos e individuales. Como dijo Bolívar, en su nombre se quieren cometer muchos atropellos. El caso que nos ocupa es el de Venezuela, justo la patria del Libertador, país que decidió en las urnas, la matriz de la democracia, qué tipo de gobierno se daría; en la era chavista, Venezuela fue la nación donde más elecciones se realizaron. Se puede o no compartir lo que allí ha sucedido, pero esa ha sido una decisión democrática de los venezolanos y son ellos los que deben rectificar, si lo consideran necesario y reorientar su destino. Es inaudito que de golpe aparezca un desconocido a decir que él es el presidente legítimo y que gran parte de la comunidad lo avale. ¿Podría Gustavo Petro hacer lo mismo? El argumento de los EE. UU y de sus colonias para intervenir, es que allí opera una dictadura que se debe derrotar por encima de la voluntad de los muchos que aún se encuentran satisfechos con el actual régimen. Eso se llama intromisión e irrespeto a la autodeterminación de los pueblos. ¿Cuándo a los EE.UU y a sus secuaces les ha importado que algún país esté gobernado por un sátrapa? Alfredo Stroessner mantuvo una dictadura de 35 años en Paraguay y Pinochet 17 en Chile, después de derrocar a presidentes elegidos popularmente; sus crímenes no tienen parangón. La Argentina de Videla fue abominable; allí le sacaban los hijos a las mujeres de la oposición para que los adoptaran los militares infértiles; la dinastía Somoza en Nicaragua fue de varias generaciones; en la misma Venezuela, Juan Vicente Gómez mandó 27 años. En fin, en casi toda América hubo dictadores, todos reconocidos por los que hoy detestan a los dictadores; y todos los golpes militares eran upados por los EE.UU cuando no satisfacían sus propios intereses. Colombia fue el único país de América que estuvo del lado del reino Unido cuando Argentina quiso reivindicar su propiedad sobre las islas Malvinas; la apodaron el Caín de América, qué vergüenza. Hay que felicitar a México, Uruguay, Bolivia, Cuba, Nicaragua y otros países antillanos por mantener su autonomía y respeto por el derecho ajeno. La intención de Trump de traer tropas norteamericanas a territorio colombiano, anunciada frente a Duque, es una vergüenza internacional; así no se concursa para un rating; allí, Duque mostró su catadura de súbdito que podría entenderse como una traición a la “patria” de la que tanto habla el ex Uribe. Ya habrá tiempo para genuflexionar. Además, esto constituye un acto de irresponsabilidad para con los venezolanos que están satisfechos y con los colombianos que rehusamos la guerra. Ya lo dijo el senador Robledo, si Venezuela es intervenida militarmente, Colombia será un teatro de operaciones. ¿Podrá el presidente de Colombia garantizarnos que nuestros puentes no serán destruidos? ¿Estará exenta la casa de “Nari” de un ataque de la aviación veneca? Pare bolas Gavilán Mayor, pare bolas, las guerras se sabe cuándo empiezan pero no cuando terminan.