Cuando un menor drogado es llevado a cualquier puesto de salud en Valledupar, el nivel de complejidad solo permite estabilizarlo y remitirlo al Rosario Pumarejo de López.
En una de las ocho camas de Salud Mental del Hospital Rosario Pumarejo de López, hace algunos días estaba “Jeison”, un joven de 15 años que consume marihuana y otras drogas desde que iba a cumplir 13. Se encontraba en un estado de abstinencia y desesperación por no poder acceder a los alucinógenos a los que está acostumbrado.
Su madre dice que él no consumió drogas porque salió a las calles, fue un ambiente que otros vecinos crearon en un conjunto de varios apartamentos que comparten el mismo patio, y en donde varios niños mayores indujeron al menor al consumo de las drogas.Tiene una perforación en el labio inferior pero él dice que el piercing le queda bien; de las pocas cosas que alcanza a decir porque desvaría, no completa las frases y se le ve somnoliento.
“Jeison” tendría que presentarse al Centro de Recepción y Observación del Menor Infractor, CROMI, porque la policía lo capturó transportando un montón de dosis de marihuana y desde entonces,fue por primera vez recluido en el lugar.
La doctora Angélica Diazgranados, coordinadora de Materno Infantil del Hospital Rosario, indica que debido a que el centro asistencial, es el único en la red pública hospitalaria del departamento que atiende salud mental, semanalmente se están recibiendo niños y adolescentes con síntomas de abstinencia y agresividad.
“En esas fases de abstinencias es más frecuente que la Policía de Infancia y Adolescencia nos traiga más niños, pero hay madres que nos preguntan cómo hacen para traer a los hijos agresivos que las golpean a ella o a sus hijos”, dijo la doctora Diazgranados.
Un niño consumidor de sustancias psicoactivas termina recibiendo atención médica cuando está en fase crítica por consumir mucho o nada; ambas cosas generan una necesidad de atención en el menor. Sin embargo, al ser llevado a hospitales como el Eduardo Arredondo Daza y los puestos de salud, el nivel de complejidad solo permite estabilizarlo y remitirlo al Rosario Pumarejo de López, y sin embargo la situación puede terminar en manos de entidades especializadas fuera de la ciudad.
Instituciones como el Instituto Colombiano de Bienestar Familiar, ICBF, Gestión Social del Municipio y Policía de Infancia y Adolescencia, aseguran mediante la experiencia con los niños, que cuando las familias pierden de vista a los menores, éstos desertan de la educación, acceden al compañías de otros niños que ya consumen drogas, y así el riesgo de convertirse en fármaco dependientes es más alto.
No es un asunto de estratos
Al Hospital Rosario Pumarejo de López llegan niños de estratos 0 a 6; consumidores de marihuana con valores de 1000 pesos en adelante y de “crack”, droga de alto costo que consumen los jóvenes de mayor nivel socioeconómico.
No hay sitios para la desintoxicación
“Dado que la situación requiere de la atención de siquiatras infantiles o de un equipo de apoyo con sicoterapeutas especiales para niños y adolescentes, se ve en la obligación a remitir a otras instituciones de la región, en Bucaramanga, Cartagena, Barranquilla, Santa Marta”, dijo la coordinadora Angélica Diazgranados.
Las drogas a las que según el ICBF, Cesar, pueden acceder los menores y que han venido ganando espacio en el departamento son conocidas como hongos, LCD, “Mandras”, “Kawasaki”, “diablo”, “Yumbo”, éxtasis o sustancias como marihuana, bazuco, “craks”, heroína, morfina, cocaína.
“Esto es precisamente por dos aspectos fundamentales: la primera es un nivel de inobservancia de los padres con respecto a los hijos, sobre los cuales deben ejercer por mandato de la Ley la patria potestad. Una omisión permanente en los padres, parecen ignorar en qué ocupan sus hijos el tiempo, con quién”, dijo Alberto Esmeral, director del ICBF.
