El periodista Juan Rincón Vanegas cuenta la historia detrás de las canciones más importantes de la autoría del primer rey del Festival de la Leyenda Vallenata.
La fuerza del folclor vallenato tiene la virtud de fijar la vista en una carta llena de sentimientos y volverla canción, como le sucedió al juglar Gilberto Alejandro Durán Díaz, quien esculcó en su memoria ese pasado de una mujer que supo cautivarlo en medio de faenas musicales diarias.
Esas letras escritas por una joven y encantadora mujer llamada Fidelina Flórez Moreno, nacida en Chimichagua, Cesar, el viernes primero de junio de 1928, hicieron posible que naciera una historia cantada con su nombre, donde se cuentan esos amores fugaces que el destino nunca pudo unir.
Ella, quien a sus 15 años ya tenía una hija que bautizó con el nombre de Elsa, y seguía bajo la protección de sus padres, intentó emprender una relación con ese hombre que tenía la virtud de tocar acordeón, de embrujar con su canto y cautivar con su palabra; pero con lo que no contaba la encantadora joven era que su mamá, Presentación Moreno García, cerraría el capítulo de ese sueño.
Ellos, lo planearon a escondidas. La vieja Presentación notó algo distinto en el comportamiento de su hija, y pudo descubrir lo que tramaban los enamorados.
El propio Alejo Durán contó ese episodio donde quedó al descubierto: “La cité para llevármela. La había esperado bastante tiempo, y al notar que no salía me metí por el patio de su casa. Ella salió, y la cogí por la mano, pero detrás venía su mamá gritando que había un ladrón. Llegó la Policía preguntando quién era el ladrón y dije que era yo, que me iba a robar esa muchacha, y añadí que si la encontraba mal puesta, me la llevaba”.
Regreso a Chimichagua
Ese episodio sucedido cerca al municipio de El Paso, provocó el retorno de Fidelina a Chimichagua, aunque no dejaba de pensar en aquel hombre que le dibujó el amor con notas de acordeón. Ese mismo que sin necesidad de haberse recibido como sacerdote, pensaba llevarla al altar del sentimiento, donde las palabras sobran y los cuerpos cabalgan al ritmo de la serenidad de la noche.
Estando en ese trance, y al enterarse que Alejo Durán vivía en Magangué, Bolívar, le mandó una carta con uno de sus paisanos. En ese mensaje le decía que le escribiera, que se había olvidado de ella después de pintarle pajaritos en el aire.
Alejo, al recibir la misiva se conmovió, y lo primero que hizo en vez de tomar papel y lápiz para responder, fue hacer lo que le dictaba su corazón. Tomó su acordeón y comenzó a darle vida al son ‘Fidelina’, donde le decía a través de su rutina que nunca la olvidaba. Y de esta manera, le puso a la distancia la más bella serenata a la mujer que lo trasnochaba.
Bella como flor del campo
miren que mujer tan linda,
y te dedico mi canto ayayayay
escucha mi serenata Fidelina.
Entonces, con la inspiración a todo tope le repitió lo que le dijo al momento de conocerla, y que conllevó a tratar de unir sus vidas a escondidas: “Que tu negro no te olvida. Es de todo corazón”.
A Fidelina le gustó la canción, y tuvo la paciencia de esperar un tiempo prudencial, hasta que la nave del amor tomó otro rumbo y pudo arribar en los tiempos de Dios que son perfectos en medio de los albores de la vida.
La hija de Evaristo Flórez Palomino y Presentación Moreno García se casó con Antero Mejía López, y tuvo seis hijos: Alfonso, Félix, Oswaldo, Sabina, Osmelita y Nubia. Con el correr de los años la familia creció y vino la alegría de 40 nietos y 87 bisnietos.
Dedicada a su hogar
Fidelina fue una mujer dedicada a su hogar. Se le veía por las calles de Chimichagua vendiendo almojábanas cocidas, cafongos, chicha de grano, panderos, cocadas y dulces.
Nunca gozó de la fama de la canción compuesta por el primer rey vallenato y pasó desapercibida, entre otras razones, porque cuando su esposo Antero la escuchaba se ponía bravo. “A veces se disgustaban por eso, pero no pasaba a mayores”, contó su hija Osmelita Mejía.
Siempre vivió en la calle 12 N° 6 – 30 del barrio Higuerón de Chimichagua, donde recibía el cariño de los suyos, hasta que murió el jueves 17 de noviembre de 2016. Fidelina contaba con 88 años.
