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Columnista - 11 diciembre, 2020

Al mundo lo maneja la mafia

En estos tiempos de pandemia, donde a uno le sobra el tiempo, que ya no es oro, y queremos agotarlo a como dé lugar, por casualidad me tropecé con una serie turca que muestra cómo la mafia maneja a una sociedad, a todas las autoridades y mueve todos los hilos de un país para hacer […]

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En estos tiempos de pandemia, donde a uno le sobra el tiempo, que ya no es oro, y queremos agotarlo a como dé lugar, por casualidad me tropecé con una serie turca que muestra cómo la mafia maneja a una sociedad, a todas las autoridades y mueve todos los hilos de un país para hacer su negocio, colocando fichas en todo el entramado nacional e internacional.

El centro de operaciones se encuentra en Estambul con conexiones en los Balcanes e Italia, en especial Roma. Aquella ciudad antigua capital de un imperio, el otomano, rica en cultura y tradiciones, tras muchos siglos de civilización, aún no ha encontrado el sumun de su evolución y dignidad humana.

Su belleza, partida por el canal del Bósforo, hace que su parte oriental quede en Asia y la otra en Europa y por dentro fluye la mafia como pez en el agua. Cuando Napoleón Bonaparte la conoció dijo que era tan hermosa que debería ser la capital del mundo. No, es un sepulcro blanqueado. La trama de la serie ‘Dinero sucio y amor’ (Neflix) gira alrededor de un gran capo que negocia con órganos humanos, diamantes y lava activos, con una multiempresa de fachada legal, desde hospitales y becas en el exterior con careta altruista, pero se trata de formar mulas para exportar diamantes e importar dólares, hasta conformar empresas para chuzar a todos en Turquía.

El capo es un filósofo empírico y cordial que concibe estrategias perversas, es muy meticuloso en su accionar para no dejar testigos sueltos, los asesina dentro de los hospitales, de las cárceles, de la policía y en cualquier lugar donde siempre encuentra complicidades, sin inmiscuirse en la política partidista; no respeta la vida de sus parientes con quienes finge tener cordiales relaciones ni la de sus propios socios.

A sus oficinas acudían médicos, abogados, fiscales, jefes de policía, con misiones específicas. Solo Omar, un valiente capitán de la policía, pudo enfrentarlo con tres policías más, íntegros como él, aún no contaminados en Estambul, y de su hermano mayor, otro capitán, con quién mantenía una estrecha relación familiar y de colegas a quien miraba como a su papá.

El seguimiento comenzó cuando en un vehículo aparecieron muertos uno de los socios del capo y una de las mulas que próximamente se casaría con Omar sin que este conociera de las actividades secretas de su prometida; el capo infiltraba a todo el mundo. En las pesquisas, Omar se tropezó con una hija del socio asesinado y de allí surgió una tormentosa relación amorosa e investigativa que condujo a la desarticulación de la organización delictiva y captura del propio hermano de Omar, un infiltrado de la organización criminal, quien había sido el autor de la muerte de las dos personas encontradas en aquel vehículo.

Este mafio-policía era uno de los informantes del capo, razón por la cual los planes para descubrirlo siempre fracasaban. No es para consolarse, pero Colombia no está sola, la humanidad tiene un solo rasero, solo que aquí las mafias están en el Estado y en los partidos.

Columnista
11 diciembre, 2020

Al mundo lo maneja la mafia

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
Luis Napoleón de Armas P.

En estos tiempos de pandemia, donde a uno le sobra el tiempo, que ya no es oro, y queremos agotarlo a como dé lugar, por casualidad me tropecé con una serie turca que muestra cómo la mafia maneja a una sociedad, a todas las autoridades y mueve todos los hilos de un país para hacer […]


En estos tiempos de pandemia, donde a uno le sobra el tiempo, que ya no es oro, y queremos agotarlo a como dé lugar, por casualidad me tropecé con una serie turca que muestra cómo la mafia maneja a una sociedad, a todas las autoridades y mueve todos los hilos de un país para hacer su negocio, colocando fichas en todo el entramado nacional e internacional.

El centro de operaciones se encuentra en Estambul con conexiones en los Balcanes e Italia, en especial Roma. Aquella ciudad antigua capital de un imperio, el otomano, rica en cultura y tradiciones, tras muchos siglos de civilización, aún no ha encontrado el sumun de su evolución y dignidad humana.

Su belleza, partida por el canal del Bósforo, hace que su parte oriental quede en Asia y la otra en Europa y por dentro fluye la mafia como pez en el agua. Cuando Napoleón Bonaparte la conoció dijo que era tan hermosa que debería ser la capital del mundo. No, es un sepulcro blanqueado. La trama de la serie ‘Dinero sucio y amor’ (Neflix) gira alrededor de un gran capo que negocia con órganos humanos, diamantes y lava activos, con una multiempresa de fachada legal, desde hospitales y becas en el exterior con careta altruista, pero se trata de formar mulas para exportar diamantes e importar dólares, hasta conformar empresas para chuzar a todos en Turquía.

El capo es un filósofo empírico y cordial que concibe estrategias perversas, es muy meticuloso en su accionar para no dejar testigos sueltos, los asesina dentro de los hospitales, de las cárceles, de la policía y en cualquier lugar donde siempre encuentra complicidades, sin inmiscuirse en la política partidista; no respeta la vida de sus parientes con quienes finge tener cordiales relaciones ni la de sus propios socios.

A sus oficinas acudían médicos, abogados, fiscales, jefes de policía, con misiones específicas. Solo Omar, un valiente capitán de la policía, pudo enfrentarlo con tres policías más, íntegros como él, aún no contaminados en Estambul, y de su hermano mayor, otro capitán, con quién mantenía una estrecha relación familiar y de colegas a quien miraba como a su papá.

El seguimiento comenzó cuando en un vehículo aparecieron muertos uno de los socios del capo y una de las mulas que próximamente se casaría con Omar sin que este conociera de las actividades secretas de su prometida; el capo infiltraba a todo el mundo. En las pesquisas, Omar se tropezó con una hija del socio asesinado y de allí surgió una tormentosa relación amorosa e investigativa que condujo a la desarticulación de la organización delictiva y captura del propio hermano de Omar, un infiltrado de la organización criminal, quien había sido el autor de la muerte de las dos personas encontradas en aquel vehículo.

Este mafio-policía era uno de los informantes del capo, razón por la cual los planes para descubrirlo siempre fracasaban. No es para consolarse, pero Colombia no está sola, la humanidad tiene un solo rasero, solo que aquí las mafias están en el Estado y en los partidos.