Aspiro que los lectores de esta columna no la perciban como mensaje de pesimismo, sino como un llamado de atención a comprometernos con el máximo de nuestras capacidades, en procura de que nuestro territorio sea un mejor país; es decir, que tenga un medio ambiente benigno para todos sus habitantes. La actual realidad, es que el ambiente […]
Aspiro que los lectores de esta columna no la perciban como mensaje de pesimismo, sino como un llamado de atención a comprometernos con el máximo de nuestras capacidades, en procura de que nuestro territorio sea un mejor país; es decir, que tenga un medio ambiente benigno para todos sus habitantes.
La actual realidad, es que el ambiente de nuestro país genera enorme desazón, ya que cada día es más inseguro. Lo más grave radica en que no lo mejora ninguna prevención, porque la mayoría de su gente prefiere el interés particular en vez del bienestar colectivo, mejor dicho, cada quien actúa por conveniencia personal.
Hasta cuándo la población de Colombia vivirá en un medio ambiente tan hostil, la verdad es que tal perspectiva es remota, en vista del mal comportamiento, principalmente de los políticos, que en nuestro país, en abrumadora mayoría son arribistas. En consecuencia, “Este país se jodió”, así, Jacobo Solano Cerchiario, tituló su columna del pasado lunes, cuyo contenido es el clamor de los compatriotas alarmados por la corrupción que, Julio César Turbay Ayala, el presidente sinvergüenza que nos gobernó durante el cuatrienio 1978-1982, propuso llevarla a justas proporciones. Y que, actualmente, es uno de los múltiples despropósitos que tienen a la mayoría de los colombianos en la impudicia.
En lo concerniente al manejo del sistema de salud, del cual dependen las vidas de los afiliados, la inmoralidad administrativa las deja al vaivén de la suerte, como quien dice, con la atención prestada a la salud, en Colombia la gente sobrevive por milagro. La Ley Estatutaria de la Salud vigente es letra muerta. Los funcionarios encargados de la vigilancia y control a menudo son investigados por presuntos involucramientos en acciones corruptas.
En resumen, podemos decir, que nuestro país está al borde del abismo. A los inconformes por tal apocalíptica situación los difaman hasta el desprestigio total, dejando mantos de dudas en las más nobles intenciones. Estratagema altamente favorable para los corruptos, a los cuales vemos salir airosos de los escándalos y a los más poderosos a veces ni siquiera los salpica. Y si los señalan, con el poder que han logrado recurriendo a todo tipo de engaños siguen libres de toda culpa.
Por José Romero Churio
Aspiro que los lectores de esta columna no la perciban como mensaje de pesimismo, sino como un llamado de atención a comprometernos con el máximo de nuestras capacidades, en procura de que nuestro territorio sea un mejor país; es decir, que tenga un medio ambiente benigno para todos sus habitantes. La actual realidad, es que el ambiente […]
Aspiro que los lectores de esta columna no la perciban como mensaje de pesimismo, sino como un llamado de atención a comprometernos con el máximo de nuestras capacidades, en procura de que nuestro territorio sea un mejor país; es decir, que tenga un medio ambiente benigno para todos sus habitantes.
La actual realidad, es que el ambiente de nuestro país genera enorme desazón, ya que cada día es más inseguro. Lo más grave radica en que no lo mejora ninguna prevención, porque la mayoría de su gente prefiere el interés particular en vez del bienestar colectivo, mejor dicho, cada quien actúa por conveniencia personal.
Hasta cuándo la población de Colombia vivirá en un medio ambiente tan hostil, la verdad es que tal perspectiva es remota, en vista del mal comportamiento, principalmente de los políticos, que en nuestro país, en abrumadora mayoría son arribistas. En consecuencia, “Este país se jodió”, así, Jacobo Solano Cerchiario, tituló su columna del pasado lunes, cuyo contenido es el clamor de los compatriotas alarmados por la corrupción que, Julio César Turbay Ayala, el presidente sinvergüenza que nos gobernó durante el cuatrienio 1978-1982, propuso llevarla a justas proporciones. Y que, actualmente, es uno de los múltiples despropósitos que tienen a la mayoría de los colombianos en la impudicia.
En lo concerniente al manejo del sistema de salud, del cual dependen las vidas de los afiliados, la inmoralidad administrativa las deja al vaivén de la suerte, como quien dice, con la atención prestada a la salud, en Colombia la gente sobrevive por milagro. La Ley Estatutaria de la Salud vigente es letra muerta. Los funcionarios encargados de la vigilancia y control a menudo son investigados por presuntos involucramientos en acciones corruptas.
En resumen, podemos decir, que nuestro país está al borde del abismo. A los inconformes por tal apocalíptica situación los difaman hasta el desprestigio total, dejando mantos de dudas en las más nobles intenciones. Estratagema altamente favorable para los corruptos, a los cuales vemos salir airosos de los escándalos y a los más poderosos a veces ni siquiera los salpica. Y si los señalan, con el poder que han logrado recurriendo a todo tipo de engaños siguen libres de toda culpa.
Por José Romero Churio