Esta es la historia de una mujer chimichagüera que supo ocuparle por mucho tiempo el corazón al Negro Alejo, y quien la definió como una muchacha delgada, color canela, pelo liso y cara redonda.
A ella le dedicó una de las canciones que más le gustaban, porque llevaba impregnada la melancolía del aire de son en medio de los arreboles del recuerdo. En esa secuencia, en el año 2000 el Canal Caracol emitió la telenovela ‘Alejo, la búsqueda del amor’, producción donde la presentadora y actriz Xiomara Xibille interpretó el personaje de Fidelina, esa mujer a la que le regalaron una canción para inmortalizarla.
Grabación de la canción
Durante sus corredurías por distintos pueblos de la geografía costeña Alejo Durán interpretaba la canción ‘Fidelina’, hasta que la grabó en 1964 para Discos Fuentes, alcanzando la mayor aceptación. De esta página musical se han hecho más de 12 versiones, sobresaliendo las interpretadas por Silvio Brito y el rey vallenato Orangel ‘El Pangue’ Maestre y la de Carlos Vives con el rey vallenato Egidio Cuadrado.
Precisamente, su hermano Náfer Santiago Durán Díaz, quien lo conocía a la perfección, manifestó: “Ese son ‘Fidelina’ nunca ha pasado de moda. Alejo nació para eso. Desde muy joven, armado únicamente de su acordeón aprendió los secretos del fuelle y los compases de los sones en que se haría maestro. Alejo siempre fue auténtico, único y dejó un invaluable aporte al folclor vallenato. Sinceramente, para mí fue un fuera de serie”.
El viejo Naferito, quien hace poco añadió el año 86 al almanaque de su vida, siguió hablando sobre su hermano: “Alejo le dio al Festival Vallenato la dimensión de su estilo personal”.
Mientras tanto, en el encantador municipio de Chimichagua se recuerda a Fidelina, la única mujer que en vez de carta recibió una canción donde Alejo Durán a través de su voz y su acordeón puso a vibrar las fibras de su tierno corazón.
Por Juan Rincón Vanegas / EL PILÓN
@juanrinconv
El periodista Juan Rincón Vanegas cuenta la historia detrás de las canciones más importantes de la autoría del primer rey del Festival de la Leyenda Vallenata.
La fuerza del folclor vallenato tiene la virtud de fijar la vista en una carta llena de sentimientos y volverla canción, como le sucedió al juglar Gilberto Alejandro Durán Díaz, quien esculcó en su memoria ese pasado de una mujer que supo cautivarlo en medio de faenas musicales diarias.
Esas letras escritas por una joven y encantadora mujer llamada Fidelina Flórez Moreno, nacida en Chimichagua, Cesar, el viernes primero de junio de 1928, hicieron posible que naciera una historia cantada con su nombre, donde se cuentan esos amores fugaces que el destino nunca pudo unir.
Ella, quien a sus 15 años ya tenía una hija que bautizó con el nombre de Elsa, y seguía bajo la protección de sus padres, intentó emprender una relación con ese hombre que tenía la virtud de tocar acordeón, de embrujar con su canto y cautivar con su palabra; pero con lo que no contaba la encantadora joven era que su mamá, Presentación Moreno García, cerraría el capítulo de ese sueño.
Ellos, lo planearon a escondidas. La vieja Presentación notó algo distinto en el comportamiento de su hija, y pudo descubrir lo que tramaban los enamorados.
El propio Alejo Durán contó ese episodio donde quedó al descubierto: “La cité para llevármela. La había esperado bastante tiempo, y al notar que no salía me metí por el patio de su casa. Ella salió, y la cogí por la mano, pero detrás venía su mamá gritando que había un ladrón. Llegó la Policía preguntando quién era el ladrón y dije que era yo, que me iba a robar esa muchacha, y añadí que si la encontraba mal puesta, me la llevaba”.
Regreso a Chimichagua
Ese episodio sucedido cerca al municipio de El Paso, provocó el retorno de Fidelina a Chimichagua, aunque no dejaba de pensar en aquel hombre que le dibujó el amor con notas de acordeón. Ese mismo que sin necesidad de haberse recibido como sacerdote, pensaba llevarla al altar del sentimiento, donde las palabras sobran y los cuerpos cabalgan al ritmo de la serenidad de la noche.