El funcionario resaltó que deben ser las empresas prestadoras de salud tanto en el régimen contributivo y en el subsidiado quienes atiendan estas situaciones. “Por eso la importancia de que Salud, através de las EPS, los regímenes, la red pública hospitalaria, las E.S.E municipales, en Valledupar implementen programas y procesos enderezados a desintoxicar a los consumidores”, concluyó Esmeral.
Las drogas no vencen al consumidor por su deseo de empezar consumir; es la poca voluntad del cuerpo la que después de un tiempo le exige tener que ingerir, fumar o inyectarse la droga y esto por supuesto no es ajeno a los niños, naturalmente más vulnerables al problema.
No hay estadísticas
En los centros zonales del ICBF solo existe estadística de los padres de familia y comunidad en general que solicita apoyo con un menor consumidor de drogas y esto no refleja la cifra real de cuántos jóvenes podrían estar sumidos en la droga o en camino de estarlo.
“Dar una estadística sería faltar a la verdad. En el ICBF se manejan estadísticas de padres de familia que ante la angustia que genera ver a sus hijos como consumidor de sicotrópicos y sicoactivos, vienen y piden ayuda aquí, pero esa estadística es pobre, no registra la realidad”, afirmó Esmeral.
Existe una ruta de atención elaborada por las Secretarías de Salud del Departamento en donde intervienen desde la Policía de Infancia y Adolescencia recibiendo los casos, hasta las EPS, obligadas a prestar los servicios de salud puesto que el consumo y adicción a las drogas ya no son aspectos estigmatizados como “vicios”; hoy son competencia de salud pública.
“Si tenemos conocimiento de un caso, activamos la ruta. Nosotros llevamos a los niños como medida de protección, y más que si son mayores o menores de edad, nos concentramos en que los consumidores reciban la intervención necesaria”, dijo la Teniente Diana Segura, líder de la Policía de Infancia y Adolescencia.
Por Andrés Llamas Nova
[email protected]
Cuando un menor drogado es llevado a cualquier puesto de salud en Valledupar, el nivel de complejidad solo permite estabilizarlo y remitirlo al Rosario Pumarejo de López.
En una de las ocho camas de Salud Mental del Hospital Rosario Pumarejo de López, hace algunos días estaba “Jeison”, un joven de 15 años que consume marihuana y otras drogas desde que iba a cumplir 13. Se encontraba en un estado de abstinencia y desesperación por no poder acceder a los alucinógenos a los que está acostumbrado.
Su madre dice que él no consumió drogas porque salió a las calles, fue un ambiente que otros vecinos crearon en un conjunto de varios apartamentos que comparten el mismo patio, y en donde varios niños mayores indujeron al menor al consumo de las drogas.Tiene una perforación en el labio inferior pero él dice que el piercing le queda bien; de las pocas cosas que alcanza a decir porque desvaría, no completa las frases y se le ve somnoliento.
“Jeison” tendría que presentarse al Centro de Recepción y Observación del Menor Infractor, CROMI, porque la policía lo capturó transportando un montón de dosis de marihuana y desde entonces,fue por primera vez recluido en el lugar.
La doctora Angélica Diazgranados, coordinadora de Materno Infantil del Hospital Rosario, indica que debido a que el centro asistencial, es el único en la red pública hospitalaria del departamento que atiende salud mental, semanalmente se están recibiendo niños y adolescentes con síntomas de abstinencia y agresividad.
“En esas fases de abstinencias es más frecuente que la Policía de Infancia y Adolescencia nos traiga más niños, pero hay madres que nos preguntan cómo hacen para traer a los hijos agresivos que las golpean a ella o a sus hijos”, dijo la doctora Diazgranados.