Estando en ese trance, y al enterarse que Alejo Durán vivía en Magangué, Bolívar, le mandó una carta con uno de sus paisanos. En ese mensaje le decía que le escribiera, que se había olvidado de ella después de pintarle pajaritos en el aire.
Alejo, al recibir la misiva se conmovió, y lo primero que hizo en vez de tomar papel y lápiz para responder, fue hacer lo que le dictaba su corazón. Tomó su acordeón y comenzó a darle vida al son ‘Fidelina’, donde le decía a través de su rutina que nunca la olvidaba. Y de esta manera, le puso a la distancia la más bella serenata a la mujer que lo trasnochaba.
Bella como flor del campo
miren que mujer tan linda,
y te dedico mi canto ayayayay
escucha mi serenata Fidelina.
Entonces, con la inspiración a todo tope le repitió lo que le dijo al momento de conocerla, y que conllevó a tratar de unir sus vidas a escondidas: “Que tu negro no te olvida. Es de todo corazón”.
A Fidelina le gustó la canción, y tuvo la paciencia de esperar un tiempo prudencial, hasta que la nave del amor tomó otro rumbo y pudo arribar en los tiempos de Dios que son perfectos en medio de los albores de la vida.
La hija de Evaristo Flórez Palomino y Presentación Moreno García se casó con Antero Mejía López, y tuvo seis hijos: Alfonso, Félix, Oswaldo, Sabina, Osmelita y Nubia. Con el correr de los años la familia creció y vino la alegría de 40 nietos y 87 bisnietos.
Dedicada a su hogar
Fidelina fue una mujer dedicada a su hogar. Se le veía por las calles de Chimichagua vendiendo almojábanas cocidas, cafongos, chicha de grano, panderos, cocadas y dulces.
Nunca gozó de la fama de la canción compuesta por el primer rey vallenato y pasó desapercibida, entre otras razones, porque cuando su esposo Antero la escuchaba se ponía bravo. “A veces se disgustaban por eso, pero no pasaba a mayores”, contó su hija Osmelita Mejía.
Siempre vivió en la calle 12 N° 6 – 30 del barrio Higuerón de Chimichagua, donde recibía el cariño de los suyos, hasta que murió el jueves 17 de noviembre de 2016. Fidelina contaba con 88 años.
Esta es la historia de una mujer chimichagüera que supo ocuparle por mucho tiempo el corazón al Negro Alejo, y quien la definió como una muchacha delgada, color canela, pelo liso y cara redonda.
A ella le dedicó una de las canciones que más le gustaban, porque llevaba impregnada la melancolía del aire de son en medio de los arreboles del recuerdo. En esa secuencia, en el año 2000 el Canal Caracol emitió la telenovela ‘Alejo, la búsqueda del amor’, producción donde la presentadora y actriz Xiomara Xibille interpretó el personaje de Fidelina, esa mujer a la que le regalaron una canción para inmortalizarla.
Grabación de la canción
Durante sus corredurías por distintos pueblos de la geografía costeña Alejo Durán interpretaba la canción ‘Fidelina’, hasta que la grabó en 1964 para Discos Fuentes, alcanzando la mayor aceptación. De esta página musical se han hecho más de 12 versiones, sobresaliendo las interpretadas por Silvio Brito y el rey vallenato Orangel ‘El Pangue’ Maestre y la de Carlos Vives con el rey vallenato Egidio Cuadrado.
Precisamente, su hermano Náfer Santiago Durán Díaz, quien lo conocía a la perfección, manifestó: “Ese son ‘Fidelina’ nunca ha pasado de moda. Alejo nació para eso. Desde muy joven, armado únicamente de su acordeón aprendió los secretos del fuelle y los compases de los sones en que se haría maestro. Alejo siempre fue auténtico, único y dejó un invaluable aporte al folclor vallenato. Sinceramente, para mí fue un fuera de serie”.
El viejo Naferito, quien hace poco añadió el año 86 al almanaque de su vida, siguió hablando sobre su hermano: “Alejo le dio al Festival Vallenato la dimensión de su estilo personal”.
Mientras tanto, en el encantador municipio de Chimichagua se recuerda a Fidelina, la única mujer que en vez de carta recibió una canción donde Alejo Durán a través de su voz y su acordeón puso a vibrar las fibras de su tierno corazón.
Por Juan Rincón Vanegas / EL PILÓN
@juanrinconv