Un niño consumidor de sustancias psicoactivas termina recibiendo atención médica cuando está en fase crítica por consumir mucho o nada; ambas cosas generan una necesidad de atención en el menor. Sin embargo, al ser llevado a hospitales como el Eduardo Arredondo Daza y los puestos de salud, el nivel de complejidad solo permite estabilizarlo y remitirlo al Rosario Pumarejo de López, y sin embargo la situación puede terminar en manos de entidades especializadas fuera de la ciudad.
Instituciones como el Instituto Colombiano de Bienestar Familiar, ICBF, Gestión Social del Municipio y Policía de Infancia y Adolescencia, aseguran mediante la experiencia con los niños, que cuando las familias pierden de vista a los menores, éstos desertan de la educación, acceden al compañías de otros niños que ya consumen drogas, y así el riesgo de convertirse en fármaco dependientes es más alto.
No es un asunto de estratos
Al Hospital Rosario Pumarejo de López llegan niños de estratos 0 a 6; consumidores de marihuana con valores de 1000 pesos en adelante y de “crack”, droga de alto costo que consumen los jóvenes de mayor nivel socioeconómico.
No hay sitios para la desintoxicación
“Dado que la situación requiere de la atención de siquiatras infantiles o de un equipo de apoyo con sicoterapeutas especiales para niños y adolescentes, se ve en la obligación a remitir a otras instituciones de la región, en Bucaramanga, Cartagena, Barranquilla, Santa Marta”, dijo la coordinadora Angélica Diazgranados.
Las drogas a las que según el ICBF, Cesar, pueden acceder los menores y que han venido ganando espacio en el departamento son conocidas como hongos, LCD, “Mandras”, “Kawasaki”, “diablo”, “Yumbo”, éxtasis o sustancias como marihuana, bazuco, “craks”, heroína, morfina, cocaína.
“Esto es precisamente por dos aspectos fundamentales: la primera es un nivel de inobservancia de los padres con respecto a los hijos, sobre los cuales deben ejercer por mandato de la Ley la patria potestad. Una omisión permanente en los padres, parecen ignorar en qué ocupan sus hijos el tiempo, con quién”, dijo Alberto Esmeral, director del ICBF.
El funcionario resaltó que deben ser las empresas prestadoras de salud tanto en el régimen contributivo y en el subsidiado quienes atiendan estas situaciones. “Por eso la importancia de que Salud, através de las EPS, los regímenes, la red pública hospitalaria, las E.S.E municipales, en Valledupar implementen programas y procesos enderezados a desintoxicar a los consumidores”, concluyó Esmeral.
Las drogas no vencen al consumidor por su deseo de empezar consumir; es la poca voluntad del cuerpo la que después de un tiempo le exige tener que ingerir, fumar o inyectarse la droga y esto por supuesto no es ajeno a los niños, naturalmente más vulnerables al problema.
No hay estadísticas
En los centros zonales del ICBF solo existe estadística de los padres de familia y comunidad en general que solicita apoyo con un menor consumidor de drogas y esto no refleja la cifra real de cuántos jóvenes podrían estar sumidos en la droga o en camino de estarlo.
“Dar una estadística sería faltar a la verdad. En el ICBF se manejan estadísticas de padres de familia que ante la angustia que genera ver a sus hijos como consumidor de sicotrópicos y sicoactivos, vienen y piden ayuda aquí, pero esa estadística es pobre, no registra la realidad”, afirmó Esmeral.
Existe una ruta de atención elaborada por las Secretarías de Salud del Departamento en donde intervienen desde la Policía de Infancia y Adolescencia recibiendo los casos, hasta las EPS, obligadas a prestar los servicios de salud puesto que el consumo y adicción a las drogas ya no son aspectos estigmatizados como “vicios”; hoy son competencia de salud pública.
“Si tenemos conocimiento de un caso, activamos la ruta. Nosotros llevamos a los niños como medida de protección, y más que si son mayores o menores de edad, nos concentramos en que los consumidores reciban la intervención necesaria”, dijo la Teniente Diana Segura, líder de la Policía de Infancia y Adolescencia.
Por Andrés Llamas Nova
[email protected]